TERRIBLE: PARA LA OPOSICION VENEZOLANA NO EXISTE LA HISTORIA
ELIAS PINO ITURRIETA
RUNRUNES.ES
Quizá porque sienten que la política empieza con ellos, que todo se inicia en nuestra sociedad con su partida de nacimiento, la abrumadora mayoría de los líderes de la oposición venezolana de la actualidad ignora la historia de Venezuela. Tal vez no se trate solo de desconocimiento, sino también de desprecio, observación que no proviene del malestar de un historiador por el desdén de los frutos de su oficio, sino de ver a esos jóvenes aferrarse a un itinerario de superficialidad que no conduce a que los consideremos como personas medianamente cultivadas, es decir, como individuos en cierto modo preparados para llegar a un poder que se les escurre de las manos cuando carecen de los elementos para tenerlo.
Los individuos que confunden la evolución de la sociedad con sus minúsculas autobiografías, con las efímeras jornadas que van desde su llegada al mundo hasta su ascenso en el candelero, difícilmente ocuparán lugares de relevancia en la estima de sus interlocutores. Estamos ante una sucesión de superficialidades individuales que no importaría si solo perjudicara a quienes la exhiben, pero adquiere evidente estatura debido a que pronostica reveses de incumbencia general anunciados por el bombo de lo superfluo.
Insólita ostentación de torpeza, o de pereza, si consideramos el exitoso manejo de los antecedentes venezolanos que han hecho los chavistas para ganar el favor popular. En la manipulación de la sociedad para llegar al poder, y para mantenerlo, los “revolucionarios” han destacado por su destreza en la fábrica de un relato que va de la antigüedad hasta la actualidad, gracias al cual han obtenido réditos jugosos.
Es una reunión de monsergas, un injerto de Eduardo Blanco con materialismo dialéctico -lo cual ya es excesivo en la cocina de los disparates-, pero ha funcionado a cabalidad. Según la “historia” que han machacado el Heródoto uniformado, sus plumarios y burócratas, los anales de la nacionalidad se remontan a Guaicaipuro peleando con los conquistadores españoles para concluir en la cúspide del “socialismo del siglo XXI”. Toda una épica de enormidades en cuyo centro colocan a Simón Bolívar, un protagonista en el cual se regodean y a quien presentan, con una impudicia que no ha conducido a la náusea que debería provocar, como padre o como pareja de un oscuro golpista. El manejo les ha multiplicado la clientela -no en balde abundan las personas que quieren ser engañadas-, y ha penetrado los libros de los escolares con la intención de crear una memoria tendenciosa que se debe considerar como uno de los motores de la “revolución”.
Pero nuestros jóvenes líderes de la oposición no se han percatado de la magnitud del estropicio, de su atroz vulgaridad, de cómo conduce a la negación del esfuerzo republicano y democrático que hicieron sus abuelos y sus padres cuando fundaron el estado nacional. O desde antes, cuando dejamos de ser españoles europeos para convertirnos en españoles americanos, primero, y después en venezolanos. Han ignorado la riqueza de lo sucedido, el trabajo intelectual que significó, las contiendas contra los chafarotes, entendidas como arma de uso sencillo contra los estereotipos de la historia de cuño cuartelario.
Han preferido el confinamiento voluntario en las banalidades de la actualidad. No han olido el antirrepublicanismo del manejo chavista del pasado, la conspiración contra el civismo que se ha aclimatado en sus contenidos, para permanecer silentes ante una interpretación de la evolución de la sociedad que necesariamente incumbe a la política.
¿No se dan cuenta de que ni siquiera han sido capaces de barruntar una historia que los justifique, de topar con un republicanismo que les sirva de plataforma, con un prólogo que los legitime ante la sociedad? Es una pena que se los deba decir desde aquí en presencia de los lectores, como si ustedes fueran párvulos de kínder, pero temo no estar equivocado cuando los cuento como tales pese a su supuesta mayoría de edad. Y que me perdone la media docena que se ha ocupado con seriedad del tema.
No es una cuestión de erudición, sino de tocar tierra. No es cuestión de pulimiento, sino de responsabilidad. No es asunto de quemarse los sesos en la biblioteca, sino de conocer con propiedad la topografía de los territorios que se quieren controlar. Se trata, en suma, de respetar a los hombres que todavía los siguen. No quiero que desfilen con sus mejores galas en la pasarela de los conocimientos.
Ni siquiera me ofrezco como catedrático porque me basta con el gesto de conminarlos desde los transitados Runrunes. O porque, si anuncio los cursos on line que están de moda, contaré seguramente con la competencia de muchos sociólogos, filósofos y politólogos a quienes mueve el mismo resorte.
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