LAS REDES CIUDADANAS...UNA PROPUESTA
RAMÓN PIÑANGO
LA GRAN ALDEA
Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible
y, de repente, estarás haciendo lo imposible
Francisco de Asís
Con frecuencia, unos cuantos olvidan, o quieren olvidar, que la tragedia del país lleva más de veinte años a pesar de diversos y variados esfuerzos por desplazar del poder a los responsables de esa tragedia. Como en un eterno retorno, propuestas van y vienen para lograr ese desplazamiento de manera definitiva. En estos últimos días, reaparece, el mismo viejo fantasma: Los intereses grupales de siempre en torno al tema de la necesidad de ir a elecciones. De nuevo el espectáculo de las posiciones encontradas, intransigentes, altisonantes.
Esa manifestación de diversas posiciones, que se oponen unas a otras, refleja claramente la fragmentación conflictiva de la oposición venezolana, la cual ha empeorado en tiempos muy recientes. Es más que evidente que tal fragmentación favorece a quienes tienen el poder desde hace más de dos décadas.
Como argumentamos en el artículo anterior, el fraccionamiento de la oposición muestra la ausencia de liderazgo, por lo que cunden los espontáneos quienes, como en una corrida de toros, se lanzan al ruedo político para intervenir motu proprio en asuntos tan importantes como la realización de elecciones regionales y locales a como dé lugar.
Lo lamentable de esa conducta es que, con buenas intenciones o no, se generan más enfrentamientos sin contar con un liderazgo capaz de crear cohesión de esfuerzos y acción política coordinada lidiando con los enfrentamientos entre personas y grupos que tienen posiciones opuestas acerca de la participación en elecciones. Lo mismo está ocurriendo con las iniciativas de diálogo con representantes del régimen.
No se trata de tomar partido por una posición u otra sino de reflexionar acerca de cuál puede ser la manera más efectiva de crear cohesión entre grupos y personas que, se presume, tienen en común un objetivo: Un cambio político profundo que nos conduzca a una nación de instituciones sólidas, auténticamente democráticas.
Ante la ausencia de un liderazgo efectivo, una opción es propiciar el fortalecimiento de redes de ciudadanos de la sociedad civil y del mundo político capaces de intercambiar ideas y propuestas que converjan acerca de lo que hay que hacer para lograr el cambio de rumbo que espera al menos el 75% de los ciudadanos. Esas redes han ido emergiendo, de manera espontanea, en distintos ámbitos de la sociedad venezolana. Sin duda, la línea de acción propuesta no producirá resultados significativos a corto plazo como muchos, por sobradas razones, aspiran. Sin embargo, de nuevo hay que recordar que los apresuramientos, la improvisación y los bien intencionados espontáneos poco han logrado en más de veinte años. Eso no significa que debemos esperar eternamente, con santa resignación, a que ocurra, cual milagro, el cambio tan anhelado.
Hay que tener una clara apreciación de la gravedad de la situación que sufrimos. El gran objetivo al cual nos hemos referido no puede ser perdido de vista. Que hablemos de temas como la ayuda humanitaria, la hiperinflación o la escasez de combustible es comprensible y necesario, siempre y cuando no se pierda de vista el objetivo del cambio político de fondo en la conversación sobre las penurias cotidianas.
La circunstancia que vivimos constituye una valiosa oportunidad para articular entre sí las pequeñas redes formadas, por ejemplo, por grupos de discusión para concretar un logro significativo para las grandes mayorías. Es muy probable que esos grupos estén integrados por personas que coinciden en asuntos fundamentales como sus convicciones democráticas. Al mismo tiempo, también es probable que difieran en asuntos concretos como la intención de ir a votar o no en cualquier elección; y es fundamental tratar de que asuntos como estos no hagan olvidar el objetivo común.
El reto inmediato es lograr que, a pesar de diferencias en asuntos concretos, cada grupo esté dispuesto a conversar, con tolerancia y respeto, con otros grupos, acerca de lo que está pasando y sus causas, para así acordar acciones para cambiar la realidad que nos perturba. Así, paulatinamente, se puede propiciar la formación de un movimiento de creciente importancia integrado por actores de la sociedad civil y del ámbito político capaz de actuar para producir cambios significativos.
El proceso de formación de redes debe propiciarse en muy diferentes sectores sociales: Gremios profesionales, sindicatos, organizaciones con fines de lucro o sin ellos, urbanizaciones, barrios, entre otros.
Lo propuesto tiene sentido si hay una disposición entre personas u organizaciones del ámbito de la sociedad civil y personas u organizaciones del ámbito político, para así trazar líneas acción compartidas. Sin duda, esto es mucho más fácil plantearlo y no tanto practicarlo, pero sería irresponsable usar este argumento como excusa para no intentarlo. Lograr esa comunicación constituye un punto de partida concreto que pone a prueba las destrezas efectivas en el ejercicio del liderazgo en distintos ámbitos, no sólo en el político, mucho más significativas que el carisma o la capacidad para convocar acciones de calle.
¿Quiénes se atreverán a poner a prueba su capacidad de diálogo y liderazgo intercambiando ideas con personas o grupos distintos al pequeño mundo de panas que piensan igual, incluso con rivales políticos para alcanzar un auténtico cambio político?
Quienes se atrevan y tengan éxito estarán dando una contribución, en extremo importante, a la historia de Venezuela en el siglo XXI: Logrando movilizar a buena parte de la sociedad, mediante la convergencia social y política necesaria para producir un cambio de fondo en la conducción del país.
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