COLLAGE sobre RÓMULO BETANCOURT (LXV)
(La muerte física –I-)
Carlos Canache Mata
El
ex-Presidente Rómulo Betancourt viajó a Nueva York el 7 de septiembre de 1981
para descansar y continuar trabajando en sus Memorias.
El día 24 de ese mes sufre en esa ciudad un derrame cerebral masivo, es llevado
al Doctor’s Hospital, donde fallece el 28 de septiembre de 1981 a las cuatro y
media de la tarde.
AL día
siguiente de su fallecimiento, se celebró una sesión de la Comisión Delegada
del Congreso Nacional en la que intervinieron los Jefes de las Fracciones
Parlamentarias de todos los partidos políticos. En esa ocasión, como Jefe de la
Fracción Parlamentaria de Acción Democrática, me correspondió hablar y
presentar el proyecto de Acuerdo de
Duelo, que fue aprobado por unanimidad. Tomo del Diario de Debates del Congreso,
el discurso que entonces pronuncié:
“Señores Presidente y Vicepresidente de la
Comisión Delegada del Congreso Nacional
Colegas
Parlamentarios
Sembrado
en la mejor página de la historia venezolana del siglo XX, envuelto en la magia
de los luchadores populares que no pelean a medio brazo y sin corazón
entero, en Nueva York murió ayer Rómulo
Betancourt. Aquel muchacho que acompañaba al viejo Maípa a cazar zorros por las
noches en los tablones de caña aledaños de Guatire y que después, en el vivac
del combate social que nunca cesa, deviene en líder democrático triunfante, ya
no está con nosotros compartiendo afanes y desafiando sueños. Se nos ha ido de
repente, silenciosamente, sin poder escucharle aquella voz que irrumpió en el
famoso discurso del 7 de febrero de 1928 en el Teatro Rívoli y que ya el pueblo
venezolano no olvidaría jamás.
La
Historia no escoge sus protagonistas. Ni cualquier político es protagonista de
la Historia. Sólo son protagonistas de la Historia aquellos políticos en
quienes se resume y expresa su tiempo. En un país como el nuestro, donde los
políticos sin historia eran los que la mayoría de las veces hacían la Historia,
Rómulo Betancourt es un caso excepcional. No ha sido testigo de su tiempo, sino
actor de su tiempo. Pertenece a la estirpe de los que nacieron para vivir
luchando, no a la raza de los gladiadores de pies lastimados que pierden su
coraje entre las breñas de la contienda. No pidió pausas ni solicitó siestas en
su oficio de punteador de la mejor emoción nacional, porque siempre creyó que
servir a Venezuela es un deber que no perece.
Cuando
los historiadores del futuro tiendan la vista sobre los últimos 50 años de
nuestra vida republicana, con resonancia estelar el nombre de Rómulo Betancourt
aparecerá dominando la escena. Y nadie podrá decir que fue un afortunado que
alumbró y deslumbró con el préstamo de alguna gracia ajena. Andrés Eloy Blanco
hablaba certeramente para la posteridad cuando en 1952 escribió en México que
‘su gran vida, generosa en acción, fecunda en pensamiento, ilustre en sacrificio’
había convertido a Rómulo Betancourt en ‘el más bravo y constante luchador’ de
la democracia venezolana.
Se
necesitaba ser un experimentado líder, en cuyo pecho se hubiesen batido los
manotazos salobres de todas las tempestades políticas, para sortear y remontar
con éxito la filosa encrucijada que vivió el país en el período constitucional
que siguió a la caída de la última dictadura. Nadie valora en su verdadera
dimensión los hechos de su propia contemporaneidad; Inmersos como estamos en el
curso de la Historia, nos pasan un tanto inadvertidas sus creaciones
relevantes. Pero sin tener que esperar el veredicto consagratorio del tiempo,
ya se puede afirmar que la salvación de la estabilidad constitucional de
entonces, por encima de todas las acechanzas antidemocráticas, fue una obra maestra de coraje y sabiduría
política.
Cuando
comenzó su segundo ejercicio presidencial el 13 de febrero de 1959, sobraron
profetas equivocados que le auguraban pocos meses en el poder. Pero Rómulo Betancourt
tenía fe en sí mismo, en la capacidad democrática de nuestra gente y en la
lealtad de la mayoría determinante de las Fuerzas Armadas Nacionales. Por eso
no vaciló en afirmar ante el Congreso de la República, en el día primero de su
mandato, estas frases que ya se han incorporado al mejor patrimonio histórico
de la Venezuela de todos los tiempos: ‘Estoy seguro de que cuando dentro de
cinco años, al cumplir con el imperativo constitucional de transferirle la
banda presidencial a quien habrá de sucederme en la Jefatura del Estado, se
podrá decir que he cometido muchos errores y desaciertos en mi gestión de
Presidente de la República, porque la infalibilidad y la aptitud para acertar
siempre no son virtudes que se hayan dado nunca en ningún ser humano. Pero
Venezuela reconocerá entonces –estoy seguro de ello, porque tengo dominio en
mis convicciones- que durante los años en que cumplí el mandato de Presidente
de la República, no actué nunca con intención distinta de la de procurar con
lealtad, con empeño creador, con fe si se quiere fanatizada, la gloria de
Venezuela y la felicidad de su pueblo’.
Para el
investigador de aquellos difíciles cinco años de la vida nacional será una
empresa fascinante ir registrando su estrategia inigualada para disolver
tempestades, su habilidad para vencer resistencias, su talla de conductor
victorioso que se crecía ante los demás. Si hoy hay democracia es porque ayer
Rómulo Betancourt supo defenderla. Si hoy respiramos aires de libertad es
porque Rómulo Betancourt supo preservarlos cuando corrían riesgos de ser
estrangulados. Ahora hay consenso para decir que hasta los adversarios de
Rómulo Betqncourt están en deuda con Rómulo Betancourt.
Más que
por su actuación de gobernante –que ya sería bastante- la Historia recordará a
Rómulo Betancourt por ser el fundador de un movimiento de masas, por ser el
creador de Acción Democrática. Antes y después de la muerte de Gómez, fue uno
de los políticos que antevió con más claridad el porvenir. Sabía que tras de la
dictadura vendría la era de los partidos políticos. Antes de Acción
Democrática, como lo dice hoy El Nacional en certera nota editorial, ‘las
experiencias de Antonio Leocadio Guzmán en los años 40 del siglo pasado y el
fracaso del nacionalismo de José Manuel Hernández en la última década del siglo
XIX, son los únicos serios intentos de organizar las masas venezolanas en
partidos para concurrir a la lucha cívica’.
Voceando
una ideología y un programa aparece Rómulo Betancourt en la escena política
venezolana. En un país donde la espada ha sido ley y la voz del déspota trueno
inapelable, Rómulo Betancourt alza las banderas del sistema democrático para
que mediante el sufragio universal los gobernados escojan a sus gobernantes. En
un país donde el capital extranjero explota la riqueza petrolera, Rómulo Betqancourt
toma en sus manos la consigna antiimperialista de marchar hacia el rescate de
ese recurso fundamental de nuestra economía. En un país donde la tierra había
sido cuadriculada y repartida a favor de unos pocos privilegiados, Rómulo
Betancourt predica la urgencia de una Reforma Agraria para desmontar el
latifundio. Y los descendientes de aquellos campesinos doblados de guerreros
que recibieron del Libertador los bonos con los cuales adquirirían un pedazo de
tierra al vencimiento de las jornadas épicas, de aquellos campesinos que
vendieron esos bonos por precios irrisorios después de la Independencia, de
aquellos campesinos que al rescoldo del incendio federalista combatieron en
Coplé y Santa Inés tras el espejismo de una promesa siempre escamoteada, esos
descendientes vieron a Rómulo Betancourt en 1960 en el Campo de Carabobo firmar
la Ley de Reforma Agraria, cuya ejecución plenaria aún está por cumplirse.
De él
dijo una vez Mariano Picón Salas lo siguiente: ‘Entre aquel Rómulo Augusto que
sirve de enterrador del Imperio Romano y no tiene ya fe ni coraje para oponerse
a los bárbaros y el Rómulo de aquí, decidido, claro y combativo, todo son
antítesis y diferencias: en el uno acaba un linaje, mientras el otro lo está
fundando con gran responsabilidad y sensibilidad de Historia’.
Es ese,
señores senadores y señores diputados, el hombre que ya no está aquí con
nosotros. Ese es el hombre que acaba de partir.
Solicito
respetuosamente, señor Presidente, que se dé lectura al proyecto de Acuerdo que
he consignado en Secretaría”.
Como se habrá percatado el lector, al referirme
a las acciones armadas
contra el Gobierno de Rómulo Betancourt no las mencioné con sus nombres, sino que en
forma general, de manera si se quiere
metafórica, hablé de “su estrategia inigualada para disolver tempestades, su
habilidad para vencer resistencias”. Es que allí estaban presentes
parlamentarios del MAS (un MAS muy distinto al MAS actual, que no es ni la
sombra del MAS original), a los que, antes de comenzar la sesión, se les presentó
el texto del proyecto de Acuerdo, al leerlo manifestaron su decisión de
apoyarlo, y así fue aprobado por unanimidad, como ya dije. Por eso, y por la naturaleza del acto que se
realizaba, tuve que hablar con cuidado y
tacto políitico.
En
nombre del partido socialcristiano Copei intervino el Jefe de su Fracción
Parlamentaria, Oswaldo Alvarez Paz, quien expresó: “…No es fácil haber empezado
una lucha en una época, como lo hizo Rómulo Betancourt, y concluirla después de
medio siglo con el reconocimiento general de una Nación que lo reconoce como
guía y pionero fundamental del régimen de libertades públicas que hoy vive
Venezuela…Un hombre perseverante, constante, con valor y coraje personales,
honesto a toda prueba, un luchador integral que no rehuía combates, que los
sabía dar, e incluso los sabía provocar cuando consideraba que estas batallas
eran inevitables y tenían que darse…Pero, sin embargo, hay otra faceta, que
también tiene que servir como ejemplo a la Venezuela de hoy, que se desprende
de la personalidad de Rómulo Betancourt
y es su permanente disposición al
diálogo y a la búsqueda de la concertación o concentración, como lo dijo en los
últimos meses de su vida, de las fuerzas fundamentales del país para que la
Nación pudiera continuar sin apartarse del rumbo que los líderes fundadores de
la democracia le habían trazado…vino el ´Pacto de Punto Fijo’, compromiso pre-electoral
que suscribía un hombre al cual se daba por seguro ganador en unas elecciones
donde trendría la mayoría suficiente para poder gobernar en la mejor forma como
él quisiera, producto del resultado de la votación general”.
En su
turno del derecho de palabra, intervino el Jefe de la Fracción Parlamentaria
del MAS, diputado Germán Lairet (quien había sido un factor civil muy
importante en el “Porteñazo”), y nos informó que el MAS le solicitó una entrevista a
Betancourt, quien los recibió en “Pacairigua”, ocasión en que recordaron
“muchos episodios pasados de esa década tan dura como fue la década del 60”; y
que ahora, ante el fallecimiento de Betancourt,“no solamente es oportuno el
momento en la controversia para que todos reiteremos nuestros deseos de
convivencia, de fortalecer la obra inacabada que estos hombres han realizado,
sino también para valorar lo que han hecho y para entender que precisamente el
juicio o el criterio que tenemos, aumenta en hidalguía y en autoridad cuando es
pronunciado por quienes alguna vez pudimos ser adversarios de esa figura…Por
tal motivo, sin quedarnos reserva alguna por dentro, nos solidarizamos con
todas las manifestaciones que hoy realiza y expresa el pueblo venezolano con
motivo del fallecimiento de Rómulo Betancourt”.
El
diputado Ramón Tenorio Sifontes, en nombre del partido Unión Republicana
Democrática (URD), manifestó; “Rómulo Betancourt es el teórico, el organizador
político, el gobernante y el estadista que ha levantado mayor polémica y
controversias sobre el programa de reforma socialdemócrata que sirvió de
inspiración y de base doctrinaria a la creación de su gran partido. Programa en
oposición a los proyectos liberales y marxistas o comunistas propuestos por
otras organizaciones políticas para la Venezuela post-gomecista. Su principal y
prístino mérito, a mi juicio, antes y después de la muerte del dictador Juan
Vicente Gómez, no fue la de ser un preso con grillos en los pies o exiliado por
muchos años, sino su concepción sobre la organización de las masas y de las
fuerzas sociales del pueblo en un partido político democrático capaz para optar
al poder”.
Al
final de la sesión parlamentaria, se aprobó por todos los senadores y diputados
presentes, el Acuerdo propuesto, el cual en uno de sus ‘considerando’ dice que
“el ciudadano Rómulo Betancourt ejerció la Presidencia de la República en
circunstancias singularmente difíciles para el país y para el sistema democrático
y que prestó servicios eminentes al desarrollo de las instituciones
republicanas; en otro ‘considerando’, se expresa “que como líder político y
hombre de estado, este venezolano ejemplar demostró, entre otras virtudes, su
abnegación, desprendimiento y probidad”; y dispone “declarar ocho días de duelo
para el Parlamento Nacional”.
En el
próximo Collage, concluiremos con las exequias del fundador del partido Acción
Democrática y ex-Presidente de la República, cuyos restos mortales fueron
traídos a Caracas.
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