¿COLOMBIA COMO VENEZUELA?
Marta de la Vega
@martadelavegav
Hay
una estrategia de caos, de destrucción de lo que está bien y funciona; de lo
que ha sido logrado en calidad de vida, en condiciones materiales mejores para
la mayoría de la población, en infraestructura y en salud pública en ciudades
como Medellín, Cali, Bogotá. Es la percepción de muchos colombianos y
dirigentes políticos democráticos. Varias agendas se ocultan tras los
disturbios destructores. Se trata de una estrategia liderada por dirigentes
como Gustavo Petro, el senador Iván Cepeda e impulsores de la extrema izquierda
radical defensora del “socialismo del siglo XXI”, cuyo objetivo es acceder al
poder en Colombia, cuando haya elecciones presidenciales en 2022.
Este
es un escenario programado, planificado, que las autoridades conocen, como
confirman los servicios de inteligencia, que no empezó ahora en medio de la
pandemia, con el rechazo a la inoportuna y no consensuada reforma tributaria
introducida al Congreso con el fin, es cierto, de asegurar la continuidad y
ampliación de las políticas sociales a favor de los sectores socio-económicos
más vulnerables, pero sin consulta previa a los sectores afectados y en primer
lugar, a las clases medias, muy golpeadas por los efectos de la pandemia de
covid 19. No olvidemos la expulsión reciente de funcionarios cubanos y de rusos
de sus respectivas embajadas. Tampoco, las movilizaciones de 2019. Ni la
detención, entre los agitadores, de venezolanos, aunque sean pocos, pagados y dispuestos
a quemar y destruir bienes públicos.
Siguen
el paro y las manifestaciones, con excesos gravísimos que distorsionan y
pervierten el legítimo derecho a la protesta. A pesar de que el presidente
Duque solicitó el retiro de la reforma y la renuncia del ministro de Hacienda,
Carrasquilla; pese a que estableció parámetros para un nuevo documento que no
contemple el aumento del IVA, ni cambios en las reglas de juego actuales
amparadas por el Estado Social de Derecho que define al Estado colombiano desde
la Constitución de 1991, y que sea sometido a la más extensa consulta nacional
de sectores productivos, sociales y políticos, empresarios y trabajadores,
académicos, estudiantes, partidos y coaliciones. El llamado es a un diálogo
eficaz con el gobierno que, mediante el comité nacional de paz, integre a todos
los sectores del país para un cambio de rumbo y un nuevo pacto nacional, con un
pliego más amplio de peticiones a fin de superar la crisis actual.
Hoy
nadie se hace responsable de los daños. Como se pregunta el dirigente político
antioqueño, Andrés Felipe Guerra Hoyos ¿Por qué no se hace firmar con la
administración municipal, como antes era obligatorio, un documento de
responsabilidad de parte de los líderes que impulsan una marcha, en este caso
la alcaldía con Daniel Quintero en Medellín, quien no ha tenido lamentablemente
la voluntad para frenar desórdenes, que, si se produjeran daños, los
organizadores deberían, después de haber participado a las autoridades de la
ruta trazada y de la hora de inicio y de finalización, rendir cuentas y asumir
ser responsables, incluso judicialmente? Cuenta que nunca en las
manifestaciones de protesta que se organizaron bajo su liderazgo político, en
2013 contra Juan Manuel Santos, en 2016 por el No en el plebiscito sobre los
acuerdos de paz con las Farcs, no hubo ni un semáforo roto, ni asesinatos en
plena vía, ni brutalidad policial ni agresiones contra las fuerzas del orden.
Hay un
escenario cada vez más primario, de revanchismo y venganza social irracional,
que son caldo de cultivo para entregarle el poder a un populista autoritario,
como está ocurriendo en Perú, como ha ocurrido en Venezuela, o se produjo en
Argentina, o antes fallidamente en Ecuador o en Chile, e imponer un proyecto de
una izquierda nefasta, cuya meta es no abandonar más nunca el poder, movida por
el resentimiento, con visión totalitaria como ha sido la Venezuela arruinada,
famélica, destruidos el tejido social y la confianza, resultantes del
socialismo del siglo XXI.
Desde
la fuerza democrática, desde la fuerza de la palabra, desde la discusión, desde
el foro, se trata hoy de defender lo que Colombia ha logrado en los últimos
veinte años. Falta mucho aún. Reforma de la justicia, más programas a favor de
la equidad, mayor disminución de la pobreza, instituciones más fuertes. Mejor
democracia. Lucha contra la corrupción. La pandemia ha sido desastrosa. La
respuesta irracional frente a la incertidumbre y la crisis económica, peor.
Urge la concertación y la escucha del gobierno a las demandas sociales para que
el avance social, la consolidación de las instituciones y la profundización de
la democracia, tan necesarias, no sean abruptamente rotas.
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