El CNE y el teatro del absurdo
EDGAR CHERUBINI L.
Al terminar la II Guerra Mundial hizo su aparición en una Europa destruida el Teatro del Absurdo, significando desde entonces una ruptura con los cánones teatrales. Las obras que hicieron célebre a Eugene Ionesco (1909-1994), tienen un denominador común, “escenifican lo absurdo del individuo en un clima de catástrofe, pero provocan risa por la incoherencia de los personajes involucrados en escena, atrapados en el absurdo de su propio mundo”.
Son inevitables las analogías. Desde hace más de 20 años, el régimen chavista ha adoptado la mentira como política de Estado en todos los órdenes de la vida nacional, convirtiendo a sus instituciones y actores políticos en personajes de un teatro del absurdo violento y sangriento. La más reciente obra estrenada este mes se titula “El nuevo CNE”, interpretado por algunos seres candorosos como “una rendija hacia la transición democrática”. Desafortunadamente no se puede hablar de honestidad e imparcialidad de este parapeto nombrado por una Asamblea Nacional ilegítima que recibe órdenes de un gobierno ilegítimo producto del fraude de ese mismo CNE. Un absurdo digno de Ionesco, quien expresó lo que sería una analogía apropiada para esta situación: “Toma un círculo, acarícialo, ¡se pondrá vicioso!”. El presidente y la mayoría del directorio son militantes del chavismo, pero como han “injertado” a dos personas no afiliadas al partido de gobierno, han despertado toda una serie de conjeturas esperanzadoras en el rebaño de corderos mientras son conducidos al matadero. El guionista de esta nueva obra ha convencido a una camada de dirigentes de una oposición desmembrada de participar en las elecciones regionales de este año con un “mínimo” de condiciones, unas miguitas caídas de unas mesitas de negociación.
Los que somos simples observadores del acontecer político venezolano, nos hacemos toda suerte de preguntas tratando de escapar a este absurdo. Antes de aceptar la conformación de este CNE espurio ¿Acaso estos dirigentes y sus candidatos a la directiva del CNE condicionaron su colaboración a que liberaran a los disidentes, políticos y diputados presos y torturados en las mazmorras del régimen? ¿Cómo realizar primarias con los partidos de oposición inhabilitados, sus dirigentes presos o exiliados y sus emblemas confiscados? ¿Cómo se podrá participar en una campaña electoral ante el avasallamiento comunicacional y los recursos del Estado empleados a favor de los candidatos del régimen? ¿Cómo se puede organizar unas elecciones cuando el registro electoral es una ‘caja negra’ y el CNE modifica a su antojo la distribución de mesas y votantes según las estrategias del PSUV? ¿Acaso se investigaron las denuncias de los millones de votos electrónicos en reserva utilizados por el CNE en cada jornada electoral, denuncia realizada por sus propios operadores en el exilio? No se puede hablar de elecciones libres y transparentes en un país donde no hay Estado de derecho y las instituciones solo obedecen al régimen. No se puede hablar de elecciones transparentes cuando los observadores son personajes y organizaciones importados directamente de países aliados de la dictadura. No se puede hablar de elecciones libres y justas en un país gobernado por un régimen que ha sido señalado como autor de crímenes de lesa humanidad y sus responsables buscados por la justicia internacional con recompensas millonarias. Son preguntas que esperan una respuesta de los tramoyistas de esta nueva representación teatral.
Para finalizar estos pensamientos en voz alta sobre el CNE, engranaje montado por especialistas en fraudes electrónicos y donde los “representantes de la oposición” no tendrán arte ni parte, reproduzco las inteligentes reflexiones de Eugenio Martínez, en las que hace una descripción de las funciones claves del ente electoral: “El verdadero CNE está integrado por tres organismos subordinados: La Junta Nacional Electoral (JNE), la Comisión de Registro Civil y Electoral y la Comisión de Participación Política. Los que tengan buena memoria recordarán la importancia de la JNE durante el revocatorio de 2004. Solo para recordar un detalle: En esencia, es más importante ser presidente de la Junta Nacional Electoral, que vicepresidente del CNE. El primero tiene mucho poder de decisión en temas técnicos, el segundo mucho trabajo administrativo, pero poca incidencia en las decisiones. Por una norma no escrita desde 2005 quien preside el CNE, también preside la Junta Nacional Electoral (JNE). En 16 años han presidido la JNE: Jorge Rodríguez, Tibisay Lucena e Indira Alfonso”. (Eugenio Martínez, Las 11 tareas pendientes del CNE, El Diario, 06.05.2021). Martínez profundiza en lo que habría que hacer para tener un verdadero CNE que inspire confianza. Recomiendo la lectura de este artículo para los que desconocemos los entretelones donde se escenifican las “tendencias irreversibles”.
“Rinoceritis”
En el último acto de Rhinocéres (1960), todos los personajes se van transformando en torpes y brutales rinocerontes, salvo Bérenger, el único que reacciona y se rebela contra la “Rinoceritis”, enfermedad que los incapacita de mirar por donde caminan y de embestir lo que se encuentren. Mientras los demás siguen a sus líderes y camaradas rinocerontes, Bérenger decide no capitular: “¡Soy el último hombre, lo seguiré siendo hasta el final!” ¡No me rindo, ni me entrego! “. Pienso que, en esta escena, Berenger encarna a todos los que defendemos la democracia.
En un comunicado fechado el 4/5/2021, la OEA expresó su repudio al CNE. “Ante la designación en Venezuela de un nuevo Consejo Nacional Electoral por parte de una Asamblea Nacional ilegítima, la Secretaría General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) rechaza y condena estas acciones de la dictadura que son contrarias al Estado de Derecho democrático y la independencia de los Poderes políticos del Estado. (…) Esta ilegitimidad de origen vicia de nulidad sus actos y decisiones, así como cualquier legislación que aprobara. Asimismo, y en consecuencia, la Secretaría General condena las acciones de aquellos integrantes de la Comunidad Internacional que han inducido negociaciones para intentar validar un acuerdo entre colaboracionistas y la dictadura. Estas acciones también constituyen un claro apoyo a la dictadura y sus crímenes, contribuyendo a la profundización de la crisis política, social y económica en el país”.
Dos días después, el Foreign Affairs House emitió un comunicado de prensa firmado por su presidente, Gregory W. Meeks (el mismo que asistió al entierro de Chávez), fijando su posición sobre el CNE: “Si bien la nueva formación del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela está lejos de ser perfecta, creo que el acuerdo de ayer entre los representantes de la oposición y el gobierno de Maduro marca un paso importante hacia unas elecciones libres y justas en el país. Ante este importante anuncio, insto encarecidamente al gobierno de Biden a reconocer al nuevo CNE y aumentar el compromiso con el gobierno de Maduro, representantes de la oposición y miembros de la sociedad civil que jugaron un papel decisivo en la configuración de este acuerdo”.
Si el gobierno de Joe Biden acepta ese consejo, “nos condena a una transición nicaragüense”, como me comentó un diplomático amigo. Esta declaración del Foreign Affairs House, brinda legitimidad a Maduro y a sus dos elecciones, la del 20.05.2018 y la del 6.12.2020, en flagrante contradicción con el comunicado de la OEA. Pero lo más preocupante es que a esos altos niveles de la política hemisférica los actores fundamentales tampoco están de acuerdo, perpetuando así el absurdo del drama venezolano. Este comunicado sigue a pie juntillas el guion de Borrell-Zapatero (Grupo de Puebla-Cuba), que no cejarán hasta dejar por fuera a la OEA-G4-Guaidó-AN legítima. Es la jugada maestra de “la rinoceritis” para salir de Guaidó y de la incómoda disidencia democrática, permitiendo subir al escenario a una variopinta “oposición oficial” (Capriles et al) que ha pactado con el régimen para participar en unas nuevas elecciones “prêt-à-porter” a cambio de unas gobernaciones y gestionar ante los organismos internacionales el levantamiento de las sanciones, pidiéndole al sheriff que retire los carteles de “Se busca”.
La OEA, por su parte, en su declaración plena de coherencia ante los despropósitos de los otros personajes de este drama, nos recuerda los objetivos fundamentales trazados por la AN legítima y el gobierno interino, que rezaban así en un coro de millones de voces: “Cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”. Mientras, la emergencia humanitaria compleja y la desesperanza devoran a sus moradores en un escenario de contradicciones e incoherencias digno de un teatro del absurdo.
Entre algunas de las obras emblemáticas de Ionesco se encuentran La cantante calva (1950), La lección (1950), Juego de masacre (1970). Los críticos y estudiosos del teatro del absurdo coinciden en caracterizar este género por el colapso del lenguaje en sus representaciones: “La comunicación mecanizada pierde todo su sentido y deja entrever el vacío y la extrema soledad que acecha a los personajes. Contra toda lógica y verosimilitud, el lenguaje se vuelve desarticulado. Lo absurdo, sin embargo, no resulta en un compromiso ni en una revuelta. Más bien, los personajes y situaciones del teatro del absurdo parecen estar inmovilizados en una tragedia total”. Una analogía vale por mil análisis.
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