ESPAÑA: EL BESO DE LA MUERTE
JEAN MANINAT
“Ayuso arrasa en Madrid, el PSOE se hunde y Pablo Iglesias deja la política” así tituló El País de España su balance de los resultados de las recientes elecciones en la Comunidad de Madrid. Podría ser el epitafio sobre la carrera política de Pablo Iglesias y el quejido fantasmal que recorrerá La Moncloa en los meses por venir. El presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, alguna vez declaró que “no dormiría tranquilo con Unidas Podemos en el Gobierno” (luego se desdijo y pactó con sus competidores en la izquierda para formar Gobierno) ahora, tras los resultados de su partido en Madrid, su prevención de entonces adquiere plena justificación: Iglesias nunca sumó, siempre restó.
Iglesias ha sido sin duda un fenómeno político (en las varias acepciones que tiene el término). En escasos siete años pasó de ser un asiduo “tertulero” de origen progre a Vicepresidente segundo del Gobierno de España, una hazaña nada desdeñable. En el camino fue dejando amigos y cofundadores fuera del partido para afianzarse como un líder autoritario, vanidoso e insaciable cazador de oportunidades para atraer los reflectores de los medios de comunicación. Era, y seguramente lo seguirá siendo, un excelente hombre de relaciones públicas. Hasta que logró, gracias a su empeño, entrar al Gobierno, asumir una cartera, y tener que ofrecer más resultados que fuegos de artificio verbales. En el plató de gobernar un país con hechos reales su estrella se fue apagando.
Su aterrizaje en Madrid con ínfulas de salvador de la patria terminó de cuartear su prestigio y a medida que intentaba robar cámara como antaño con un discurso polarizante y excluyente fue mermando sus posibilidades y aumentando las de la hoy vencedora, Isabel Díaz Ayuso del Partido Popular (PP). Las falsas acusaciones de que la candidata del PP representaba el fascismo, la ultraderecha, el atraso, tan solo lograron movilizar a la sociedad madrileña a votar en contra del mensaje extremista y divisor que representaba Iglesias. De alguna manera fue el mejor aliado de Díaz Ayuso en la campaña.
El gran perdedor fue el partido gobernante en España, el PSOE, que vio reducir su votación a sus niveles más bajos históricamente. No supo, o no quiso, marcar distancia con el líder podemita, quien había acaparado para sí el discurso de la izquierda. El electorado favoreció las opciones moderadas incluyendo a Mas Madrid una escisión de Unidas Podemos con una candidata, Mónica García, que a diferencia de Iglesias, sí supo obtener resultados en la función estatal como médico y dirigente gremial de la salud pública.
El Gobierno de Pedro Sánchez tiene bastante de qué preocuparse pues el efecto Madrid puede propagarse por España y su asociación con Unidas Podemos puede empezar a resultarle una liaison dangereuse, costosa y poco rentable. Iglesias lo dejó marcado con el beso de la muerte de su apoyo.
@jeanmaninat
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