Grupo La Colina

El CNE como “primer paso”

        NAKY SOTO

Los mensajes que esta noche publicaron Henrique Capriles y Stalin González, desaparecidos de la escena pública hasta hoy, prueban que la gesta que condujo a la negociación de este nuevo CNE no fue solo una apuesta cívica para dinamizar la política. Incluso AP confirmó su alineación con el excandidato y exgobernador. Aquí hay en marcha una agenda para tomar el control de la oposición con posiciones de poder que han sido otorgadas con la venia del chavismo. Hubo un grupo que negoció, bajo sus criterios, retomar una ruta electoral que fue deslegitimada por el propio chavismo. Hasta ahora, en cada espacio de poder que le interesó al chavismo y no ganaba por votos, impusieron una autoridad a la que le dieron dinero y más poder fáctico. Además, los llamaron “protectores”. 

Es cierto que el gobierno hizo esta concesión por presión. Endosarle esa presión a la “terquedad cívica”, no sé si es ingenuo o simplemente cínico, porque el verdadero incentivo del chavismo para ceder está en la posibilidad de cambiar la estructura de las sanciones internacionales y recuperar el control de activos. No es gratuita toda la bulla que hicieron esta tarde y noche alrededor de un “logro” que en realidad es una concesión que no amenaza el poder del chavismo, pero sí fortalece el mensaje clave del lobby internacional de los negociadores: “el chavismo está dando ‘gestos de buena fe’ para negociar con la administración de Joe Biden”. Es lo que repiten.

Una negociación con los actores que seleccionó el chavismo aumenta las fricciones dentro de una oposición lastimada e incapaz de ponerse de acuerdo. Hoy ganó la oposición prêt-à-porter, ganaron Henrique Capriles y Stalin González, y también, por la división opositora, obviamente ganó Nicolás. Por ahora no tenemos un CNE más balanceado. Cuando se sepa quiénes presidirán la Junta Nacional Electoral, la Comisión de Registro Civil y Electoral, y la Comisión de Participación Política y Financiamiento, además de cuánto poder y autonomía tendrán, entonces podremos hacer balances. La credibilidad del ingeniero Roberto Picón es la snitch dorada de esta jugada. Pero a pesar de sus sensibles cualidades para la materia, solo Picón no es aún garantía de nada.  

La Ley demanda que todos los rectores deben ser independientes. Esto no se respetó. Un par de rectores sancionados, Tania D Amelio y Carlos Quintero, conservan posiciones de poder y han estado vinculados a graves ataques contra el derecho al voto de los venezolanos en el pasado. Hablar de Enrique Márquez como “opositor” es insultar a los ciudadanos que sí están informados. Ya veremos cuál es el poder de decisión que tendrán los rectores no chavistas y cuál será su incidencia en la toma de decisiones. Voy a repetirlo: para mí es una grosería que un país sin vacunas y sin un plan de vacunación para frenar la pandemia, dedique recursos económicos a unas elecciones, más aún cuando el poder sabe que estas elecciones regionales no movilizarán a nadie, y que, de hacerlo y no resultar favorecidos, tienen lista su propuesta del Estado Comunal, además de los protectores.

Para que este país se movilice por la ruta electoral, como exigimos desde hace años, necesitaría el incentivo poderoso de un referéndum revocatorio creíble o de unas verdaderas elecciones presidenciales. Nada indica que esto será posible por ahora. Por el contrario, haber recuperado ingresos por la ruta de la producción petrolera tiene al poder bailando de felicidad, jugando con espadas en cadena nacional, sin ceder en nada que atente contra su permanencia.

Nos quedan nudos cruciales por desatar: la libertad plena de los presos políticos, la legalización de los partidos de oposición; el reintegro de sus símbolos y direcciones, y la garantía de la participación de todos. Tanto Capriles como González le deben una explicación a los venezolanos, a cada persona que mira con ilusión la selección y juramentación de hoy. Somos una nación urgida de transparencia, porque el poder sólo se mueve entre la opacidad y la propaganda, entre lo que deliberadamente no dice (problemas, presupuestos, cuentas, razones, etc.), y lo que desea proyectar como logros. No es casual que el nuevo CNE lo presenten como un logro democrático, aunque los últimos “decisores” hayan sido 92% militantes del chavismo, aunque la selección y juramentación haya ocurrido en el seno de una institución cuestionada desde su origen.

Este no es el primer intento de Henrique Capriles por desbancar a Juan Guaidó de la dirección de la oposición. El anterior fue un fracaso rotundo. Es cuestionable el método (a la medida del chavismo, diseñado por Jorge Rodríguez), y es cuestionable el disfraz de una apuesta exclusiva de la sociedad civil, porque corroe la confianza en personas y organizaciones de extraordinaria trayectoria, que quedan comprometidas ante la homologación de los discursos de victoria política de este martes. Encontrarán tres lugares comunes en todos los mensajes (sí, en todos): “este es un primer paso”; “no es lo óptimo pero es algo”; y “ese algo es mucho más que lo que ha hecho la otra oposición hasta ahora”. Algunos incluyen la necesidad de enrostrarle al resto que este es su logro, que les debemos algo. Conste en acta: no son mensajes para ganar seguidores, no son mensajes para participar y no son mensajes amables. Con esa soberbia no construyen confianza.

Donde esta gente anuncia un inicio, yo veo el cierre de la concesión del poder, pero faltan muchos datos objetivos para calificar al “nuevo” CNE