La vacuna del sectarismo y la
exclusión
Trino Márquez
En el país no existe ningún otro problema que tenga la gravedad y la urgencia de ser solucionado como el de la pandemia provocada por el coronavirus. La única forma de solucionarlo es través de una vacunación universal, transparente y acelerado. Hay que alcanzar la inmunidad del rebaño cuanto antes. De la normalización de la vida colectiva depende la recuperación de la economía, incluso en los niveles tan limitados que tal proeza sea posible con un gobierno tan inepto como el de Maduro.
Hay que vacunar cuanto antes a la población porque de lo contrario los indicadores socioeconómicos y la calidad de vida seguirán rodando cuesta abajo. La Covid-19 interrumpió de forma abrupta las pocas actividades económicas que se adelantaban en el país. Sin el combate a fondo de la enfermedad, no será posible comenzar a superar la miseria que padece la inmensa mayoría de los venezolanos.
Sin embargo, enfrentar la crisis humanitaria con un plan coherente y una visión nacional, no es un tema que preocupe al régimen, más allá de las declaraciones ampulosas de Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez y el ministro de Salud de turno. A este último funcionario no vale la pena mencionarlo. Duran tan poco tiempo en el cargo y su papel resulta tan irrelevante, que no tiene caso perder el tiempo averiguando cómo se llama.
El régimen vive anunciando planes fantasiosos sobre las vacunas chinas y rusas que vendrán al país por millones y que el gobierno aplicará de forma gratuita a todos los venezolanos, sin discriminaciones de ningún tipo. Delcy Rodríguez –sin ni siquiera parpadear- ha dicho que Venezuela será la única nación del mundo donde la vacuna será distribuida sin ningún costo para la población. Además de mentir de forma descarada, jamás menciona cuándo llegarán las dosis y dónde se inoculará la gente.
Al contrario de lo que señalan los burócratas, lo que está ocurriendo en la realidad es uno de los más obscenos procesos de desigualdad y estratificación de las más de dos décadas que esa gente ha gobernado. Se ha creado una nueva lista de Tascón, pero esta vez no para excluir, sino para incluir. Los dos criterios fundamentales que se utilizan son la cercanía con el poder y la capacidad económica del cliente. Ambos juicios son igualmente repugnantes. Símbolos de la sociedad jerarquizada y desigual construida por el socialismo del siglo XXI.
Quienes cuentan en sus círculos de amistades con un militar de alto rango, un alto funcionario o un miembro del PSUV, podrán vacunarse en Fuerte Tiuna o en algún otro establecimiento reservado para atender las demandas de la élite roja. Para estos afortunados la inyección resulta gratuita, o casi. Quienes no forman parte de la red roja, pero disponen de cuatrocientos o quinientos dólares en su cuenta bancaria, también podrán inmunizarse pagando esas cantidades en una clínica privada o en algún hospital público, donde algunos enchufados crearon sus lucrativos negocios. Si usted posee cien veces el salario mínimo, podrá darse ese lujo.
El socialismo bolivariano creó los mercados negros y acabó con las políticas universalistas que se aplicaron en Venezuela, incluso en la época de la dictadura de Pérez, cuando a todos los niños se les vacunaba en las escuelas contra el sarampión, la lechina o la viruela. Y a los adultos se le inmunizaba contra el paludismo o la sífilis, enfermedades que diezmaban a la población. A la gente no se le preguntaba si era perezjimenista, adeco o copeyano. Simplemente eran venezolanos que debían protegerse de una pestilencia que causaba estragos. Existía una visión unitaria del país. Vacunarse era parte del proceso civilizatorio que vivía la nación.
Cuando el régimen habla de inclusión e igualdad hay que empezar a temblar. El proceso de exclusión, elitización y sectarismo que está viviéndose con las vacunas contra la Covid-19 forma parte de las prácticas usuales del régimen. Venezolana de Televisión (VTV), el ‘canal de todos los venezolanos’, fue convertido en el paredón de fusilamiento de quienes se oponen a los planes del gobierno. Allí no entra ningún venezolano opositor que enfrente sin atenuantes las políticas de Maduro. Pdvsa, que ‘ahora es de todos’, se transformó en la fuente de acumulación originaria de un grupo de rojos que amasó gigantescas fortunas a expensas de la destrucción de la principal empresa nacional. A los botados de Pdvsa no se les permitió trabajar nunca más en el área petrolera. Pasaron a formar parte de una lista negra que jamás se blanqueó. Para recibir las cajas CLAP o los miserables bonos distribuidos por el Sistema Patria, hay que poseer el carnet de la patria.
Todo lo que promueve el gobierno de Maduro se inspira en el sectarismo y la exclusión. De este espíritu mezquino no podía librarse la vacunación. El drama reside en que está en juego la salud de un pueblo que ha sido sometido durante más de dos décadas a un agresivo proceso de depauperación.
@trinomarquezc
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