El socialismo tartufo
M. A. Santos
Viéndolos en la rueda de prensa de hace dos días a uno lo invadía una aguda sensación de vulnerabilidad. Merentes, por un lado, tratando de mantener la sonrisa, cierta apariencia de normalidad y civilización, pero revelándose en sus palabras: vamos a sustituir la oferta y la demanda, conceptos difusos, por una formulita matemática de la cual saldrá la tasa de cambio en el mercado permuta (BCV). Es así. Era tan fácil y no lo habíamos descubierto. Como si la solución a la salida de capitales, a los bolívares en exceso, a la falta de inversión, hubiese estado descansando entre las cubiertas de algún manual durante todos estos años. Nos toca derogar la ley de gravedad, salir a perseguir y podar esas matas de mango en donde se observen a algunos mangos caer sediciosamente.
Y luego Giordani, tratando de reducir el mercado paralelo a un nido de ratas en donde conviven especuladores y lavadores de dinero. Como si ese mercado no hubiese financiado más de 42% de nuestras importaciones del año pasado. ¿Quién lo creó? ¿Quién lo dejó a su suerte? ¿Quién ha sido el gran beneficiario de su existencia? ¿Quién lo ha utilizado para emitir bonos en dólares y recaudar a cambio una cantidad de bolívares muy superior a la que hubiese resultado con la tasa oficial? Después de 7 años y 114 casas de bolsa después, el ministro quiere hacernos ver el paralelo como el propio Presidente al país: Ellos acaban de llegar y de descubrir toda esta pestilencia. No tienen once años allí.
Giordani exige que dejemos de importar cosas "superfluas" y promovamos una cultura de exportación. Eso, viniendo de un gobierno que acabó con lo poco que exportábamos, que se jactó de pasar cinco años sin devaluar mientras nuestra inflación totalizaba en ese período 166%. Lo exige el mismo que acusó (y expropió) a las empresas cementeras de exportar para desabastecer ex profeso el mercado local.
Pero ambos están bastante más claros de lo que se podría suponer. Este año la estrategia de Finanzas es emitir más deuda en bolívares para "disminuir el riesgo del tipo de cambio dentro del total de la deuda pública". Para ello, están pensando en emitir títulos con rendimientos por debajo de la inflación, pero que "disminuyen el costo de financiamiento". Han llegado a pensar inclusive en atarlos a la Unidad Tributaria (UT), para evitar mencionar la inflación (además, la UT está creciendo por debajo de la inflación, lo que equivale a un aumento en el ISLR). ¿A quién se los van a enchufar? A todas las cajas de ahorros, fondos de pensiones y jubilación de la administración pública. A raspar la olla. A financiarse barato a costa de las pérdidas en el poder adquisitivo de los ahorros de los empleados públicos. Hasta ahí llegó la solidaridad laboral.
Ya ninguno inspira la compasión de Pío Miranda, ya nadie cree en su visión romántica del paraíso socialista. Ambos saben que aquí lo que ha pasado es una cosa muy simple y por demás muy capitalista: ya no hay suficientes dólares para sostener el paralelo, así que ahora lo que queda es maldecirlo, anatematizarlo. Algo similar a lo ocurrido con el consumo. La ideología sucede a las restricciones, no las antecede. El único objetivo es el poder a ultranza.
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