miércoles, 5 de mayo de 2010

YO NO VOY A MOCKUS

Los resultados de las elecciones presidenciales en Colombia, hoy como nunca antes, deben interesarnos a los venezolanos. Si eventos electorales mucho más lejanos no dejan de repercutir en nosotros, con mucho más razón los de nuestro vecino, al que nos ligan y ligarán un sin número de vínculos por los siglos de los siglos.

Hoy por hoy, no nos podemos sustraer de la intensa interdependencia global, y ésta es, sin duda, también política. Lo que pase allá en Colombia traerá consecuencias, buenas o malas, para los venezolanos y la región; al igual que lo que suceda aquí, incidirá en los acontecimientos de allá y en el continente. No hace falta abundar en razones al respecto.

Pero si eso es cierto en condiciones normales, en las presentes lo son aun más.

Así las cosas, no nos queda otra que comentar esas elecciones, sobre todo, lo que empiezan a apuntar las encuestas, y éstas indican, hasta ahora, que tendremos un duelo final entre Juan Manuel Santos y Antanas Mockus.

Llama la atención el vertiginoso ascenso del último, similar a otros casos que hemos visto en Latinoamérica. En un año, Mockus no ha hecho sino subir en la preferencia del electorado colombiano, colocándose en la actualidad en el primer lugar.

Mockus, como se sabe, ha sido un Alcalde exitoso, académico reconocido, hombre inteligente, aunque extravagante; a ratos atrabiliario, y muy dado a los gestos espectaculares que rompen con los cánones y la circunspección de la política tradicional. Para sus detractores, es una persona imprevisible, que se equivoca mucho, no se conoce a ciencia cierta su rumbo, que es un fenómeno aluvional, “más cercano a las nubes que a la tierra”, seráfico, y populista típico latinoamericano, débil de carácter, y, en fin, una incógnita política en muchos aspectos, lo que representaría un alto riesgo para la sociedad colombiana y sus instituciones asediadas por graves amenazas. Un líder de estas características, según éstos, no sería entonces el indicado para enfrentar los retos no resueltos de Colombia. Plinio Apuleyo Mendoza señala que Con Mockus, el enigma y los riesgos que conlleva son los mismos. Es etéreo, brumoso, imprevisible, expuesto a cada paso a rectificarse a sí mismo. ¿Adónde nos llevaría? De pronto ni él mismo lo sabe”.

Sus seguidores, por el contrario, señalan grandes virtudes en Mockus. Brillante administrador y ejecutor, honesto, moderno, eficaz, dialogante, “la fuerza tranquila”, dirige un equipo triunfador, no proviene de las oligarquías partidistas y dispondría del temple suficiente para enfrentar a la delincuencia, el narcotráfico y la guerrilla.

Obviamente, Mockus pareciera representar una opción fuerte de la población colombiana fatigada de la dirigencia política, de la violencia y de los problemas sociales no resueltos. Quizás, para la mayoría de los colombianos pueda ser lo mejor, pero no estamos tan seguros de ello.

Mockus es un político ubicado en el centro-derecha del espectro político, a pesar de sus gestos irreverentes, propios de la izquierda. Es partidario de la economía de mercado, de apertura a las inversiones extranjeras y el libre comercio. Para algunos es neoliberal.

No obstante, como simple observador venezolano debo enmarcar este asunto en un entorno mucho más amplio, incluso más allá de las relaciones bilaterales.

El régimen autoritario bajo el cual vivimos promueve un proyecto político-ideológico hemisférico (ALBA) expansionista, tiene relaciones estrechas con las FARC, y con la llamada Coordinadora Bolivariana Continental.De allí que no sea ocioso preguntarse sobre lo que más convendría que ocurriese en Colombia para las fuerzas democráticas venezolanas y su propósito de recuperar la democracia.

¿Es preferible un mandatario que ponga un freno a aquellas pretensiones de Chávez y su expansionismo o uno que permita que sus designios autoritarios se sigan proyectando?

Porque si en Venezuela no tuviéramos ése régimen, que amenaza a la región, quizás estos comentarios transitarían por otros derroteros, y las preferencias respecto de las figuras que se disputan la presidencia de Colombia serían otras; el asunto, si bien se mantendría como importante, sería, sin embargo, menos preocupante. Podríamos expresar nuestras preferencias con mayor comodidad.

En Venezuela, la figura de Mockus atrae mucho. Hemos visto políticos, analistas y humoristas pronunciarse al respecto, en su mayor parte, favorablemente. Pero los enfoques no calibran suficientemente la significación y los efectos probables de un triunfo de Mockus en Colombia para el desarrollo de la oposición democrática en nuestro país.

Hay opiniones muy superficiales, como, por ejemplo, la que dice que a Chávez le conviene un triunfo de Santos porque así podrá mantener la confrontación viva con un factor exterior, “el enemigo externo”, lo cual reforzaría su posición en lo interno. Eso no es necesariamente así. ¿Acaso necesita Chávez a Santos para ser confrontacional? ¿No viene de decir en UNASUR que no le importa quien gane en Colombia, porque igual se entenderá con ese gobierno?

Estas opiniones dan por descontado que con Mockus, Chávez estaría apaciguado, “desarmado”, porque no tendría con quien pugnar, ni dispondría de enemigos externos a señalar, lo cual podría facilitar más una salida democrática en Venezuela.

Esta hipótesis, expresada, incluso, por Fernando Mires, no nos luce bien sustentada, conociendo la naturaleza del gobernante de Venezuela y sus arrebatos.

A nuestro juicio, Chávez se enfrentará, más temprano que tarde, con Santos o con Mockus, o con quien sea. Enemigos externos a elegir le sobrarán, así tenga a un Mockus en Colombia tranquilo. Si no es Mockus, los conseguirá en la oligarquía de Colombia, en EEUU, en Chile o en Europa. Por otro lado, no alcanzamos ver cómo una salida democrática en Venezuela podría acelerarse con Mockus en la presidencia; más bien, percibimos que se prolongaría en el tiempo con un Mockus, “apaciguado” y/o “apaciguador”, “neutralizado”, o en el peor de los casos, “zelayizado”. No cabe la menor duda, sería una presión menos para Chávez, un flanco cubierto, que le permitiría avanzar en sus planes con las FARC, la Coordinadora Bolivariana Continental y la ALBA, desembarazado, como estaría, de un factor que lo frene o enfrente; y con esto no queremos que se infiera que el presidente colombiano deba ser beligerante ante Chávez. Pero permítannos dudar de que Mockus se conduzca adecuadamente frente a un aliado de Chávez: las FARC.

Ciertamente, para la industria y el comercio colombianos sería un gran alivio un Mockus que haga las paces con Chávez. ¿Y para Venezuela sería lo mismo? Me refiero a sus industriales y comerciantes, asediados, confiscados, sin dólares para importar, con sus derechos económicos en proceso de extinción. Para éstos, a mi juicio, nada cambiaría sustancialmente.

Para los consumidores venezolanos, quizás sea positivo también; tendrían mayores opciones de compra, y el gobierno venezolano se aliviaría igualmente al no tener la presión del problema de la falta de alimentos y otros productos que reiniciarían su ingreso desde Colombia.

El “fenómeno electoral Mockus”, “la bola de Mockus” o “el tsunami verde” es probable que gane en las elecciones de Colombia.

Como venezolano, sin embargo, no apuesto a ese triunfo, y que me disculpen los colombianos que lo siguen. Pero este asunto no es sólo del interés de ellos, es también continental, y es, por supuesto, nuestro. Yo no voy a Mockus.

EMILIO NOUEL V.

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