domingo, 30 de abril de 2017


NADA DE LO UNIMETANO ME ES AJENO

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               Enrique Viloria Vera


Cuando se tiene un hijo, 
se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera, 
se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga 
y al del coche que empuja la institutriz inglesa 
y al niño gringo que carga la criolla 
y al niño blanco que carga la negra 
y al niño indio que carga la india 
y al niño negro que carga la tierra.

Andrés Eloy Blanco

Durante casi dos décadas disfruté del orgullo de ser unimetano, aunque llegué unimetido por una decisión del Dr. Julio Sosa Rodríguez - el querido Tío Julio – quien, en su oficina de Seguros Orinoco, sita en Sebucán arriba, me reclutó en un ya lejano| 1997 como Decano de Economía y Ciencias Administrativas de la UNIMET.

Posteriormente, dirigí también el Decanato de Estudios de Postgrado, en el que constituimos un verdadero dream team, un equipo de lujo. Recuerdo aún el comentario de un estudiante de postgrado, quien, admirado por el plantel de profesores reunidos en el acostumbrado café de las 5 pm, me dijo: Profesor es que me parece que estoy asistiendo a una reunión de Gabinete Ministerial. No estaba lejos de la verdad: Ramón Guillermo Aveledo, Tomás Eguren, el decedido Rafael García Casanova, Víctor Guédez, Andrés Stambouli, Alberto Silva, Ricardo Espina, Carlos Lee Blanco, el muy querido negro Paiva, Henrique Meier, Ronald Evans, Marcelino Bisbal, José Ramón Solano, Fernando Egaña, Emilio Nouel, y algún otro profesor que mi fatigada memoria no ubica, disfrutábamos a plenitud del gusto de reunirnos y compartir. A veces, se sumaban Emma, Carmencita y el muy querido Mejía para añadir un toque de cordialidad al cafecito vespertino.

Pero la felicidad, como dice la canción brasilera de Tom Jobim, tiene fin.

Tristeza não tem fim
Felicidade sim

A felicidade é como a pluma
Que o vento vai levando pelo ar

Así que un aciago día de guaurimba contra el gobierno chavista, tuvimos que enterrar en Los Jardines del Cercado a un joven estudiante unimetano que sucumbió -  sin más por efecto de una bala colectiva y revolucionaria-, recuerdo que en el cementerio la dulce y bella Betty Formica y yo mismo, vertimos furtivas lágrimas y arrojamos flores a la tumba del unimetano ido.

En una impuesta distancia me conduelo del asesinato de otro joven unimetano, de apellido Pernalete, quien, de haber vivido como merecía, hubiese podido ser mi alumno,

¡PAZ A SUS RESTOS ¡





    

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