sábado, 15 de abril de 2017


“EL PADRE DE TODAS LAS BOMBAS”

 Enrique Viloria Vera


El Imperio acaba de anunciar que -  con todo éxito -, fue detonada “la madre de todas bombas”, un gigantesco misil concebido para la destrucción masiva de sus enemigos, sin necesidad de repetir los hongos nucleares de Hiroshima o de Nagasaki, por los que se ha disculpado ante las autoridades del país del Sol Naciente y ante la comunidad internacional.

La Venezuela Potencia no se queda atrás, si el Imperio tiene “su madre de todas las bombas”, la Revolución Bolivariana posee “el padre de todas las bombas”, rollizo, corpulento, robusto y entrado encarnes, semeja más a un zeppelín que a un misil. El padre de todas las bombas, por supuesto, tiene a su vez su padre: el abuelo de todas las bombas que sembrado reposa en el conuco minado sito en la montaña.

“El padre de todas las bombas” está muy complacido de la eficiencia de las mismas; si bien es cierto que la detonación de una sola de las del asesino Imperio bastaría para exterminar, eliminar de cuajo y de una vez por todas, las incomodas protestas de la oposición;  el papacito revolucionario prefiere que el proceso de exterminio sea lento, gradual y progresivo, a fin de disfrutarlo en compañía de la Primaria Combatienta y del  adulador cogollo cívico – militar -  más militar  que cívico –, presto siempre a aplaudir las andanzas del rollizo mariposon que pretende liderar lo que va quedando del depredador Socialismo del siglo XXI.

El padre bolivariano de todas las bombas socialistas, anda -  sudoroso y azorado -  en busca de las divisas que le permitan “adquerir” las bombitas que conforman su gran bomba revolucionaria. Está al tanto de que, si los traidores países de Occidente le cierran los suministros, siempre podrá contar con las lacrimógenas vencidas y sobrantes de sus panas - no penes – euroasiáticos, quienes a cambio de una suculenta empresa mixta petrolera le darán lo que pida por esa bocota.

Regocijado y en pijamas rojas - rojitas, en la fresca noche socialista, se asoma al Balcón del Pueblo para disfrutar del ya diluido aroma de los gases buenos que, en toda su intensidad, disfrutaron los escuálidos súbditos bolivarianos en la diaria tarea de exigir democracia y respeto de los derechos humanos.

Como un caribeño Nerón, el rollizo Designado - a ritmo de tumbadora y guaguancó -, sonriente, satisfecho, burlón y lenguaraz como gusta de ser, tomado de la mano de la Primaria Combatienta, y con estrenado liquiliqui, asomado de nuevo al Balcón del Pueblo Soberano, bien podría decir como el sanguinario emperador romano:

Pueden ser crueles los actos de un hombre, sin necesidad de que el hombre sea cruel, pero aquel que no acate mis leyes morirá o será castigado. Que me odien con tal de que me teman; no me importa cuántos mueran por ello, pero el emperador debe ser respetado como artista y soberano.  





             

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