domingo, 15 de abril de 2018

De cumbres y colinas

Luis Alberto Buttó


Sin lugar a dudas, las victorias parciales suman en la consecución del triunfo final. Ayudan en este sentido por la combinación de dos razones obvias. En primer lugar, mantienen en alto la moral de todos los que se empeñan en materializar el objetivo previamente formulado, pues generan la percepción de que efectivamente se avanza en la dirección trazada. Cuando el ánimo de los involucrados decae por razones coyunturales, obtener logros en escalada renueva los bríos perdidos y la gente persiste en la lucha porque sabe que no está arando en el mar. En segunda instancia, cuando estas victorias parciales se producen más allá del contexto de quienes directamente padecen el problema, se es consciente de que se cuenta con respaldos que agregan fortaleza a las propias capacidades, razón por la cual se asume como posible el avance sostenido. Huelga decirlo, siempre es de suma importancia conquistar estos éxitos no totales.
Empero, por más importantes que en sí mismas puedan ser las victorias mencionadas, es menester recordar que en modo alguno son concluyentes, pese a todo el contentamiento que generan. Al engolosinarse con ellas se corre el riesgo de perder el foco del combate iniciado y el desvío conduce a puertos alejados del éxito que se anhela. Esto puede ocurrir con ciertos pronunciamientos y acciones de la comunidad internacional frente a la inexistencia de democracia en Venezuela y en reconocimiento de la espantosa crisis humanitaria que padecemos los venezolanos atrapados en esta especie de Gulag gigantesco en que los perseguidores de la libertad han convertido al país. Claro que es reconfortante saber que no estamos solos, que nuestros reclamos y sufrimientos se oyen y comprenden en el concierto internacional, y que allende nuestras fronteras se agregan voluntades para ayudarnos a superar tan espantoso trance. Pero también es sano reconocer que eso es insuficiente. Nada de lo que los demás hagan por nosotros bastará para enderezar el rumbo torcido de nuestro destino como nación. La verdadera tarea nadie nos la va a hacer: es nuestra única y exclusiva responsabilidad. Por más contundentes declaraciones que afuera se emitan, si los venezolanos evadimos tomar el toro por los cuernos, éste continuará bufando a sus anchas.
Sólo con sólida unidad se frena al autoritarismo. Sólo con la firmeza demostrada por un movimiento unitario edificado sin dobleces, sin banalidades, sin desespero por la figuración mediática, sin apego a intereses parciales, sin aventurismos y malcriadeces, sin demostraciones efectistas que nada agregan efectividad en el acercamiento al gran objetivo de rescatar la institucionalidad republicana, se podrá evitar que el autoritarismo continúe deshaciendo con el poder acumulado. Si todo aquel con alguna posibilidad de empujar en la activación del cambio (en verdad, todos la tenemos; unos más, otros menos) sigue pensando con estulticia cómo va a quedar el día después, sin haberse paseado mentalmente por la necesidad impostergable de construir la víspera de ese mañana, los expertos en triturar toda expectativa de futuro continuarán desarrollando su macabra labor que ya dura dos décadas. Sin unidad realmente incluyente, no excluyente como hasta ahora se ha perfilado, no hay manera de erigirse en real opción de poder y la gente, con razón, desestimará toda convocatoria que se haga porque seguirá sintiéndose sola en el sufrimiento cotidiano. Eso hay que entenderlo. Es suicida no hacerlo.
Sí, aplaudamos todas las Cumbres, pero remontemos nuestra propia colina.
Historiador
Universidad Simón Bolívar
@luisbutto3

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