CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ
EL UNIVERSAL
Una
operación tenazas, una persecución en dos frentes. Lo acosa la
revolución, que rompe cabezas, huesos y cartílagos en un rincón de
Catia. Y por otro lado, resacas opositoras que dedican sus menguantes
energías a desacreditarlo en las redes. Unos lesionan el físico, otros
van por la moral. Unos, autores materiales, otros intelectuales. El
gobierno logró que apuntaran la artillería contra Henri Falcón, quien al
encono no dedica tiempo, aunque a veces gasta inútilmente bits para responder a algún pellejo. Y, en paños menores quedaron los angelitos de Victoria Secret’s 2007, luego de su hazaña de 130 muertes, que a coro gritan “Falcón renuncia. Viene el trancón”.
Las siete plagas de Egipto resumidas en dos Caterpillar que
arrasaron el campo y ahora se voltean contra él. Si fue una hazaña de
Hércules que el gobierno destruyera la economía con mayores reservas
mundiales de petróleo, también lo es convertir en esquirlas la muralla
de hierro electoral de 2015. Los expertos se preguntan azorados… “¿cómo
lo lograron… cómo pudieron incinerar siete millones y medio de votos y
pulverizar una Asamblea Nacional con amplia mayoría?”. Pero un conocido
Mefistófeles anduvo de sede en sede soplando orejas. Ahora su lengüita
susurra “Renuncia Falcón. Viene la Hora Cero”.
Encabezaron
la insurrección boba de 2016-2017 con la que mataron la AN, y en vez de
dar ejemplo y renunciar, piden renuncias. Midas al revés en las calles,
lo que tocaron se convirtió en carbón. Y por despecho amenazan con el
arma solo mata gente, la que desvanecería cualquier vestigio de
oposición y de esperanza: la abstención y su carnal no-soy-abstencionista-pero-me-abstengo.
Sansón desgarrado por Dalila, derrumbar el templo para llevarse a todos
en su fracaso. El Mujhaidín forrado de TNT que explota ochenta personas
en un mercado al grito de Alla ákbar, “Dios es el más grande”.
Ausencia de malicia
El
liderazgo capitalino nacido para enfrentar al chavismo, fracasó pese a
sus abundantes recursos y ahora se puso el chaleco explosivo. Generaron
el caos por ingenuidad mente de pollo, que los lanzó a derrocar al
gobierno.
Pero la voluntad destructiva va más lejos.
Gritan “Falcón renuncia que viene el 350” y prefieren a Maduro. No le
perdonan que haya sobrevivido mientras ellos se pusieron la soga al
cuello, sin el mínimo instinto para mantenerse vivos. Metropolitanos y
acomodados, sacrificaron a la provincia en sus decisiones y acabaron con
todo.
Menospreciaron a los dirigentes regionales y
locales, los problemas de la gente del interior y abandonaron la
elección de gobernadores, a cambio de un ilusorio y suicida RR en 2016 y
“elecciones adelantadas” en 2017, las mismas que el gobierno impuso
hoy. Ahora les es rudo que un provinciano domine sobre las elites
tradicionales. Sueñan un nuevo 23 de enero para que un Estado Mayor
Conjunto restituya la democracia, legalice los partidos y los dirigentes
retornen a sus posiciones.
No parece que será así. Muchos de dentro y de fuera se equivocan y quienes las trágicas locuras demuestran que no tenían con qué.
Quitarse esta camisa de fuerza socialista ha sido mucho más complejo y
doloroso. Ahora el odio de dos lados se vuelca sobre quien, cerrados los
otros, hace su propio camino.
El drama está en que,
en una memorable reunión, los sectores que menos saben de política en
Venezuela impusieron a los partidos que se abstuvieran de lanzar
candidato (“no tendrán financiamiento”).
Poderes fácticos
Nadie previó que alguno desafiara la veda y cuando lo hizo, pensaron que sería un finteo. El argumento para abstenerse, la ausencia de condiciones, entrará sin duda en la Historia de la estupidez humana,
la obra de Paul Tabori. No pierden las esperanzas de ver al irreverente
Falcón abatido, a ese provinciano que se atrevió a ignorar las
directrices de los poderes fácticos.
La dura verdad
es que en la elección de gobernadores de 2017 unos perdieron porque
sacaron menos votos y otros porque incumplieron su trabajo elemental: no
cubrieron las mesas con sus testigos. Culparon las “condiciones”.
Algunos
perdedores quisieron así justificar su fracaso, y el fracaso se
convirtió en política. Quienes van a procesos electorales desde 1999
caracterizados por el abuso de poder, la violencia, el ventajismo, el
chantaje y el terror, y obtuvieron legendarias victorias, de un momento a
otro se transforman en princesas que quieren votar en Dinamarca o
Suecia. Todos saben que no se gana la elección con condiciones sino con
votos y testigos, y que el coraje democrático está en ir a la pelea sin
lloriqueos.
Gimotea la niña malcriada que quiere su muñeca de condiciones.
Así Walesa no hubiera aplastado la dictadura comunista polaca, Tancredo
Neves a los militares brasileros, ni Chamorro a los sandinistas. Casi
todas las dictaduras han caído porque el liderazgo civil, lejos de
refugiarse en excusas y sollozar en los retiros, decidió votar y ganar,
como ocurrió aquí hasta la involución de hoy. El candidato Falcón
debería clausurar de manera terminante cualquier idea de retirarse a
nombre del mito espurio de las condiciones.
@CarlosRaulHer
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