martes, 25 de agosto de 2020

Bielorrusia: ¿fantasma geopolítico?



FÉLIX G. ARELLANO
MIEMBRO DEL GRUPO ÁVILA

La geopolítica está de moda, pareciera una constante que las potencias luchen por controlar espacios y lograr posiciones hegemónicas y pocos casos se acoplan tan claramente con el concepto como Bielorrusia, un país bisagra entre, occidente, particularmente la OTAN, toda vez que limita con Polonia, Letonia, Lituania miembros de esa organización, y con Rusia que vive los delirios expansionistas de Vladimir Putin, tratando de reconstruir el gran imperio ruso (1721-1917).
El Presidente de Bielorrusia Vladimir Lukashenko, consciente de tal posición la ha utilizado hábilmente para perpetuarse en el poder desde 1994, apoyándose en farsas electorales que siempre gana.
En la reciente elección, efectuada el 09 del presente mes, ha resultado electo con un 80% de los votos. Debemos reconocer que un nivel inferior al utilizado por la dictadura de los Castro en Cuba, que ganan sus elecciones con porcentajes superiores al 90%.
Aprovechando su privilegiada posición geográfica, el dictador, ha utilizado una narrativa de permanente manipulación. Por una parte, a occidente, alegando la potencial invasión rusa, escenario que no es descabellado, luego que Putin promovió la desmembración de Ucrania y la anexión de Crimea, utilizando grupos nacionales prorusos, en el año 2014.
Por otra parte manipula a Rusia con la tesis contraria, que occidente, en particular, la OTAN y la Unión Europea, promueve la inestabilidad, para avanzar en la anexión de los territorios exsoviéticos y, en ese sentido, también utiliza el caso de Ucrania, que en su lucha libertaria frente a Rusia, contó con el apoyo firme y evidente del bloque europeo, y los protagonistas utilizaban entre sus signos la bandera de la Unión Europea.
Lukashenko está tratando de nuevo de recurrir a sus discursos manipuladores, en esta oportunidad para atizar la soberbia narcisista de Putin y ubicarlo como el aliado geopolítico que impide cualquier cambio. La situación no la tiene fácil, pero es un hábil manipulador y no se debe menospreciar.
En estos momentos la situación de Bielorrusia ilustra como un proceso electoral, claramente perdido para la oposición, por el poder del autoritarismo y sus férreos controles, puede resultar en un detonante para los cambios (stuning elecction) y una eventual transición a la democracia.
Ahora bien, para que la elección resulte detonante y pueda propiciar una transición, se requiere de la unidad y capacidad de organización de la oposición democrática, requisito complejo, pues en 26 años de dictadura, la oposición ha sido amedrentada, detenida, torturada, violados sus derechos humanos fundamentales o está en el exilio; empero, debemos reconocer que la oposición bielorrusa está realizando esfuerzos heroicos tratando de organizarse y unificarse; al respecto, recientemente ha constituido un Comité de Coordinación amplio e inclusivo. Adicionalmente, está actuando con una prudencia estratégica, evitando caer en la trampa de la geopolítica que está montando el dictador.
En efecto, Lukashenko está vociferando sobre la intervención de los Estados Unidos y el papel sumiso y complaciente de la Unión Europea, interesados en destruir el proyecto geopolítico de Putin. La realidad no le apoya, pero él insiste. La Unión Europea ya ha abordado el tema y ha definido unas líneas estratégicas, resaltando el apoyo a un nuevo proceso electoral e iniciando inmediatas conversaciones con Putin, tratando que la comunidad internacional respete la voluntad del pueblo bielorruso.
Como se puede apreciar, tanto la Unión Europea, como la oposición bielorrusa están luchando contra la trampa geopolítica de Lukashenko. No se trata de incorporar al pueblo bielorruso en un portafolio geopolítico, el objetivo es logra la libertad y el respeto de los derechos humanos, anatemas para los gobiernos autoritarios.
Todo indica que los mayores dilemas se encuentran en el Kremlin, que podría seguir el esquema de Ucrania, y preparar el uso de la fuerza, lo que sería un grave error, incrementaría las sanciones que ya enfrenta y las distancias con Europa y occidente; además, en esta oportunidad la situación es diferente al caso de Ucrania.
Otra opción, es seguir el esquema de Armenia, y facilitar la salida del dictador más viejo de Europa, pero exigiendo un nuevo gobierno amigo de Rusia, una opción que podría servir de transición, pero seguramente difícil de aceptar para la oposición bielorrusa, que se encuentra emocionalmente radicalizada.
Ahora bien, no debemos olvidar que el pueblo bielorruso tiene en su historia reciente un duro fracaso, al tratar de utilizar la elección del año 2006, como detonante para el cambio de la dictadura de Lukashenko, lo que fue llamado como la “revolución azul o de los pantalones vaqueros”, proceso que el dictador, con la violencia que le caracteriza, logró destruir.
La situación es compleja, pero las condiciones son novedosas y estimulantes, uno de los elementos que podría ser anecdótico, pero es relevante, tiene que ver con el papel que están jugando las mujeres en la lucha por la democracia, lo que permitiría calificar esta experiencia como “una revolución de las mujeres”.
Al respecto, cabe destacar que el pueblo está luchando para que se reconozca el triunfo de una mujer, Svetlana Tinanovskaya, cuyo esposo Seguéi Tijanovski, candidato a las elecciones, fue detenido arbitrariamente, ella ha servido de símbolo de unidad nacional. Nos recuerda a Violeta Chamorro en nuestra región.
Pero Svetlana por razones de seguridad y de su familia se encuentra en el exilio, y su vocero es otra mujer Olga Kavalkova. Por otra parte, en el proceso electoral contó con el apoyo de otras mujeres: María Kolésnikova, representante del encarcelado banquero Víctor Babariko, y Veronika Tsepkalo, esposa del opositor Valeri Tsepkalo, actualmente en el exilio. Tiempos de cambio que confirman la necesidad de los pueblos de vivir en libertad, que permita la creatividad y el pleno desarrollo de las capacidades humanas.

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