EL RÉGIMEN FRENTE AL COVID 19
TRINO MARQUEZ
La política y las medidas de Nicolás Maduro frente a la
pandemia desatada por la Covid-19 han sido erráticas, parciales e insuficientes.
Un retrato hablado de la incompetencia característica del grupo enquistado en
el poder desde hace más de veinte años.
Son erráticas porque no mantiene una
línea continua de acción. El régimen cambia de la flexibilización a la cuarentena
radical, y de esta a aquella, sin que el país conozca las razones sanitarias o
racionales que sustentan esos giros caprichosos. Se autoriza que algunos rubros
de la economía abran sus puertas, mientras otros muy parecidos permanecen
cerrados. Unos son ‘prioritarios’ en tanto los de al lado son ‘secundarios’ o ‘superfluos’.
Se les permite trabajar a las caucheras, pero no a las ferreterías o a las
licorerías. Pareciera que los empresarios de los ramos marginados no tuvieran
que pagar nómina, cancelar los impuestos municipales y servicios como la luz o la vigilancia
privada. Da la impresión de que para el gobierno los ciudadanos que laboran en
los sectores segregados no tienen derecho a comer, comprar medicinas y mantener
sus hogares. Nadie sabe a ciencia cierta cuáles son los criterios a partir de
los cuales se discriminan unas ramas que, para funcionar, no necesitan
concentrar grandes aglomeraciones. Como de costumbre, impera el caos o, en el
mejor de los casos, el azar. Si un segmento de la economía tuvo la suerte de
ser elegido para que operara, estupendo; de lo contrario, que se hunda. Por
supuesto, los gobernadores opositores no existen.
Son parciales porque han atacado el
problema de la pandemia solo desde la perspectiva hospitalaria, y no de forma
integral, como la globalidad del problema existente lo amerita. Es más, desde esa óptica tampoco ha habido una
política acertada. La última gracia de Nicolás Maduro fue traerse a una unidad
de médicos cubanos para ‘reforzar’ el
combate a la propagación y curación del virus. El grupo más afectado, en
términos relativos, por la transmisión del organismo patógeno ha sido el
personal de la salud. Con los médicos y el
equipo auxiliar se ha cebado el microorganismo. Más de 30% del total de
fallecidos corresponde a este segmento. En el resto de América Latina, el
porcentaje no llega a 3%. Los médicos
venezolanos y las enfermeras y enfermeros merecen un reconocimiento especial. Maduro
no piensa lo mismo. Continúa despreciando a los galenos nativos y mantiene una
animosidad enfermiza con las enfermeras. A la Federación Médica Venezolana y a la
Federación de Colegios de Enfermeras las convirtió en enemigas.
Prefiere recibir y condecorar a sus idolatrados matasanos isleños, embajadores de la dictadura más
longeva de América Latina, que llegar a un acuerdo con los profesionales de la
salud criollos, para dotarlos de los recursos necesarios que les permitan enfrentar
la Covid-19 en las mejores condiciones posibles y aprovechar al máximo la ayuda
humanitaria que el país recibe.
Es insuficiente porque el auxilio
financiero que el Gobierno les entrega a
los venezolanos no alcanza para cubrir ninguna de las necesidades básicas. La
Covid-19 ha hecho patente el saqueo al que ha sido sometida la nación durante
dos décadas. Los venezolanos nos encontramos frente a un Estado quebrado porque
fue asaltado. Porque fue destruida la industria petrolera, la Corporación
Venezolana de Guayana, las empresas estatizadas, hoy una onerosa carga para el
país. El sector público fue ranchificado y el privado estrangulado, hasta
colocarlo al borde de la ruina total. A pesar de la inmensa fortuna que ingresó
a Venezuela entre 2004 y 2013, nos encontramos con el nivel de reservas
internacionales más bajo de la historia nacional. El bolívar se volatilizó. La
hiperinflación pulverizó los ingresos de los venezolanos, sin que el gobierno
pueda amortiguar el impacto de esa erosión causada por sus delirantes políticas
estatizadoras. El ciudadano, arrinconado por la pandemia, tiene frente a sí un
Estado macrocefálico que sirve para amenazar a los periodistas que se atreven a informar sobre la realidad de
los hospitales y centros de salud, y a los pobres que protestan porque pasan semanas sin recibir agua, bombonas de
gas y electricidad; pero que es incapaz de resolver ninguna de las graves carencias
que acoquinan a la mayoría de la nación. Hoy la pobreza es mucho más erosiva
que cuando comenzó la pandemia. El Covid-19 se implantó en un país con un
Estado fallido. Por ese motivo causa mayores estragos económicos y sociales que
en el resto del continente.
La Covid-19 se extenderá, al menos,
hasta finales de 2020. Tenemos que
aprender a convivir con ella hasta que la ciencia inventé una vacuna confiable.
Mientras tanto, hay que sobrevivir dentro de una nueva ‘normalidad’. Esto
incluye a la actividad económica: las industrias, el comercio, la agricultura,
la banca, los servicios de distintos géneros. Ya se sabe bastante cerca de las
medidas de bioseguridad que deben adoptarse para evitar el contagio. La
estrategia global para enfrentar el
corona virus, sin seguir arruinando a la sociedad y empobreciendo a los
ciudadanos, tendría que incluir la
progresiva recuperación de la normalidad dentro de las nuevas condiciones
impuestas por ese evento inesperado y mortífero que es la Covid-19. Pero, el diseño y aplicación de esa estrategia,
que debe incluir a todos sectores nacionales, le queda demasiado grande al
régimen de Maduro, acostumbrado a ver el mundo desde su minúscula parcela.
@trinomarquezc
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