ANDRÉS ELOY BLANCO
CARLOS CANACHE MATA
Este 21 de mayo
se cumplieron 64 años del fallecimiento del poeta en su destierro político
mexicano, víctima de un accidente aumovilístico. Como escribió Miguel Otero
Siva, “desde entonces anda por ahí, vuelto flor de bucare, brizna de hierba o
pelusa de algodón, asomado al destino de los niños desnudos que construyen rosas
con el barro de los aguaceros, vivo y erguido sobre su muerte como sobre un
caballo”. Y junto a su verso, agregaría yo, también anda por ahí, en la tribuna
pública, su verbo iluminado de orador esclarecido y de decidido compromiso con
la apuesta democrática.
En días recientes, leí el libro, 321
páginas, titulado “Autobiografía Imaginaria de Andrés Eloy Blanco”, cuyo autor
es el escritor Eduardo Morales Gil. Allí se trasciende la frontera del campo
literario, para considerar a Andrés Eloy como “un héroe civil de Venezuela”
que, en vez de callar cuando la opresión fluía desde el Poder, “optó por el
camino del cilicio para luchar por el humilde hombre venezolano desamparado,
por su Juan Bimba”. Allí se documenta y comenta la actitud, como poeta y como ciudadano,
que asumió durante su tránsito vital.
Hace unos años, en 1997, el partido en que
milito, Acción Democrática, editó un folleto en homenaje a Andrés Eloy,
“Discursos de Época”, en cuyo Prólogo, que me tocó escribir, evoqué algunos de
sus discursos, remembranzas que de nuevo reproduzco.
En el discurso que pronunció cuando murió
Franklin Delano Roosevelt el 12 de abril de 1945, recordó aquella leyenda
imaginada por Selma Lagerlof en la que Jesús, siendo un niño, en sus horas de
juego fabricaba pajaritos de barro, y, cuando en una ocasión un muchacho mayor
trató de destruírselos, realizó su primer milagro al gritar “¡volad!”, y entonces
“volaron los pájaros de barro”. Apoyándose en el simbolismo del relato de la
ilustre escritora sueca, Andrés Eloy dijo que Roosevelt, un hombre de calidad
humana bondadosa, hubiera preferido, para enfrentar el nazifascismo, en vez de
armar una máquina de guerra, intentar una nueva invitación al milagro y
gritar:´’¡Volad, catedrales; volad, estatuas mojadas con la sangre inocente;
volad, arcos y puentes; volad, frondas de la filosofía; volad, flores de la
cultura; volad, columnas, frisos y metopas del clásico, agujas del gótico
ferviente, acribillada gracia del Renacimiento; volad, ojos en pasmo de los
hijos en tierra; volad, ojos en llanto de las madres en cruz!”. La multitud que
lo escuchaba puso una alfombra de interminables aplausos a su esplendente
alegoría.
El 4 de mayo de 1945, Andrés Eloy fue el
orador de orden en la sesión solemne del Congreso Nacional en que se rindió
homenaje a la memoria del General José Gregorio Monagas. Al presenciar el acto,
desde las tribunas, pude ver, con atentos ojos de estudiante de bachillerato,
cómo un Parlamento embelesado rompía el silencio expectante con el estallido de
reiteradas ovaciones. Pero la apoteosis
se produjo cuando, en un vibrante y largo recuento de las “once campañas y
treinta y nueve combates” del General Monagas, el poeta se equivocó al
pronunciar el nombre de la Batalla de Bocachica, y se sale de la suerte con el
ingenio de una feliz exclamación: “¡Perdonadme, señores, pero la carga es tan
cerrada que me viene atropellando las palabras!”. Por varios minutos, un
Congreso que le era políticamente adverso, estuvo de pie aclamándole.
El 20 de mayo de 1955 el exilio político venezolano
realizó en la ciudad de México un homenaje al gran conductor democrático
Alberto Carnevali, con motivo del segundo aniversario de su muerte. Allí habló
Andrés Eloy, fue la última vez que en su
boca de orador egregio floreció un discurso. Evocó la memoria de su insigne
compañero de militancia política y destacó los valores de la fe y la disciplina
en la lucha que entonces se libraba contra la dictadura, la de Pérez Jiménez,
que martirizaba a la patria. Esa noche fue el accidente automovilístico, que lo
llevó a la muerte en la madrugada del
día siguiente, 21 de mayo. El poeta español León Felipe exclamó ante su
féretro: “¡Aquí no ha muerto nadie…está ahí tendido…pero no está muerto…este
poeta sigue hablando y cantando…y si este poeta habla y canta, no está
muerto!”.
Ahora,
ante esta otra dictadura, la del falso “socialismo del siglo XXI”, que durante
20 años ha estado agobiando y destruyendo a Venezuela, Andrés Eloy Blanco,
desde su inmortalidad, nos pide, al igual que en 1955, fe y disciplina para no
cesar en la lucha por el rescate de la democracia y la libertad.
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