VENEZUELA: HORROR REPRESOR, FRACTURA
CHAVISTA Y ESPERANZAS
EMILIO NOUEL V.
A la tiranía militar-civil chavista ya no le importa
aparentar, ni esconder sus tropelías. Hoy, de manera abierta, secuestra,
desaparece y tortura a quienes se oponen a ella. Sabe que su proyecto político
demencial está cancelado y solo le queda aferrarse al poder a toda costa.
La ola represiva que se ha precipitado sobre Venezuela no
tiene precedentes en nuestro país. Sólo es comparable con las feroces
dictaduras del Cono Sur de otros tiempos. Los confusos acontecimientos del 30
de Abril y el 1º de Mayo han traído consigo una persecución salvaje de los
políticos democráticos.
32 diputados son agredidos, acosados y su inmunidad es allanada
por un Tribunal Supremo de rodillas ante el poder, que continua violando
flagrantemente la Constitución. Hay 857
presos políticos.
Los relatos de los detenidos son espeluznantes y
sobrecogedores. La saña de los esbirros llena de indignación a cualquiera. Los
desafueros campean sin que ninguna autoridad les ponga freno.
El debido proceso no existe. Las garantías básicas de
cualquier detenido, desconocidas. Las leyes son letra muerta. Los funcionarios
policiales y militares no tienen límites en sus desmanes. La tortura a los
opositores del régimen es el pan de cada día.
La obsecuencia de los jueces ante la tiranía es pasmosa; su
frialdad y perversidad en las decisiones tomadas nos deja perplejos. Son la
mayor deshonra de la profesión del Derecho. Las denuncias que los detenidos
formulan contra los atropellos de sus captores, no las toman en cuenta, ni se dejan
constancia de ellas en los expedientes. Las sentencias no se sustentan en
evidencia real alguna. Es el imperio de la ilegalidad.
El gobierno apenas tiene un respaldo de 10 % de la población,
según las encuestas. El venezolano
pasó de comer 22 kilos de carne al año, a 2,7 kilos en este primer cuatrimestre
del año. La producción de petróleo está en 500 mil barriles diarios, menos de
un sexto de la cantidad a la llegada del chavismo. La refinería de Cardón dejó
de refinar. La actividad económica privada continúa su derrumbe. La emergencia
humanitaria se agudiza y una nueva ola migratoria toma impulso.
La
Comunidad Internacional, con sus distintos matices respecto de cómo resolver la
crisis venezolana, incrementa gestiones diplomáticas en la búsqueda de una
solución que a ratos parece alejarse en el tiempo. Los ritmos de ella no se
compadecen con las urgencias de los desesperados venezolanos. Ya hay contactos
que esperamos conduzcan a una negociación creíble a la brevedad posible.
El
gobierno usurpador, presa de enfrentamientos y traiciones a su interior, no
tiene un centro único de poder. Sin embargo, se mantiene en pie gracias al uso
de la fuerza. El episodio de Abril mostró la profunda fractura que experimenta
el poder chavista, sobre todo, en sus mandos militares. Sin embargo, estas
fisuras internas no dejan de ser un problema a la hora de una eventual
negociación.
No
obstante, y a pesar del recurrente desaliento que aflora en la población al no
ver resultados definitivos, el balance que podemos hacer es favorable para los
sectores democráticos y su propósito de reestablecer las libertades. En pocos
meses se han alcanzado objetivos políticos importantes, dentro y fuera del
país. Hay razones palpables para la esperanza. La Unidad de las fuerzas
democráticas en torno a su representación popular encabezada por Juan Guaidó es
la garantía del triunfo.
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