martes, 28 de mayo de 2019


DEVASTACIÓN 

CARLOS CANACHE MATA

Aún cuando desde al año 2014 el régimen dictatorial de Nicolás Maduro no publica estadísticas macroeconómicas, se sabe que la economía venezolana se ha desplomado y está en el piso. Llevamos más de seis años de recesión, con una reducción de más de la mitad del PIB. Desde sus madrigueras, los jerarcas del oficialismo pregonan que el país navega viento en popa bajo la extraña alquimia del “árbol de las tres raíces” (Bolívar, Ezequiel Zamora, Simón Rodríguez) con el llamado “socialismo del siglo XXI”, un concepto creado por el sociólogo alemán Heinz Dieterick, quien ha dicho que Hugo Chávez lo hizo suyo porque podría “diferenciar su propuesta de todo lo demás que está en el mercado político”.
   La intoxicación ideológica, además de la incompetencia, nos ha convertido en un país devastado, después de haber sido el país más rico de América Latina con un  ingreso per cápita entre los más altos del mundo. Nos azota una hiperinflación que ha arruinado el poder adquisitivo de los venezolanos y ha enseñoreado el hambre, mientras nos estalla la crisis de los servicios públicos, entre ellos el de la salud, como lo ha reconocido la Organización Mundial de la Salud (OMS). El salario mínimo mensual venezolano (40.000 bolívares)  es de alrededor de 7 dólares, un nivel risible, si no fuera por lo trágico, si tomamos en cuenta que el Banco Mundial sitúa en 1,9 dólares al día el nivel de pobreza crítica. El colapso de la economía venezolana es superior al que tuvo Zimbabwe bajo Robert Mugabe, al que sobrevino a la caída de la Unión Soviética y al de Cuba en la década de 1990. Kenneth Rogoff, profesor de economía en la Universidad de Harvard, ha señalado que “es realmente difícil pensar en una tragedia humanitaria de esta magnitud fuera de una guerra civil”.     
   Factor esencial de la ruina económica ha sido la destrucción de la industria petrolera. Cuando el chavismo accedió al poder en 1999, Venezuela producía 3,5 millones de barriles de petróleo al día. El 18 de agosto de 2005, Hugo Chávez presentó el Plan Siembra Petrolera (PSP) que tenía como meta elevar la producción hasta 6 millones de barriles diarios. Catorce años después, ¿cuál es el resultado? Es éste: La OPEP acaba de ubicar en 768.000 barriles diarios la producción petrolera de Venezuela para el pasado mes de abril. En el seno de la OPEP, Venezuela, que era el tercer productor, ha pasado a ocupar el décimo puesto, por delante solo de Ecuador, Congo, Gabón y Guinea. El economista y experto petrolero, José Toro Hardy, da la siguiente explicación: “El problema empieza en el 2002 cuando Chávez despide 20.000 trabajadores de PDVSA que en conjunto acumulaban 300.000 años de experiencia y conocimiento. Después, PDVSA fue politizada y le cambiaron su misión. La hicieron responsable de planes sociales que no eran de su incumbencia. Después modificaron sin pasar por la Asamblea Nacional la Ley de Hidrocarburos, aumentando sustancialmernte el impuesto sobre la renta, la regalía y la participación en las empresas  mixtas, lo cual paralizó las inversiones”.
   Una derivación de la debacle petrolera es el grave problema de la escasez de gasolina que se manifiesta en las kilométricas filas o colas de consumidores demandantes en las estaciones de servicio. Ese problema viene de atrás, antes de las sanciones impuestas el pasado 28 de enero por Estados Unidos a PDVSA. La falta de mantenimiento, de inversión y de personal capacitado en el sistema refinador, es la verdadera causa de la situación que estamos viviendo con el desabastecimiento de la gasolina. Hemos pasado de una producción de 1.300.000 barriles diarios de gasolina (éramos exportadores) a 120.000 barriles diarios en este mes de mayo. Con cinismo inigualable, Pdvsa ha dicho que la escasez de gasolina es un ‘fake news’ (falsa noticia), al afirmar en su cuenta en la red social: “Nuevamente PDVSA está bajo el ataque con fake news. La empresa y sus trabajadores están en capacidad de suministrar la gasolina que necesita la Nación. PDVSA seguirá garantizando los combustibles al pueblo. ¡No caigas en rumores!”. Y, sin importarles lo que aquí ocurre, los detentadores actuales del poder siguen enviando 50.000 barriles diarios de combustible a Cuba.
   Los capitostes del régimen dictatorial de Maduro, arquetipo de la corrupción, acompañan, a veces, la devastación material del país y el saqueo de las arcas públicas, con adhesiones a la fe cristiana. Es como para recordar el verso anónimo:
      “En tiempo de las bárbaras naciones/colgaban de las cruces los ladrones/ahora, en el siglo de las luces/del pecho del ladrón cuelgan las cruces”.
       
      

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