Tolerancia
Eduardo Fernández
La convivencia, el respeto y el reconocimiento al pluralismo, a la diversidad de opiniones y de puntos de vista, son condición necesaria para eliminar los conflictos, las tensiones y las diferencias que hoy día afectan la vida de los venezolanos.
El gobierno, por supuesto, es el principal responsable del ambiente de confrontación, de odio y de polarización que prevalece hoy en día en el país. Pero no es el único responsable.
Desde la llegada al poder del comandante Chávez pudo observarse claramente que la línea estratégica de su gestión estaría orientada hacia la división y la polarización. En lugar de entender que el primer deber de un Jefe de estado es el de promover la unidad nacional, se empeñó en dividir a los venezolanos entre buenos y malos hijos de la patria, entre revolucionarios y reaccionarios, según apoyaran o no sus políticas y sus decisiones. Se empeñó en dividir a los de la cuarta república de los de la quinta. A los escuálidos de los “bolcheviques”.
En una conversación que sostuve con el Presidente Chávez en enero del año 2003, conversación en la cual estaban presentes, entre otros, Monseñor Baltazar Porras y Teodoro Petkoff, y ante un requerimiento de su parte acerca de que se debería hacer en esas circunstancias, de la terrible crisis que estaba viviendo el país en medio del paro petrolero, me permití recordarle que la primera obligación que tiene un presidente de la República era y sigue siendo la de trabajar por la unidad de todos los ciudadanos, por el respeto, por la armonía, por el entendimiento.
Lamentablemente, la tolerancia, el respeto y la convivencia civilizada no fueron el signo de la gestión de Chávez y tampoco lo ha sido en la gestión de su sucesor. Al contrario, todo indica que para el desarrollo de sus objetivos era necesario mantener un clima de permanente confrontación y polarización.
La Sagrada Escritura nos dice: “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá”. (Mt 12:25).
La intolerancia, la confrontación, la polarización, el cultivo del odio, del resentimiento y el deseo de venganza, no nos ayudarán a construir un país mejor. Esos sentimientos nunca han conducido a la paz y al entendimiento que requerimos para rescatar a Venezuela y para vivir en una realidad más constructiva.
Hoy se impone como nunca antes en la historia, o como ocurrió después de aquellos años horrendos de la guerra federal, cuando Páez y Falcón suscribieron el tratado de Coche, el espíritu de tolerancia, de respeto y de armonía.
De lo contrario, veremos cómo se sigue desgarrando el tejido social con funestas consecuencias para la convivencia y para la reconstrucción de Venezuela.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
@EFernandezVE
Desde la llegada al poder del comandante Chávez pudo observarse claramente que la línea estratégica de su gestión estaría orientada hacia la división y la polarización. En lugar de entender que el primer deber de un Jefe de estado es el de promover la unidad nacional, se empeñó en dividir a los venezolanos entre buenos y malos hijos de la patria, entre revolucionarios y reaccionarios, según apoyaran o no sus políticas y sus decisiones. Se empeñó en dividir a los de la cuarta república de los de la quinta. A los escuálidos de los “bolcheviques”.
En una conversación que sostuve con el Presidente Chávez en enero del año 2003, conversación en la cual estaban presentes, entre otros, Monseñor Baltazar Porras y Teodoro Petkoff, y ante un requerimiento de su parte acerca de que se debería hacer en esas circunstancias, de la terrible crisis que estaba viviendo el país en medio del paro petrolero, me permití recordarle que la primera obligación que tiene un presidente de la República era y sigue siendo la de trabajar por la unidad de todos los ciudadanos, por el respeto, por la armonía, por el entendimiento.
Lamentablemente, la tolerancia, el respeto y la convivencia civilizada no fueron el signo de la gestión de Chávez y tampoco lo ha sido en la gestión de su sucesor. Al contrario, todo indica que para el desarrollo de sus objetivos era necesario mantener un clima de permanente confrontación y polarización.
La Sagrada Escritura nos dice: “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá”. (Mt 12:25).
La intolerancia, la confrontación, la polarización, el cultivo del odio, del resentimiento y el deseo de venganza, no nos ayudarán a construir un país mejor. Esos sentimientos nunca han conducido a la paz y al entendimiento que requerimos para rescatar a Venezuela y para vivir en una realidad más constructiva.
Hoy se impone como nunca antes en la historia, o como ocurrió después de aquellos años horrendos de la guerra federal, cuando Páez y Falcón suscribieron el tratado de Coche, el espíritu de tolerancia, de respeto y de armonía.
De lo contrario, veremos cómo se sigue desgarrando el tejido social con funestas consecuencias para la convivencia y para la reconstrucción de Venezuela.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
@EFernandezVE
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