¿Y ahora… qué?
Ismael Pérez Vigil
Esta semana se aclaró –u oscureció– aún más el panorama internacional que rodea a la crisis venezolana. Varios hechos así lo demuestran, los dos más importantes: la destitución de John Bolton y la solicitud de Venezuela de activar el TIAR.
Tres altos funcionarios del gobierno de los Estados Unidos – Mike Pompeo, John Bolton y Elliott Abrams– habían dicho en diversas oportunidades que a pesar de que “todas las opciones” estaban sobre la mesa, lo aconsejable, recomendable o deseable era que se produjera una “negociación” para resolver la crisis venezolana. Ciertamente, esas declaraciones se producían siempre en medio de un “tira y encoje”, de veladas y no veladas amenazas, que hacían que todo fuera muy confuso y se alentara todo tipo de interpretaciones y esperanzas. A pesar de que muchos alertábamos contra las falsas esperanzas de una intervención militar externa, eran también muchos los que mantenían esa expectativa.
Sobre la destitución de John Bolton como Asesor de Seguridad y las declaraciones del presidente Donald Trump de que la destitución del alto funcionario se habría producido, entre otras razones, porque se habría “pasado de la raya” en el caso de Venezuela nos queda la duda: ¿Cuál sería esa misteriosa raya?, creo que nunca lo sabremos. Lo cierto es que esta decisión parece disipar la alternativa, que siempre fue poco probable, de una invasión de Venezuela por parte de tropas de los Estados Unidos y mucho menos de cualquier otro país.
Pero decía que esto aclara u oscurece más el panorama, porque ahora que debería estar definitivamente claro que no habrá ninguna invasión –que ningún país liberará a Venezuela de su crisis, y por lo tanto que es inútil esa estrategia de entregar en manos de otros la solución de nuestros problemas–, se complica más la estrategia opositora, pues con los sucesos que se vienen dando desde finales de julio, no solo no habrá la siempre utópica invasión, sino que además los voceros de la oposición declaran que —al menos por el momento– tampoco hay diálogo, ni negociación que nos conduzcan a una salida, mediante unas elecciones libres.
Veamos ahora lo de la activación del TIAR. Aunque una utópica intervención militar externa ya no vendrá desde los Estados Unidos –ni desde Colombia, ni desde Brasil–, algunos todavía persisten en ver esta alternativa, y ahora es en el TIAR donde ven un posible camino a esa intervención. Pero con lo ocurrido el pasado miércoles 11 de septiembre en la sesión sobre el TIAR, en mi opinión –y me perdonan los amigos analistas internacionales, que son mucho más optimistas que yo– una intervención militar a partir de la activación del TIAR, es otra vana esperanza. Primero, porque ya desde antes de que se comenzara a hablar sobre el tema varios países –Brasil y Colombia, por ejemplo– habían negado su apoyo a cualquier intervención militar en América Latina; y segundo, porque la decisión del día 11/9 no fue, en mi opinión, todo lo auspiciosa que se esperaba. Fue aprobada, ciertamente, la propuesta presentada por Venezuela, por el gobierno de Juan Guaido, pero en esa aprobación perdimos tres importantes apoyos que antes teníamos: Costa Rica, Panamá y Perú, y tenemos la advertencia de otros (Chile, por ejemplo, y antes Brasil y Colombia) de que nunca apoyaran una intervención militar en Venezuela por parte del TIAR.
En mi opinión a la decisión adoptada sobre el TIAR le podemos dar todas las vueltas que se nos ocurran –y algunos se las darán– pero lo cierto es que una decisión sobre Venezuela, conocida como lo es la crisis que padecemos, que debió ser aprobada, por lo menos, con 15 votos de 18 posibles, fue aprobada solo por 12 países y algunos, como dije, con reservas sobre la intervención militar. Claro que la militar no es la única opción que plantea el TIAR, pero qué duda cabe en que esa es la primera que a muchos se le viene a la mente.
Soy de los que cree que, al final, saldremos de esta crisis con un proceso electoral, donde se exprese masivamente el pueblo venezolano; el problema es cómo logramos eso, pues para que ocurra tienen que darse, como pinzas de una tenaza, dos condiciones importantes: una presión internacional fuerte, contundente, creíble; y una presión interna, masiva, organizada, que ponga al régimen contra la pared y lo obligue a negociar una salida.
Estamos en este momento en un fuerte “reflujo” interno, en cuanto a movilización opositora; y frente a una situación compleja en cuanto a mecanismos de presión internacionales que se constituyan en esa amenaza creíble contra la dictadura. No pareciera que los Estados Unidos vayan a ir más allá de las sanciones personales que ya ha tomado, y esperemos que –tras lo ocurrido con John Bolton– no haya retrocesos significativos; la Unión Europea, por otra parte, no termina de adoptar medidas más fuertes, pues parece que algunos de sus países se “conforman” con los aportes en inversión y turismo de algunos conspicuos representantes de la dictadura. ¿Es el TIAR, en las condiciones en que fue aprobado, la amenaza creíble? Realmente lo dudo.
Toca barajar y repartir las cartas nuevamente, en la amplia mesa opositora, para buscar una estrategia, que contemple también el tema de las elecciones libres, sin dogmatismos de ninguno de los extremos. Por supuesto, en mis cálculos no entra la abstención electoral, no estoy con los que piensan que sigue siendo una opción válida a priori; pero tampoco con los que creen que se debe acudir al proceso bajo cualquier condición o ninguna; debemos luchar por algún tipo de garantías o condiciones, no hay que aceptar cualquier proceso, de la forma que sea, bajo el razonamiento de que “no hay capacidad negociadora”, como dicen. Tampoco creo que tengan razón los que creen que estamos en capacidad de negociar condiciones electorales, utópicas e irreales, como si negociáramos con quien respeta el estado de derecho y no con una dictadura inescrupulosa y cruel que se sostiene solamente en la fuerza de las armas.
Reitero, es necesario una presión internacional fuerte, contundente, creíble; y una presión interna, masiva, organizada, que ponga al régimen contra la pared y lo obligue a negociar una salida.
Politólogo
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