CUENTO CHINO
RAMON PEÑA
El
espejismo de los bodegones y la circulación de dólares, estimada esta
última en más de la mitad de las transacciones comerciales actuales, ha
sembrado en la mente de algunos opinadores el anticipo de una ruta China
de la economía por parte de la dictadura. Prematuro pronóstico a partir
de una circunstancia esencialmente casual, que aflora en una economía
regida por el patrón de “como vaya viniendo vamos viendo” siempre que
sirva al interés de preservar el poder poltíco. El fenómeno actual no es
más que el de un enclave de aparente bonanza de una minoría, en el
marco de la mayor desigualdad social de todo el hemisferio.
Recordemos
que el modelo económico de China no es nada casual. Comienza con la
iniciativa de Deng Tsiao Pin en 1978, para rescatar a China de la
miseria -de un ingreso per cápita de US$40 anuales- mediante un proceso
altamente disciplinado de profesionalización de la economia de mercado,
orientado a la competitividad exportadora como fuente de riqueza. Con
los mejores cerebros del país, bajo la direccion férrea del partido
Comunista Chino, pero conducente a la transferencia de tecnología y la
atracción de inversiones de las primeras economías capitalistas del
planeta.
Nada
que ver con esta burbuja que hoy algunos sobrevaloran, nutrida de la
extracción salvaje de minerales, la circulación de excedentes acumulados
durante 16 años de tráfico de divisas, y remesas de emigrados. Menos
aun con los mediocres cerebros civiles y militares de una economía
endogenizante, arropada en lemas de manido patriotismo. Ni hablar de su
incompetencia manifiesta para administrar la riqueza del país, que ha
sembrado de devastación la producción nacional y todos los servicios
públicos.
Si
algún rasgo común de esta gente con el régimen chino podemos admitir,
sería el autoritarismo, en muchos casos criminal, como el exhibido
recientemente en el ocultamiento, por interés económico, de la pandémica
amenaza del Coronavirus…
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