De ejercicios militares
Luis Alberto Buttó
El asunto ha adquirido trazas de ritornelo: agotado y fastidioso estribillo que se repite constante e innecesariamente a fin de que a todo el mundo le quede claro que ello es lo único que el poder constituido puede hacer, sabe hacer y quiere hacer. Movimiento constante de la noria erigida en máxima acción valedera de ese poder, despótico e ineficiente por lo demás, a la cual se recurre en teatro permanente como respuesta aparatosa y rimbombante ante cualquier hecho que se suceda en el entorno. Signo inequívoco de estos tiempos empantanados en el retroceso histórico donde demasiados que ni siquiera conocen lo elemental de aquello de lo que hablan vocean el discurso recurrente urdido en torno a uniones contranaturales que hacen las veces de paradigma infeliz desplegado para camuflar el predominio de lo militar sobre lo civil que, a fin de cuentas, al establecerse, hace imposible la democracia al desmontar uno de sus principios fundamentales: la subordinación de lo primero a lo segundo, al representar éste la única expresión válida de la soberanía popular. Para describirlo en términos más o menos gráficos, años ya que de ejercicios militares en ejercicios militares se malgasta la vida del país mientras el concepto nación se desmonta a pasos agigantados.
Lo peor del tema es, quizás, lo desacertado, lo insustancial, de la manera cómo el grueso de la sociedad lo aborda, apenas medio mirando lo superficial y obviando, por ende, la verdadera discusión a plantearse en el marco del ejercicio de plena y madura ciudadanía. Deja mucho que desear, en términos de construcción de futuro inmediato posible, la respuesta de una sociedad que a estas alturas de la vida republicana, y en función de todo el arrebato de libertades políticas y civiles experimentado, debería ser consciente de lo que estas cosas implican y conllevan, pero no procede con propiedad y, en líneas generales, se vuelca tan solo a elaborar y circular “memes” o tuits pensados con la única finalidad de burlarse grotescamente de quienes se muestran participando en estos ejercicios. Así las cosas, la chacota suplanta el debate y el trasfondo del asunto pasa a segundo plano nunca considerado. Pareciera que todavía no se entiende que al responder tan solo con guachafita gana el poder porque se garantiza que la gente no descifre aquello que para su bienestar debería comprender.
Así las cosas, la discusión necesaria debería centrarse en lo importante. Por ejemplo, buscar respuestas a interrogantes como las siguientes: ¿qué implica en términos de militarización progresiva de la sociedad la realización constante de ejercicios militares que, como el discurso oficial recalca, apuntan a la simbiosis “cívico-militar”, aun a sabiendas de que tal expresión no es más que intragable oxímoron? ¿Es el espíritu militar el que debe prevalecer en la sociedad cuando, en sí mismo, representa un mentís a la posibilidad de que la gente asuma los cánones de la participación ciudadana como leitmotiv, lo cual luce tarea impostergable de realizar en lo inmediato si se pretende construir una sociedad realmente democrática? ¿Debe prevalecer el orden cerrado en vez de la sana y necesaria discusión que conduce a la búsqueda de la mejor respuesta posible de cara a la solución de los ingentes problemas nacionales? ¿Dónde queda el escrutinio de la población responsable que no solicita rendición de cuentas ante los cuantiosos recursos que inevitablemente se gastan en la realización de ejercicios de este tipo cuando, verbigracia, la responsabilidad inexcusable del Estado de brindar atención sanitaria y educación suficientes y de calidad siglo XXI se ignora olímpicamente? En fin, ¿por qué no se discute lo esencial y se deja de lado lo banal?
Es perentorio recalcarlo: ¡ejercicio ciudadano! Lo demás entorpece.
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