sábado, 8 de febrero de 2020

EL REGRESO Y LA PROPUESTA 

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     ISMAEL PEREZ VIGIL

Al escribir estas líneas aún no ha concluido el periplo de Juan Guaidó, que ya se puede calificar como un rutilante éxito –al menos en lo que se refiere a terminar de desenmascarar el régimen venezolano– tras ser reiterado el apoyo internacional que tiene como presidente de la única institución democrática, legitima e independiente del país: la Asamblea Nacional, ser reconocida su condición de presidente encargado y lograr un mayor respaldo y reconocimiento internacional para toda la oposición venezolana, incluida aquella que lo adversa y que tiene desatada contra él una verdadera guerra sucia, disfrazada de “critica necesaria”.
Muchos de estos “críticos” utilizaron sus redes sociales o los espacios radiales, televisivos o de prensa escrita, nacional e internacional, a los que tienen acceso, negaron a Guaidó “el pan, la sal y el agua”, apostaron al fracaso de la gira, sembraron dudas e infundios, o simplemente se burlaron de los esfuerzos, particularmente por no haber sido recibido por el presidente de España. Ni que decir todo lo que especularon sobre su visita a Washington y si habría de ser recibido o no por el presidente de los Estados Unidos. Tras lo ocurrido el 5 de febrero en el Congreso norteamericano, solo las mentes mezquinas y pequeñas no ven el éxito de la gira; y la mezquindad se manifiesta también en aquellos que la criticaron y ligaron al fracaso y ahora, sin reconocer su equivocación (en Venezuela nunca, nadie, reconoce sus errores o se disculpa), aunque sea tardíamente, tratan de “subirse al carro de la victoria” y arrimar la brasa para su gastada sardina.
Durante estas semanas hemos visto como arreciaron las críticas negativas a Juan Guaidó, a la gira como tal, a su gestión durante el 2019 en la conducción de la política opositora; también hemos visto y oído críticas a la llamada “oposición oficial” y a la AN por no haber logrado el objetivo central del cese de este régimen de oprobio. “La crítica siempre es necesaria”, justifican, aun la negativa, amarga o injusta y debe ser bienvenida; de acuerdo. Pero una cosa es la crítica y otra muy distinta es la difamación, el intento de destruir a la persona o su reputación. Pero ya sabemos que, al parecer, para algunos, solo es posible crear su espacio político denigrando y destruyendo el de los demás.
No hablo, en esta ocasión, de participar o no en las elecciones parlamentarias, –que a muchos también les suenan fantasiosas, he de reconocerlo– a pesar de que yo creo que hay que hacerlo, como he dicho, como política opositora unitaria. A lo que me quiero referir con las propuestas que Juan Guaidó habrá de formular al regreso de su gira, es a propuestas que vayan en el sentido de acompañar al pueblo en la búsqueda de una salida a la miseria en la que vivimos.
Estoy consciente de que no es este el espacio para delinear estrategias o tácticas opositoras, pero sí lo es para esbozar algunas ideas y orientaciones para la reflexión. Aunque es lógico que se aguarde ansiosamente el regreso de Juan Guaidó, no se debe esperar la llegada de un mesías, de un iluminado o de un caudillo populista, de la misma calaña que los que han asolado esta tierra. No esperemos que Juan Guaidó traiga una especie de bálsamo milagroso o que acuñe un nuevo mantra para resolver la situación crítica del país. Esperemos más bien el regreso de un líder político, que tenga la disposición de lo dicho más arriba, de comprometerse con su pueblo, en acompañar al pueblo, a encontrar una salida a la profunda crisis económica, social, –humanitaria, en síntesis–, que todos estamos padeciendo.
Ya es momento de que se ofrezca algo que nos ha faltado como opositores a este régimen de oprobio: alternativas viables para la superación de la penuria económica a la que nos han arrastrado, que van mucho más allá del cese de la usurpación, aunque obviamente la contienen.
Tenemos suficientes diagnósticos, estamos conscientes y hemos evaluado, descrito y denunciado las causas profundas que nos han llevado a la desgracia en que vivimos: la destrucción de la industria del país, –toda, la petrolera, la minera y la manufacturera–; y las consecuencias de esto en la generación del brutal desempleo, en la caída del salario, del ingreso y el poder de compra de los venezolanos, en la escasez de alimentos, en el deterioro de los servicios básicos y todas las innumerables penurias que padecemos y que sería largo y tedioso de enumerar. La fase de denuncia, siempre necesaria, debe continuar, pero debe avanzar hacia una fase de propuestas más concretas, pero realistas.
Ya no basta con decirle al pueblo que la solución es la salida del poder del usurpador gobernante y la “élite” corrupta que nos mal gobierna; ni siquiera es suficiente con decir la fórmula que se propone –intervención externa, militar interna o la vía electoral, la que yo apoyo–; es necesario producir un discurso, una narrativa, que entusiasme y lleve a ese pueblo a seguir a los líderes opositores y a comprometerse en la búsqueda de la solución.
Tampoco creo, es mi opinión, que esa narrativa se deba centrar en temas como: corrupción, falta de democracia y libertad, falta de transparencia en la gestión pública y temas similares, por más que estemos de acuerdo en que todos esos males son parte de las causas profundas de los problemas que nos aquejan y sea indispensable encararlos como parte de una solución definitiva.
Pero, frente a un pueblo agobiado por lo cotidiano, por buscar ingresos para su familia, alimentos que poner en la mesa, medicinas; asediado por la falta seguridad personal y para los suyos, por la falta de gasolina para desplazarse o de gas para cocinar, por la falta de electricidad y agua; ante tanta penuria, concreta, que se siente en la piel, hablar de la falta de transparencia, de democracia o de la corrupción, no creo que sea la fórmula para lograr el entusiasmo y el acompañamiento popular, masivo, necesario para la gestión del cambio.
Y creo que algunas encuestas así lo señalan: que menos del 1% de la población cree que la corrupción es un problema, mientras que más del 25% y hasta el 30% piensan que la falta de alimentos y la economía sí son los problemas graves del país.
En otras palabras, ya es hora de que el discurso opositor, se centre en la economía y la alimentación, que parecen ser los problemas que más angustian e interesan a la gente. Y en todo caso, hay que explicar, ligar, el tema de la corrupción, la falta de la transparencia, e incluso la falta de democracia, como causas del deterioro económico y demostrar que son las razones por las cuales no hay recursos para producir e importar comida, para tener agua, gas y electricidad, que son las cosas que la gente siente como carencias.
Ese discurso, debe ir acompañado con alternativas de política y movilización que sean “asequibles”, posibles, para que la gente se incorpore. Debe ir acompañado también de una “narrativa”, de una “historia” que explique cómo los populistas de todo pelaje –como los que nos mal gobiernan– nos han separado, desviado, conducido con su promesas falsas e inútiles a la situación en la que nos encontramos. No es tarea fácil. Lo han dicho muchos y muchas veces, el discurso populista –ese que dice: “tú eres pobre porque otros, los ricos, los empresarios, te han quitado la riqueza que es tuya y que tu mereces; pero aquí estoy yo para restablecerte tus derechos…”–, es un discurso muy poderoso, que tiene siglos predicándose y diseminándose, mutando como un virus, que resiste y se adapta, adquiriendo diversas formas según la época.

Por eso, no podemos esperar que Juan Guaidó llegue con una propuesta como si se tratara de un milagroso elixir, un nuevo mantra, que al no alcanzar resultados –pues no hay tal cosa como resultados rápidos y mágicos–, se convierta en una fraseología hueca, que en poco tiempo tengamos que estar lamentando. Falta trecho por recorrer y no será fácil, pues son muchos los errores cometidos. No sigamos cometiendo más, rompamos de una vez el circulo vicioso –promesas fáciles-dificultades-frustración–. La solución a la salida de esta dictadura no está a la vuelta de la esquina. Se trata de encontrarla, es un proceso y se trata de acompañar al pueblo en ese proceso.

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