Eduardo Fernandez
Hoy contemplamos abrumados la incapacidad de nuestra clase política
para resolver de una manera inteligente y civilizada nuestra crisis
institucional
Uno de los poemas más conocidos del gran poeta venezolano Rafael
Cadenas se llama “Fracaso”. El poeta, por cierto, mereció entre otros
muchos reconocimientos el Premio Internacional de Poesía ciudad de
Granada, otorgado por el Ayuntamiento de esa ciudad en el año 2015.
Recuerdo el título del poema con motivo de la terrible crisis que estamos viviendo los venezolanos. El poema de Cadenas podría llamarse también elogio del Fracaso. Hay una línea en la que dice: “Me has hecho humilde, silencioso y rebelde”.
Pertenezco a una generación que tuvo el privilegio de disfrutar los mejores años de la historia de Venezuela como República Independiente. De los doscientos años que llevamos ningún tiempo fue mejor que el comprendido entre el final de la tiranía gomecista en diciembre de 1935 al advenimiento del siglo XXI. Fueron años de progreso material, cultural, institucional. Venezuela llegó a convertirse en un ejemplo para todo el continente y en una referencia en la lucha por la democracia y por la libertad.
La palabra “Fracaso” sin embargo gravita sobre la conciencia de mi generación. Alguna vez escribí un artículo intitulado: ¿Tenemos democracia porque tenemos petróleo? y me preguntaba ¿Qué pasará cuando el petróleo deje de ser el motor del desarrollo venezolano? ¿Volveremos a los años del atraso, de la pobreza, del caudillismo, del militarismo, de las enfermedades?
Ya el petróleo no es lo que era. Ya Venezuela no es un modelo a seguir, ni una referencia para los que luchan por la democracia y por la libertad. Vivimos una “ilusión de armonía”, pero en los últimos 20 años, hemos vuelto a parecernos a la Venezuela del siglo XIX, pero peor.
Nuestra generación no fue capaz de construir una democracia estable, ni una economía auto sustentable, no logramos, la erradicación de la pobreza, ni acabar con la corrupción, tampoco fuimos capaces de ganar la batalla de la educación, de la ciencia y de la tecnología.
En 1988 le presenté al país un programa para el cambio, para construir una Democracia Nueva. Fue un fracaso de mi parte no haber convencido a la mayoría. La mayoría prefirió “más de lo mismo”. Y las consecuencias las estamos sufriendo ahora.
Hoy contemplamos abrumados la incapacidad de nuestra clase política para resolver de una manera inteligente y civilizada nuestra crisis institucional y pareciera que la esperanza de muchos estuviera en que la fuerza del imperio termine componiendo lo que no fuimos capaces de componer nosotros.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
@EFernandezVE
Recuerdo el título del poema con motivo de la terrible crisis que estamos viviendo los venezolanos. El poema de Cadenas podría llamarse también elogio del Fracaso. Hay una línea en la que dice: “Me has hecho humilde, silencioso y rebelde”.
Pertenezco a una generación que tuvo el privilegio de disfrutar los mejores años de la historia de Venezuela como República Independiente. De los doscientos años que llevamos ningún tiempo fue mejor que el comprendido entre el final de la tiranía gomecista en diciembre de 1935 al advenimiento del siglo XXI. Fueron años de progreso material, cultural, institucional. Venezuela llegó a convertirse en un ejemplo para todo el continente y en una referencia en la lucha por la democracia y por la libertad.
La palabra “Fracaso” sin embargo gravita sobre la conciencia de mi generación. Alguna vez escribí un artículo intitulado: ¿Tenemos democracia porque tenemos petróleo? y me preguntaba ¿Qué pasará cuando el petróleo deje de ser el motor del desarrollo venezolano? ¿Volveremos a los años del atraso, de la pobreza, del caudillismo, del militarismo, de las enfermedades?
Ya el petróleo no es lo que era. Ya Venezuela no es un modelo a seguir, ni una referencia para los que luchan por la democracia y por la libertad. Vivimos una “ilusión de armonía”, pero en los últimos 20 años, hemos vuelto a parecernos a la Venezuela del siglo XIX, pero peor.
Nuestra generación no fue capaz de construir una democracia estable, ni una economía auto sustentable, no logramos, la erradicación de la pobreza, ni acabar con la corrupción, tampoco fuimos capaces de ganar la batalla de la educación, de la ciencia y de la tecnología.
En 1988 le presenté al país un programa para el cambio, para construir una Democracia Nueva. Fue un fracaso de mi parte no haber convencido a la mayoría. La mayoría prefirió “más de lo mismo”. Y las consecuencias las estamos sufriendo ahora.
Hoy contemplamos abrumados la incapacidad de nuestra clase política para resolver de una manera inteligente y civilizada nuestra crisis institucional y pareciera que la esperanza de muchos estuviera en que la fuerza del imperio termine componiendo lo que no fuimos capaces de componer nosotros.
Seguiremos conversando.
Eduardo Fernández
@EFernandezVE
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