Memorias de un viajero en Caracas: Cómo viven y disfrutan los conectados que siguen haciendo plata en Venezuela
Juan
Carlos Zapata (ALN).- Vio a unos que le decían que el régimen paga con
lo que tenga a mano. Con dólares. Con euros. Con petróleo. Con oro. Con
coque. Y vio a uno que le aseguró que es tanto el desorden que 16 buques
cargados de petróleo no fueron pagados en 2019, y le endilgan este
fiasco al presidente de Petróleos de Venezuela, PDVSA, general Manuel
Quevedo, por haberle entregado esa operación a unos boliburgueses de
maletín.
Estuvo de visita en Caracas y vio los negocios. A través de los negocios se observa la política y el poder. Llevaba tres años sin pisar Venezuela. Se sintió seguro porque anduvo en camioneta blindada. Las camionetas de lujo que circulan por Caracas son
blindadas. Se sintió seguro porque hay soledad en las calles, y el
agobio de los motorizados casi no existe. Se vio con un personaje que le
explicó que existen los cuerpos parapoliciales y paramilitares que
ejercen el terror, que hacen razzia en los barrios, que ejecutan
delincuentes.
Fue
a restaurantes. A los de antes. Y algunos nuevos. Y vio al procurador
General de Maduro en una mesa, y todo tranquilo. Y vio al fiscal General
de Maduro en la mesa de otro local, y todo tranquilo. Y vio al gordo
alto del maletinazo de los dólares y los euros. Y hasta llegó a
compartir un café con el hijo de un encumbrado general de la Guardia Nacional que le hablaba de un mundo de oportunidades y de que en Venezuela se
seguía haciendo plata. Mucha plata. Por la forma de exhibirse ante el
público, por la forma de sentarse, y porque no se veía un solo
guardaespaldas en metros a la redonda, nuestro personaje concluyó: Son
dueños de Venezuela. Se apoderaron de Venezuela.
Visitó un amigo quien tiempo atrás lo llamó por teléfono para que le aconsejara cómo montar un restaurant en Madrid.
El amigo ya había cambiado de idea. Le dijo que 2019 había sido su
mejor año. Y que los márgenes de ganancias obtenidos en su restaurant,
ubicado en el este de Caracas, no se conseguían en otro lugar del
mundo. Le habló de la dolarización. De cómo compra y vende todo en
dólares. De cómo tuvo que ajustar salarios en dólares. Que ya no ve el
bolívar por ninguna parte. Que las transacciones en dólares le permiten
calcular mejor los costos. Ingresos, costos y utilidades.
Los
amigos médicos le dijeron algo parecido. Hasta el intelectual que
ofrece conferencias y talleres. Cobran en dólares. Pagan en dólares.
Ganan dinero. Y no se meten en política. El viajero tampoco habló de
política. Intentó no hacerlo para no interferir en las conversaciones de
las que podía obtener datos.
Como que Alex Saab, el boliburgués internacional, sigue siendo el hombre fuerte en las importaciones de alimentos. Que Nicolás Maduro y Cilia Flores se
lo agradecen porque el programa de las cajas Claps, los alimentos
subsidiados, funciona y eso mantiene en calma a los sectores más pobres.
Terror y comida. Violencia de Estado y comida. El programa de alimentos
subsidiados es clave en ese universo porque la otra realidad es que lo
que se consigue en los llamados bodegones y en los supermercados, marca
precios de vértigo. Comparó y los de Caracas duplican y triplican los
precios en euros de Madrid. Con decir que a su esposa, que llevaba 5
años sin ir a Caracas, le alcanzaron los 50 dólares que dispuso sólo
para llenar con productos bolsa y media.
Vio
que los más débiles ante la realidad económica son los jubilados, los
profesores, los maestros, los empleados públicos, que siguen ingresando
bolívares. Si este segmento de personas no ha desfallecido
completamente, es porque cuentan con las remeses que les envían los
hijos, o un amigo, o un familiar, desde el exterior. El resto de la
gente se rebusca. Lo hace el carpintero. Lo hace el mecánico. Lo hace el
buhonero. Lo hace inclusive el hombre que parquea y cuida los
automóviles en los restaurantes. A este los clientes le dan un dólar de
propina, y a veces algo más. Y si llega a cuidar 40 automóviles al día,
¿saque la cuenta? Pueden ser 1.000 o 1.200 dólares al mes. Esta cantidad
es un lujo en aquella ciudad. Y ese hombre va al barrio. Y en el barrio
paga en dólares. Y el otro le da cambio en dólares. Y así las
transacciones se ejecutan en dólares. Porque prefieren el dólar. No el
euro que el régimen de Maduro ha querido imponer como moneda de pago.
Vio las tiendas Traki llenas de productos importados. Y atestadas de gente. Pagando en dólares. Vio aviones despegar del aeropuerto La Carlota. El aeropuerto que Hugo Chávez le
quitó a los ricos de antes, donde dijo que iba a levantar un parque
-nunca lo hizo-, y que ahora, La Carlota, es aeropuerto para la casta
civil y militar. Pero los aviones que despegan de La Carlota lo hacen
con estricta autorización de Casa Militar. De la guardia personal de Maduro. Sea quien sea el que quiera despegar debe contar con el permiso del general Iván Hernández Dala.
Horas antes de que regresara Guaidó al país, oyó a una funcionaria de aduana en el aeropuerto internacional de Maiquetía clamar porque metieran preso a Juan Guaidó “para
que se encienda el conflicto y se acabe esta vaina”. Pero la mujer
también decía, la vio y la oyó decir, que “no se atrevían con Guaidó,
que no lo iban a meter preso porque está protegido”. Vio esto,
sorprendido de que la mujer fuera tan abierta en sus expresiones.
Constató que la gente quiere el cambio, pero el “chip” de la política lo
tienen semiapagado, o en pausa o en silencio, porque la prioridad es la
supervivencia.
Vio
a un par de empresarios de los de antes decir que los costos se los
están comiendo. Que con la estructura que arrastran les resulta
imposible hacer frente a las importaciones que llenan los anaqueles de
algunos negocios. Pero que ya saben, le dijeron, que del régimen no
habrá incentivos, no habrá subsidios, nada, de modo que si quieren
seguir vivos en Venezuela, deben apelar a recursos propios, a ahorros en
el exterior, lo cual les resulta difícil invertir por el alto riesgo
político. Pero de hecho, ya de por sí están subsidiando a sus propias
empresas, a la espera del cambio que se atrasa.
Vio
que si te conectas puedes entrar al negocio de las importaciones. Y ahí
están algunas de las oportunidades de las que hablaba el hijo del
general. Vio a uno de los boliburgueses conectados que le dijo que él ya
no estaba en el negocio de los alimentos porque en ese sector hay mucha
puja, y que los militares quieren también ese negocio, y que por allí
puede venir un conflicto. Vio a otro quien le aseguró que dejó lo demás
para dedicarse al petróleo. La industria del petróleo en proceso de
privatización.
Vio
a unos que le decían que el régimen paga con lo que tenga a mano. Con
dólares. Con euros. Con petróleo. Con oro. Con coque. Y vio a uno que le
aseguró que es tanto el desorden que 16 buques cargados de petróleo no
fueron pagados en 2019, y le endilgan este fiasco al presidente de Petróleos de Venezuela, PDVSA, general Manuel Quevedo,
por haberle entregado esa operación a unos boliburgueses de maletín, y
que Quevedo se excusa en que había que vender petróleo a como diera
lugar, dada la emergencia impuesta por las sanciones. Por estas cosas
del general Quevedo es que corre el rumor de que puede ser sustituido en
la presidencia de PDVSA y la primera opción la tiene nada más y nada
menos que la vicepresidenta Ejecutiva de Maduro, Delcy Rodríguez.
Y
vio a uno que le explicó que hay que olvidarse de que el régimen vaya a
subir la producción petrolera a 3 millones de barriles diarios. Que con
un millón y un poco más les basta. Que ya encontraron el esquema de
cómo mantener el país con un nivel de ingresos medido, y que sea
suficiente para el reparto de los negocios, y para el reparto
clientelar, y para seguir soportando las sanciones. Les basta con lo que
arrojaría el petróleo, el oro, y también el narcotráfico porque mucho
de los dólares que circulan provienen de la droga.
Y
supo por boca de otro que el “genio” de la ingeniería financiera que
hace posible el sostenimiento de la estructura es el ministro de
Finanzas, Simón Zerpa, que tiene en lista quiénes pueden en el
exterior pagar en nombre del régimen un envío de mercancía, de
alimentos, de medicinas, de repuestos, de diluyentes químicos, de lo
urgente, pues, a cambio de petróleo o de oro. En la lista aparecen
boliburgueses pero también operadores internacionales, buitres del
dinero, habituados a estas prácticas, como evadir sanciones, expertos en
que la plata no roce las instituciones sancionadas ni los bancos de
control riguroso.
Vio filas largas en discotecas. Vio los restaurantes atestados. Oyó del hijo del general que se le había vencido la visa de los Estados Unidos. Que ya no podría ir a Miami ni a Nueva York,
que tampoco se atrevía a viajar a ninguna parte del mundo. Vio cuando
le dijo: Me gasto la plata aquí. Disfruto aquí. Soy feliz aquí. Y eso
más o menos fue lo que le dijo uno de los sancionados a quien se vio en
un lugar público de la ciudad:
-¿Qué haces?
-En lo mismo. En lo mío. Haciendo mis cosas. Aquí, en Venezuela.
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