Es claro que tuvo muchos éxitos evidentes y públicos, en términos de imagen y relaciones internacionales, que sin duda enervan a muchos de sus enemigos, no sólo en el gobierno y chavismo, sino incluso a algunos de sus conocidos adversarios circunstanciales dentro de la misma oposición.
Sin ánimos de hacer una lista exhaustiva de esos logros, me gustaría resaltar los mas importantes: 1) Relanza su protagonismo político, el cual había sufrido un importante desgaste en términos de respaldo popular (que habían perdido mas de 23 puntos porcentuales entre febrero y diciembre 2019) y, sobre todo, en cuanto a las esperanzas de la población en que las acciones opositoras, líderadas por él, pudieran producir un cambio de gobierno en los próximos tres meses, que había pasado de 63% en febrero a apenas 21% al cierre de 2019. Es claro que esa caída de esperanzas y respaldo se debe fundamentalmente a que la población, luego de varios meses evaluando su gestión por “procedimiento”, valentía, discurso y promesas, pasó a evaluar su gestión en términos de resultados, atado por supuesto a su triple promesa ordinal de lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y elecciones libres, ninguna de las cuales se pudo concretar en el primer año de gestión, frustrando expectativas creadas. 2) fortalece la sismología de su liderazgo nacional como “Jefe de Estado simbólico”, nombrado por la Asamblea Nacional y refrendado por más de cincuenta países, protagonistas principales del concierto mundial de naciones. Ser recibido por muchos de estos jefes de Estado y coronar con su presencia en el discurso del Estado de la Unión del presidente norteamericano y luego en la Casa Blanca le permitió pulir su condición de líder nacional, independientemente de su ausencia de control territorial; 3) afianza sus alianzas internacionales y consigue renovar los apoyos diplomáticos y de recursos para su lucha por el cambio.
Todos estos objetivos cumplidos son positivos para él, para la oposición y para la lucha por el rescate de la democracia. Pero todo esto es también una obra de arte efímero, que se desvanece muy rápidamente, si Guaidó no trajo consigo algo distinto a lo que ya existía antes de salir. Algo que vaya mucho más allá de los discursos de respaldo internacional, que ya tenía; o el reconocimiento a su presidencia interina, que ya tenía; o la deslegitimación del gobierno de Maduro, que ya había ocurrido; o la agudización de sanciones generales, económicas y financieras que ya existían y cuyo fracaso es históricamente conocido y esperado.
Guaidó y la oposición tienen el reto de concretar su oferta de cambio, y este no puede ocurrir haciendo lo mismo que ya se hizo todo un año, sin resultados. El éxito real no está en reanimar esperanzas, si estas no se pueden concretar en resultados. La gran incertidumbre es si Guaidó trae bajo la manga una nueva fuerza que le permita movilizar a una población, que hasta ahora luce agotada o una alianza internacional distinta, que incluya a los aliados del chavismo, para presionar una negociación política real que nos conduzca al rescate de los derechos políticos y ciudadanos. Si hay algo nuevo, que debemos ver en breve, el juego esta vivo y vale la pena jugarlo. Si en cambio, los logros son sólo la ratificación de lo anterior y no hay espacios para nada nuevo, ni en la lucha, ni en la negociación, sería absurdo y loco esperar un resultado distinto al que ya había y que es evidentemente malo. Esta es una realidad como un templo (más allá de las emociones y deseos), que no intenta proyectar sino plantear los retos gigantes del futuro, que deseamos ver superados.
luisvleon@gmail.com
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