domingo, 16 de febrero de 2020

LOS DESAFÍOS DE UNA GIRA
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        Elías Pino Iturrieta
El exitoso periplo de Juan Guaidó en el exterior debe cambiar el rumbo de la política venezolana. La sonoridad de su visita, por la acogida que tuvo en los poderes establecidos de Colombia, Europa y América del Norte, obliga a pensar en la posibilidad de una mudanza de los trabajos de la oposición en términos positivos. Lo que hizo el joven en su viaje, jamás llevado a cabo antes por un líder venezolano que no detentara el poder a plenitud, conduce a pensar en la apertura de horizontes alentadores en la evolución de un conflicto que transitaba por camino torcido debido a los pasos torpes de la dirigencia en 2019. Todos sabemos los detalles de la gira, susceptibles de provocar gestos de aclamación, pero pueden quedarse en la reminiscencia de una epopeya si lo que realizó en el extranjero no se vuelve trabajo convincente entre nosotros.
Lo que hará el régimen usurpador después de la elevación de Guaidó no cabe en estas líneas, porque seguramente será semejante a lo que ha llevado a cabo hasta ahora: no solo negar los eventos, sino también asegurar que el líder solo existe en el universo de las fantasías. No cambiara el fundamento del discurso, ni su tratamiento de los problemas populares. Continuará su idilio con Rusia y su dependencia de Cuba, que quizá se vuelvan más intensos por razones obvias, pero lo mantendrá sin variaciones de fondo porque le ha permitido sobrevivir sin aprietos. Seguirá su concubinato con la falsa oposición y con los individuos comprados para controlar el Capitolio, que existían antes de la gira y sobre cuya continuidad no admite dudas pese a la repelencia que producen. De allí que lo más interesante pueda ahora consistir en una mirada hacia los de nuestra orilla, no en balde son los más concernidos, para ver de a cómo les tocará en adelante. Y el primer concernido es el triunfal viajero, quien no las llevaba todas consigo cuando hizo las maletas. Ojalá cuando las deshaga, mientras cuelga la ropa en el armario, entienda la necesidad de una mudanza seria de las maneras de hombre público que lo habían conducido a un apocamiento evidente.
Debe pasar de la retórica desgastada a vocablos que se conviertan en el imán del principio, pero, en especial, a una mudanza radical de estrategias para que sus trofeos no naden dentro de pronto en agua de borrajas. El hombre que fue capaz de la elevación exterior, debe llegar a un encumbramiento doméstico sin el cual no se puede pensar con seriedad en metas cercanas. Nadie le puede disputar el liderazgo luego de la fulgurante cruzada, a menos que esté loco o dominado por los consejos de la egolatría, pero debe mimar y multiplicar ese liderazgo porque las pasiones de los pretendientes al lugar estelar están a la espera del oxígeno que los reanime.
Un asunto que no solo incumbe al líder ascendente de nuevo, sino especialmente a los partidos de la oposición. Deben despertar de su letargo para darle con la puerta en las narices a los enclenques rivales de Guaidó, pero especialmente para meterle cemento a una unidad que solo existe en apariencia. Hay que decirlo con claridad: persisten en su seno los odios congénitos entre PJ y VP; se ve a los adecos como unos vejestorios sin destino, mientras ellos levantan las credenciales de su antigüedad para distanciarse de la inexperiencia de los más jóvenes; las banderías de cuño regional no ven más allá de su topografía lugareña, mientras subestiman las necesidades de lo panorámico; todos han dejado que Copei se cocine  en su propia salsa, sin buscar fórmulas para que la verde familia abandone la fragmentación; la pretensión oficialista de controlar mediante presiones subalternas a los partidos que le parecen temibles, no se ha enfrentado con el coraje correspondiente; individuos con el solo aval de su voluntad, o con patrones inconfesables,  realizan faenas de torpedeo constante a la nave de sus ¨amigos¨; desde el extranjero, líderes y grupúsculos no hacen de amalgama sino de interferencia. Si la administración que se ha creado desde la presidencia de la AN no ha funcionado como se esperaba, o ha estado distorsionada por lunares y sombras, se debe a esta dislocación que debería terminar en breve.
Después de una gira internacional tan cargada de promesas, Guaidó y los partidos que lo acompañan están ante el desafió de la coherencia y del triunfo.  
Deben buscar la consistencia que no ha sido su emblema, el éxito que les ha sido esquivo por propia responsabilidad, por una incongruencia que no solo los ha alejado de la posibilidad de tener el poder sino también el favor popular.
El viento de otras latitudes es tornadizo y no se quedará para facilitar la vida de la oposición. 

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