lunes, 5 de abril de 2021

CANTINFLAS, LEGISLADOR


RAMON GUILLERMO AVELEDO


Las viejas películas de Mario Moreno, el genial comediante mexicano, son refresco mental en estos tiempos que vivimos, cuando la realidad no nos da tregua. Recién lo he recordado y no solamente en Si yo fuera Diputado, como sugeriría el título de esta nota, sino en ¡Así es mi Tierra!, por una escena en una cantina donde se pasa en los tequilazos y borracho, habla, camina, tropieza en un verdadero desastre, gracioso en el cine pero de seguro molestísimo en la vida real. ¿Quién no ha sufrido un borrachito necio?

En la primera, de 1952, es un barbero que de tanto conversar de leyes y política con un cliente ha adquirido conocimientos jurídicos con los que asesora a vecinos y parroquianos. Cantinflas acaba lanzándose como candidato y ganando la banca en el Poder Legislativo Nacional a Don Próculo, otro cliente “abusado” como dirían allá, lo cual no significa que abusen de él sino que por ser tan avispado tiende exactamente a lo contrario. La postulación del barbero popular está signada por el idealismo en las intenciones de servir al interés de los más humildes y enfrentar los atropellos que cometen poderosos y digámoslo en criollo contemporáneo, enchufados.

La otra es muy anterior, de 1936. Su trama transcurre en tiempos de la Revolución Mexicana. Su papel es de “El Tejón”, un trabajador de finca que adula a un generalote revolucionario, pero hasta allí su vínculo con la política. La conversación etílica de marras es con motivo de sus intentos amorosos con una cholita que le envía, piensa él, mensajes confusos.

Claro que al barbero diputado no se le ocurre embriagarse para redactar proyectos de ley, ni al peón postularse como parlamentario. No es que una y otra cosa sean irremediablemente contradictorias porque no promuevo alguna ley seca ni creo que en una democracia verdadera los cargos de representación popular deban reservarse a letrados. Lo menos que se puede aspirar es que las normas legales sean claras y precisas para cumplirlas.

Pero es que uno ve y padece, las ambiguas, contradictorias y a todas luces improvisadas medidas ante la pandemia o la redacción de ciertos texto legislativos como el proyecto de Ley de Ciudades Comunales, una especie de tizana envenenada y no puede evitar establecer la relación.

Porque una cosa es ser diputado, como quiso y logró serlo Cantinflas en una de sus películas, y otra muy distinta actuar como él en la antológica rasca porque, en onda cantinflérica, Ahí está el detalle.

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