La historia oficial
SEBASTIAN DE LA NUEZ
LA GRAN ALDEA
Nicolás Maduro es el Jorge Rafael Videla de la Venezuela actual. La historia oficial transcurre por un camino y la realidad de la diáspora, de los muertos por la Covid-19 y la tragedia de la Emergencia Humanitaria Compleja, va por otro ignorado o censurado; no cuenta, no tiene nombre, no existe. Es triste, pero esa “historia oficial” hay que desenmascararla todos los días. Hasta que caigan sus escritores.
Las noticias sobre la pandemia provenientes de Venezuela son cada día más alarmantes. Pero siempre rodeadas de suspicacia sobre lo que declaran los voceros gubernamentales. Nadie les cree. Dicen los portales de información que se han contabilizado en Caracas 33 mil casos hasta el domingo 28 de marzo. Aparentemente, desde el inicio de la pandemia. En realidad parece una cifra irrisoria, mínima. Se habla, igualmente, de 133 fallecidos debido a esta causa, en Caracas. Igual, parece una cifra inventada, descaminadora, cercenada. Uno habla por teléfono con cualquier caraqueño y este conoce a alguien que ha muerto en días recientes por esa causa, o que tiene un familiar o un amigo que, a su vez, le ha contado de un familiar o un amigo que ha muerto por esa causa.
Las cifras oficiales siempre provocan un gesto de duda. Pero esto, tal vez, le dé igual al gobierno de Nicolás Maduro. Para el régimen venezolano actual, la realidad va por un camino y su versión de los acontecimientos por otro bien distinto. Pero les vale a sus fines este último. La realidad palpable, por muy palpable que sea, se omite, se ignora, se censura o se aplasta mientras que la vereda por la cual camina el Gobierno, esta versión ficcionada apta para todos los públicos, se impone aunque sea un espejismo, una distopía amañada, un conjunto hilvanado de fake news. Una trampa para incautos. Una vileza.
Es la versión sobre la cual se conducen Maduro, los Rodríguez, El Aissami, Cabello, Padrino López y los demás. Junto con todo su aparataje comunicacional y digital.
La realidad ficcionada de la dictadura no solo está hecha de anuncios y decisiones, de propaganda y vocablos que mienten semánticamente (como el término «privados de libertad» o aquel «dignificados» por damnificados que se inventó Chávez tras la tragedia de Vargas); se tejen verdaderas leyendas. Se crean escenas y escenarios cínicos. Mundos paralelos. El mundo paralelo de la lucha vernácula contra la pandemia, sin ir más lejos. Ha habido de todo, hasta gotitas milagrosas. En estos días, Nicolás Maduro juega a que está preocupado por el coronavirus, dice que «Venezuela evalúa» el método «7+14», que querría decir establecer siete días de flexibilización del confinamiento y catorce de cuarentena, para después de Semana Santa.
“El catedrático alemán Jorge Eickhoff ha hablado sobre la ‘guerra híbrida’ que el madurismo mantiene contra la población”
No hay una Venezuela que evalúe; lo que habrá, en todo caso, será un grupo de individuos inescrupulosos e irresponsables reunidos en alguna oficina de Miraflores. Sin seriedad. Sin rigor. Sin estadísticas ni opiniones de sanitarios ni virólogos a la mano (al menos no de fiar). Lo que evaluarán será, tal vez, si ese sistema los puede ayudar a perpetuarse en el poder sin que los fastidie mucho el asunto de las protestas callejeras o la rebeldía de la Cota 905.
De la población a la cual este Gobierno, en teoría, se debe, sus líderes solo desean tres cosas: O que termine de domesticarse o que se muera o que se vaya.
En efecto, durante una transmisión por Venezolana de Televisión, Maduro aseguró que la comisión presidencial encargada de la pandemia analizará si después de los catorce días de cuarentena vigentes, que culminan el 4 de abril, se aplicará el nuevo método de 7+14. Habló de darle un golpe contundente a la variable brasileña.
El catedrático alemán Jorge Eickhoff ha hablado sobre la guerra híbrida que el madurismo mantiene contra la población. Híbrida por la diversidad de tácticas y herramientas de las que echa mano. Eickhoff, doctor en historia moderna, habla con autoridad ya que, además de su aval académico, vivió unos once o doce años en Venezuela, hasta hace poco. Insiste en ese término, guerra híbrida. La guerra híbrida no tiene precedentes, en su opinión, y además es desigual. En ella entran elementos tales como la censura, la migración forzosa, la propaganda, el tráfico de drogas, el Foro de Sao Paulo, la prisión, la tortura, la hambruna, la falta de educación y el control social.
Una película argentina, La historia oficial (Luis Puenzo, 1985), relata el drama de una mujer de la alta sociedad en Buenos Aires que descubre que la niña que han adoptado su esposo y ella fue robada a una condenada de la dictadura. Alicia, esta mujer de la clase alta, ha vivido en una cápsula ajena a la realidad, allí la ha mantenido su marido, a quien al final descubrimos como torturador, operario del gorilato del dictador Jorge Rafael Videla. Pero una amiga que regresa a la Argentina luego de vivir exiliada le abre los ojos a Alicia: le cuenta que, mientras estuvo cautiva, fue testigo de cómo las mujeres embarazadas se iban para dar a luz pero regresaban sin sus bebés. Ella afirma que esos bebés eran vendidos a parejas ricas. Tomada por sorpresa por esta última declaración, Alicia comienza a dudar sobre el origen de Gaby, la niña adoptada por ella y su esposo. He allí el nudo de la tragedia.
¿En qué se diferencian Maduro y Videla? En que Maduro es más desgraciado y en que su régimen goza de mayor apoyo internacional. Se diferencian por sus métodos de asesinar, más sofisticados y variados en el caso de Maduro. Se diferencian en que el gorilato argentino se cebaba en la militancia de izquierdas y en sus círculos inmediatos; mientras que la dictadura venezolana tiene objetivos más amplios, casi criminalmente democráticos: Va contra toda la población, sin distinguir formas del pensamiento político; solo se salvan la elite gobernante, sus secuaces militares y los núcleos en los barrios armados y perrunamente fieles.
Pero La historia oficial viene a revelar un mismo modus operandi: el enemigo no es gente; podemos robarle, entonces, hasta sus hijos.
Durante los gorilatos del Cono Sur no hubo muertos sino desaparecidos.
Seguramente el eufemismo es una de las herramientas semánticas de la guerra híbrida. Seguramente hay enseñanzas del madurismo que llegan desde Cuba o Rusia, no solo del Cono Sur de los setenta. Las dictaduras aprenden de sí mismas, evolucionan. Se exportan y ganan en técnicas, en capacidades de planificación y ejecución. Es triste. La historia oficial hay que desenmascararla todos los días. Hasta que caigan sus escritores.
@sdelanuez
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