Pandemia, la del gobierno
Trino Márquez
Hasta hace pocas semanas, los casos
de corona virus eran aislados. De vez en cuando se conocía que lo había
contraído y hasta fallecido, algún familiar lejano, algún amigo del cual no se
tenía noticias desde hacía años o el pariente de un vecino. Ahora, el panorama
ha cambiado radicalmente. Las informaciones se refieren a personas cada vez más
cercanas. Un amigo o excondiscípulo muy apreciado. Un familiar con el que
recibí el año 2021. Un compañero de trabajo. El joven que atendía en la
panadería de la esquina. El espectro cubre una gama cada vez más próxima. La
segunda ola del virus ha sido tan agresiva, que el gobierno no ha podido seguir
ocultando las cifras reales. Antes
parecían las de Alicia en el país de las
maravillas. Desde hace algún tiempo, aunque los datos verdaderos no son
revelados, el gobierno se ha visto obligado a admitir que la pandemia crece a
un ritmo acelerado.
Este
nuevo cuadro había sido anticipado por los especialistas. La apertura insensata
que hubo durante los carnavales llevó a la Academia de Medicina, a inmunólogos
y otros especialistas a señalar que semejante insensatez no pasaría impune, y
que las consecuencias se verían pronto. La predicción se cumplió. Los casos de
infección y las muertes se dispararon. Además de ese descuido, otros factores operan
en el origen de la escalada: el hambre crónica y la desnutrición generalizada;
el costo de las mascarillas, que le impide a la gente cambiar de barbijo con la
frecuencia requerida; la falta de agua y jabón antibacterial, que imposibilita
mantener el estricto aseo recomendado para prevenir la enfermedad, la necesidad
de trabajar, movilizarse y exponerse. En una nación arruinada como la Venezuela
de Nicolás Maduro, con un servicio de salud pública en escombros, resulta imposible impedir que el virus se propague
y produzca el alto número de muertes que, según todos los indicios, están ocurriendo
en gran parte del territorio nacional.
Por
increíble que parezca, la escalada de la Covid-19 tomó al régimen inerme. No
bastaron los llamados de alerta de los médicos e institutos que han seguido la
evolución de la pandemia. Las salas de
terapia intensiva de los centros de salud pública, luego de más de un año de
haberse introducido el virus en Venezuela, no han aumentado al ritmo de la
demanda, ni han sido dotados de los equipos necesarios. Carecen hasta de
oxígeno. El gobierno no ha anunciado oficialmente ningún plan de vacunación, ni
siquiera preliminar y tentativo. Ningún ciudadano normal vislumbra en el
horizonte cercano cuándo podrá inocularse. A Fedecamaras, que anunció un
ambicioso plan para adquirir millones de vacunas que se colocarían de forma
gratuita, se le niegan los permisos sanitarios y se le levantan obstáculos incomprensibles
en las actuales condiciones de emergencia nacional. Maduro rechazó la
aplicación de la vacuna Oxford-AstraZeneca, que llegaría al país a través del mecanismo
Covax de la OPS, porque los recursos financieros serían proporcionados por el
equipo dirigido por Juan Guaidó. La desidia se ha combinado con la crueldad y el
revanchismo político, para crear un coctel explosivo en el que los únicos
perjudicados son los venezolanos humildes.
Los
miembros de la nomenclatura madurista, incluidos los militares, no se han visto
afectados por su propia negligencia. Ellos no pagan las consecuencias de su
indolencia. El costo es igual a cero. Nicolás Maduro y su entorno más cercano
ya de vacunaron. A diferencia, por ejemplo, de Ángela Merkel quien no se ha
inoculado porque aún no le ha llegado su turno. La jefa del gobierno de la nación más
poderosa de Europa tiene el pudor de aparecer como una ciudadana más, en unas
circunstancias en las cuales los gobernantes no deben utilizar el poder para
conseguir privilegios indebidos.
Perdonen la comparación.
Lo
más sensato sería que el gobierno aceptase un acuerdo con Juan Guaidó y la
oposición reconocida por casi sesenta países democráticos del mundo, para que
entre ambos sectores se aligere la compra de vacunas y defina de común acuerdo
un programa para su distribución y aplicación. La iniciativa de Fedecamaras está allí. Los
empresarios no han renunciado a materializarla. Solo habría que destrabar el
mecanismo para que lo más pronto posible las dosis de la vacuna -cualquiera de
las aceptadas por la OMS y la OPS- comiencen a llegar a Venezuela y a ser suministradas.
Un
gobierno responsable enfrentaría una situación de emergencia como la que vive
Venezuela, utilizando todos los recursos a su alcance. Nos corresponde
presionar a Maduro para que la negociación y los compromisos se logren. Ante el
crecimiento de la pandemia, los venezolanos necesitan algo más que rezarle al
Nazareno de San Pablo en Semana Santa.
@trinomarquezc
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