De errores y falsedades
Julio María Sanguinetti
El País
Cada vez que ocurre un incidente que involucra a Israel de inmediato se desata una guerrilla mediática en que el Estado judío termina invariablemente en el banquillo de los acusados. No importan demasiado las razones. Incluso gente que se considera demócrata y presume de izquierda, no vacila en alinearse rápidamente con las posiciones de quienes sustentan una ideología anti-occidental y por sobre todo lesiva de la idea de la libertad y dignidad humanas. ¿Qué sostiene, si no, el movimiento Hamas? ¿Qué sostienen los grupos terroristas islámicos? ¿No hemos oído hablar una y otra vez al propio gobierno iraní, un Estado que se sienta en Naciones Unidas, que Israel debe desaparecer de la faz de la tierra? ¿No saben que en ese mundo reaccionario con atmósfera de inquisición medieval la mujer es un sujeto sin derechos, sometido a un estatuto de esclavitud? ¿No oyeron nunca que los atentados terroristas de Nueva York, Madrid y Londres pretendían agredir al corrupto Occidente y sus valores?
El viejo reflejo anti-israelí de los tiempos del comunismo sobrevive y se emparienta muy fácilmente con los grupos neo-nazis que hoy crecen en Europa. Instalando enseguida el terrorismo verbal y la descalificación maccarthista para todos aquellos que pretendamos razonar distinto.
Con esto no negamos que el operativo del ejército israelí contra el buque Mavi Maramara fue un error. Una operación publicitada, que permitió una planificación pensada, nunca debió dar margen a una acción como la que ocurrió. No había -ni hay- dudas, de que se trataba de una acción publicitaria dirigida a quebrar el bloqueo militar de Gaza. Nadie podía imaginar, entonces, que dadas la finalidad y el método, el abordaje de un buque iba a ser una operación pacífica. No se trató de un episodio sorpresivo, de los tantos que se producen, en situaciones de enfrentamiento, sin que nadie lo disponga. En el caso, habían mil y un modo tácticos de impedir que esos buques arribaran a Gaza, sin correr el riesgo que se corrió y sin producir un sangriento resultado.
Las investigaciones en curso podrán arrojar resultados complementarios y aclaraciones, pero cualesquiera sean ellos, estamos ante un error que, desgraciadamente, ha tenido repercusiones políticas muy negativas para Israel. No sólo en la opinión pública mundial sino en los EE.UU. y en Turquía, que ha abandonado la relación que lo vinculaba al Estado judío, de un enorme valor estratégico y político.
Dicho esto con claridad, reaccionamos sin embargo ante el disciplinado coro de quienes siguen hablando de una "flotilla de la libertad" de intención humanitaria, cuando su propósito era político-militar y no se trataba de auxiliar a un país democrático, gobernado democráticamente, sino a un territorio conducido por un movimiento terrorista, una condición que nadie de buena fe puede negar. En una palabra, quienes allí se dirigían tenían claro a quien estaban apoyando. ¿De dónde, entonces, "flotilla de la libertad"?
Ríos de tinta se han gastado estos días para reclamar el levantamiento del bloqueo. En cambio, no escuchamos a nadie exigir medidas para impedir la causa que lo provocó: o sea, la constante agresión con cohetes que partía de territorio de Gaza contra las poblaciones israelíes cercanas. Si se estuviera proponiendo hoy un plan para levantar el bloqueo israelí y asegurar la paz en la frontera, se estaría ante una iniciativa honesta. Reclamar contra el bloqueo e ignorar por qué nació es, por lo menos, una actitud parcial en quienes conocen bien la situación y simplemente aprovechan un error para lanzar una andanada anti-israelí, que envuelve su racismo antijudío en un pretendido antisionismo, que es su etiqueta actual.
Decir lo que decimos bien sabemos que se considerará por muchos una actitud "derechista", "belicista" o "imperialista", como si defender a Hamas y su gobierno en Gaza fuera algo izquierdista, humanista y pacifista.
La solución de la cuestión Palestina sabemos que pasa por la creación de un Estado Palestino, del que ya existe un embrión importante con la Autoridad Palestina. Sin embargo, esa necesaria construcción no resolverá la cuestión del fundamentalismo islámico, que no amenaza sólo a Israel sino a todos los Estados y gobiernos del mundo árabe que no se inclinen ante su fanatismo irracional, del mismo modo que asume como guerra santa liquidar los valores que dan razón a Occidente.
La cuestión, entonces, es profunda y compleja. No se limita a un episodio, que -siendo trágico- no lo es más que los mil y un atentados fundamentalistas que han sembrado muerte y destrucción. La situación de la franja de Gaza no es deseable, pese a que los abastecimientos lleguen diariamente por tierra desde Israel. Allí vive la gente muy mal, en estado de pobreza, pero no de hoy ni por responsabilidad israelí. ¿Qué han hecho los ricos Estados árabes para ofrecer inversiones que dieran trabajo? ¿Cuál ha sido su propuesta "humanitaria" para mejorar esa condición? Ayudar a esa gente no es sostenerla en la actitud de Hamas sino todo lo contrario.
El Estado Palestino nacerá algún día cabalmente. Y merece existir tanto como Israel tiene derecho a tener fronteras seguras. Pero no es posible seguir en la falsedad propagandística. ¿"Flotilla de la Libertad" para apoyar el gobierno de Hamas? Si se quisiera realmente ayudar, nos imaginamos convoyes de medicamentos y alimentos o cuantiosas inversiones destinadas a dar trabajo. Pero hablar de "libertad", tratándose de organizaciones totalitarias que la niegan, rebasa la ingenuidad para caer en el territorio del "cretinismo útil", como se decía en los viejos tiempos de la guerra fría.
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