martes, 1 de junio de 2010

EL DISCURSO DE LA DERROTA DEFINITIVA

Después de ver el triunfo arrollador y contra todo pronóstico de encuestas, de Juan Manuel Santos, en las presidenciales de Colombia, es difícil permanecer indiferente por las implicaciones que tiene para la región y Venezuela.

Lo primero que salta a la vista de manera protuberante es el patinazo monumental de las encuestadoras, que auguraban –todas sin excepción- un final de fotografía entre Santos y Mockus. El resultado final: 47% a 21% respectivamente. ¡Tamaña distancia¡ Más que duplicado el segundo.

Puedo confesar hoy que los números de las encuestas me tenían bien desconcertado y con dudas. Al consultar a la gente normal y corriente de allá, en su mayoría, me decía que Santos sería el ganador; pero al preguntar a ciertos sectores académicos y de cierto nivel político y social, la respuesta era que Mockus no perdía. A pesar de los sondeos, mi apreciación era que la opción Santos sería la ganadora, vistos los poderosos factores reales que lo favorecían.

No obstante, escribí un artículo (“Yo no voy a Mockus”, Venezuela Analítica) en el que manifestaba mis reservas respecto de un eventual triunfo de Mockus, las que expresaba desde la perspectiva de un venezolano que está padeciendo un régimen militar autoritario que impulsa un proyecto político-ideológico en comandita con el movimiento narcoterrorista FARC de Colombia y la Coordinadora Continental bolivariana, y que tal hipotético triunfo no significaría un muro de contención necesario a aquel plan, habida cuenta del talante, el estilo y los planteamientos poco claros de Mockus sobre el tema.

Visto el triunfo abrumador de Santos el domingo pasado, queda claro quién será el próximo presidente de Colombia. Aunque hasta ahora pareciera que habrá una segunda vuelta, es impensable un desenlace distinto el próximo 20 de junio. A menos que ocurra un imponderable, no será otro el resultado.

Pero a los números duros del resultado, se suma un elemento que, al menos para mí, va a potenciar el triunfo de Santos. Me refiero a cómo encajó la derrota Mockus en su discurso de la noche del domingo. Y aunque no lo parezca, éste es un hecho que tiene mas importancia de lo que pensamos. Ignoro cómo afrontará esta campaña corta, si es que no renuncia antes, pero ese discurso me pareció que sella su derrota definitiva, amen de que aclara a todos porqué no ganó.

He dicho que Mockus ha sido un excelente alcalde, honesto e ingenioso, aunque imprevisible, medio torpe y estrafalario. Su ascenso en las encuestas fue fulminante, y ciertamente respondía a una necesidad política de ciertos sectores colombianos contestatarios del status quo. Su atractivo fue su ejecutoria administrativa y su discurso anti establishment político, sin que eso lo pueda conceptuar como de izquierda, y mucho menos, prochavista. Su programa, que al decir de Plinio Apuleyo Mendoza, era para Dinamarca, no para Colombia, no pareciera que fue bien transmitido por la campaña ni el candidato, y mucho menos comprendido por el común.

Sin embargo, el discurso mencionado develó, con toda amplitud, quién es el personaje y porqué afortunadamente para Colombia y, de paso, para los venezolanos demócratas, no será el presidente de Colombia. No fue el discurso de un estadista, ni del que precisa Colombia, en circunstancias en que todavía de ser completado el trabajo de pacificar el país, derrotar definitivamente al terrorismo y la narcoguerrilla, y frenar a sus aliados externos.

Discúlpenme sus partidarios, pero el domingo en la noche vimos allí a una suerte de autómata, dirigiéndose a sus partidarios con un discurso inconexo (con telepronter), sin alma, sin emoción, gélido, sin entusiasmo, interrumpido por consignas que él seguía y remachaba, como si fuera un predicador evangélico o un monje tibetano; consignas que eran repetidas como mantras, todo lo cual configuró un espectáculo que no vacilamos en llamar patético.

No lucía como un dirigente político, ni moderno ni tradicional, sino como un actor desangelado, que no transmitía entusiasmo, ni credibilidad ni mucho menos confianza. Con todo y sus éxitos, mucho le falta a este hombre para ser el estadista que un país como Colombia demanda.

Si acaso el resultado no hubiese sido suficiente, con esta performance quedó refrendado el triunfo de Santos. Incluso, muchos de sus partidarios han quedado defraudados.

El contraste con el discurso del ganador es notorio. Santos fue amplio, conciliador, cálido, emotivo y entusiasta. A mi juicio, fue el de un líder político, y el mejor que, por cierto, le pude oír durante su campaña.

Para los venezolanos, pienso, que ese triunfo es una buena noticia, sin que esto implique que Santos va a resolver un problema que es sólo nuestro. Santos va a trabajar por su país y los intereses de éste. Tratará de reabrir relaciones con el gobierno de Venezuela, es su obligación. Ya veremos la reacción de Chávez. En cualquier caso, con Santos del lado de allá de la frontera, estamos seguros que el proyecto político de Chávez en la región tendrá un obstáculo, y eso ayuda en la lucha por reconquistar la democracia en nuestro país.

EMILIO NOUEL V.

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