Dar un algo más
DIEGO BAUTISTA URBANEJA | EL UNIVERSAL
Hay algo en juego el 26 de septiembre, que va más allá de la comparación habitual entre dos alternativas políticas, la del Gobierno y la de la oposición.
En cuanto a constituirse como una alternativa frente al actual Gobierno, la Unidad de las fuerzas democráticas ha hecho y sigue haciendo un esfuerzo gigantesco. Ha lanzado planchas unitarias en todo el país. Ha elaborado dos documentos relativos a la agenda parlamentaria, uno consistente en las principales leyes que se promoverán y otro, titulado: "¿para que queremos ser mayoría?", que expone en forma más corrida las razones por las que hay tener una mayoría democrática en la próxima Asamblea Nacional. Se ha preparado un programa de gobierno de más largo alcance, llamado "Cien Soluciones para la Gente", con el aporte de centenares de los mejores especialistas del país. Todo ello se ha reproducido en trípticos y dípticos. Se puede acceder a toda esa producción a través de en una excelente página web: www.unidadvenezuela.org.
Se ha puesto en marcha una seguidilla de declaraciones y pronunciamientos sobre los grandes problemas del país, con gran respaldo técnico y amplia cobertura noticiosa. Ante la increíble negligencia oficial para investigar lo ocurrido con los contenedores, la Unidad ha nombrado una notable Comisión de la Verdad, para hacer ella, la Unidad, la investigación que el Gobierno y sobre todo la Asamblea Nacional hubieran debido hacer, si tuviéramos una Asamblea como la que tendremos después del 26-S. Todo eso sin contar las múltiples declaraciones, denuncias, propuestas que por su lado hacen los partidos de la Unidad. Se está montando un extenso aparato de defensa del voto, con decenas de miles de miembros, así como una vasta petición de presencia internacional. Pocas veces ha visto el país un esfuerzo electoral tan amplio y laborioso.
Por ese lado de las cosas, y libra por libra, la Unidad Democrática es algo muy superior a lo que ofrece el oficialismo como opción para votar el próximo 26 de septiembre.
Pero hay algo más. A un sector de los votantes les cuesta ver y valorar ese tipo de logros y de iniciativas. Se atascan esos ciudadanos observando y comentando cuanto lunar aparece por ahí: algún conflicto en alguna región entre dos partidos de la Unidad, alguna declaración no del todo feliz de X candidato, la apreciación que se hace de que la Unidad "no dice nada" de esto o de lo otro, cuando en verdad no hay tema sobre lo que la Unidad no se pronuncie, aunque ciertamente es posible que no lo haga al gusto de todo el mundo. Se observa a veces un cierto solaz en la queja, un encanto en la insatisfacción, como aquel señor que, después de estarse horas quejando porque en el tren en el que iba no había helado de tutti-frutti, al llevársele lo que quería, lo bate contra el suelo y exclama, "¡prefiero mi queja al helado de tutti-frutti!".
Eso hay que dejarlo atrás. La ciudadanía democrática no puede empantanarse en las fallas que aprecie en la Unidad Democrática. A veces tal apreciación tiene fundamento, otras veces responde a la actitud del señor del tren. Sea lo que sea, lo que está en juego tiene que ser más importante que cualquier insatisfacción parcial. Está en juego nada menos que el equilibrio político del país, y, a través de ello, la salvaguarda de lo que nos queda de democracia, y el inicio del camino de su más pleno establecimiento. Gracias, por lo pronto, a una Asamblea donde estemos representados todos; donde pueda debatirse; donde los atropellos de Cilia Flores no sean ya posibles; donde se legisle después de oír y consultar todos los puntos de vista y con altos niveles de asistencia técnica; donde se investigue, se controle, se interpele; de la cual salgan designados magistrados supremos, consejeros electorales, contralores, fiscales generales y defensores del pueblo dignos de esos nombres.
Es necesario que los venezolanos demócratas demos un paso al encuentro de lo que se les ofrece. No estamos en aquellas condiciones en las cuales el ciudadano podía sentarse a esperar que los partidos de esos tiempos lo cortejaran, hasta que alguno de ellos lograra ser de su gusto. Le corresponde, al contrario, hacer causa común con los partidos democráticos, dar un plus, un algo más, prestar su brazo para fortalecer la opción unitaria que se ha logrado construir, con las fallas que sea. Porque, más que en la mano de la Unidad y sus partidos, es en la mano del ciudadano de este país que está hoy por hoy la suerte de la democracia venezolana.
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