jueves, 12 de agosto de 2010

El nuevo santo chavista
Teodoro Petkoff
Tal Cual


Como estaba previsto, Santos y Chávez voltearon la página con una velocidad que no deja de ser sorprendente. En algún momento sostuvimos editorialmente que todo tenía un fuerte tufo a farsa y los hechos han comprobado que nunca hubo, por parte de Chávez, otra cosa que una temporal huida hacia delante, para atenuar los efectos de la denuncia de Uribe en la OEA, también rodeada de elementos capciosos. El anteriormente satanizado Santos fue transmutado por Chávez en el hombre que le permitiría sacar las patas del barro donde las había hundido.

Ambos presidentes, por razones distintas, querían salir de ese incordio lo antes posible, y lo lograron. Ambos dejaron a Uribe detrás. Enhorabuena. Todos cuantos consideramos impensable un conflicto prolongado, con no descartables peligros de incidentes armados, podemos sentirnos de plácemes. Los intereses nacionales perdurables deben privar sobre los contingentes, derivados del día a día de la política.

La breve ruptura de relaciones era tan insostenible e injustificable como la suspensión de las relaciones económicas binacionales, de modo que Chávez (quien una vez más demuestra que sabe recular cuando choca con la realidad) no esperó demasiado para aprovechar la coyuntura de un nuevo presidente en Colombia y remendar el capote.Tenía que hacer concesiones y las hizo. Santos también. Ambos se hicieron eco de los intereses económicos de ambos países y dejaron sentadas las bases para el restablecimiento del comercio binacional.

Chávez descubrió que mientras Colombia lograba reorientar sus exportaciones, él se había metido un tiro en el pie y había lesionado gravemente las exportaciones estatales de acero, aluminio y petroquímicos, para las cuales Colombia era nuestro primer cliente. Una comisión se encargará de volver las aguas a su cauce y de arreglar los pagos pendientes a exportadores del otro lado.

El tema de las bases colombianas con presencia militar gringa lo aceptó Chávez, sin más, como asunto soberano de Colombia y lo saco de su agenda. Seguramente Lula habrá influido en su colega, apuntándole que su gobierno acaba de firmar un acuerdo militar con Estados Unidos, si no igual, al menos conceptualmente muy parecido al colombo-norteamericano.

En contrapartida, Santos remitió el problema de la presencia guerrillera colombiana al contexto global de la frontera, quitándole presión a la denuncia de Uribe. Chávez tendrá que honrar de alguna manera sus afirmaciones de que nunca ha apoyado a las guerrillas y su solicitud a estas de que abandonen la lucha armada.

Como parece obvio, Santos, realistamente, comprende que lo de esos guerrilleros colombianos en tierra venezolana no puede resolverlo Chávez entrándoles a plomo (eso sería una guerra que no ganarían las FAN) y que, en cambio, sus declaraciones y profesiones de fe anuncian la eventual búsqueda de una solución política con las propias FARC. Porque lo que sí es cierto, es que ya el problema ha adquirido tal envergadura que el “santuario” venezolano para las FARC y ELN es imposible de sostener.

Bien, esperemos que esta vez la diplomacia recupere sus fueros por muy largo tiempo.


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