ENTREVISTA Ramón Guillermo Aveledo, Secretario Ejecutivo de la Mesa de la Unidad
"Las parlamentarias pueden ser los últimos comicios en libertad"
Dice que su único anhelo es volver a la universidad en un país en paz. Es decir, que rechaza la idea de ser precandidato presidencial, posibilidad cierta en caso de que la alternativa democrática gane el 26 de septiembre. Pero Ramón Guillermo Aveledo, Coordinador de la Mesa de la Unidad Democrática, insiste: "mi trabajo es más de cocina que de mostrador".
-Nadie conoce a los candidatos del gobierno porque el verdadero candidato a quien debe enfrentarse la oposición es Chávez. Con su descenso de popularidad y el desgaste que genera el poder, ¿tiene fuelle ese viejo portaaviones para repetir historias del pasado?
-En esta elección hay cambios interesantes. La alternativa ante el gobierno no es sólo la oposición sino la unidad, que es más que eso. La alianza de partidos y movimientos, consistentemente críticos al gobierno y a una forma de gobernar, cuentan ahora con la presencia de factores que vienen, como muchos venezolanos, traídos por las olas del desencanto a la playa de la alternativa. Estamos ante la alianza más amplia que se ha logrado hasta ahora en el país. Esa alianza tiene, además de una agenda parlamentaria, un programa paraguas que va más allá de las parlamentarias.
-Es un cuadro distinto desde la oposición, pero el mismo desde el chavismo: el candidato a vencer es Chávez.
-La polarización se presenta entre la unidad y Chávez o, más bien, entre un gobierno y el país entero. Cuando uno ve las encuestas se da cuenta de que la división en la opinión pública surge entre una minoría que apoya las estatizaciones y la retórica belicista y una mayoría enorme que responsabiliza al gobierno por la inflación más alta del continente o por no asumir su responsabilidad en materia de seguridad. Eso te señala una nueva correlación de fuerzas que demanda equilibrio y exige a la Asamblea Nacional el cumplimiento de sus funciones de control, legislación, representación y elección de representantes de los poderes públicos que actúen con autonomía. Tal es la polarización reinante y nuestro trabajo es mostrar que nuestros candidatos representan esos anhelos mayoritarios.
-¿Esa misión no obedece al hecho de que, si bien Chávez pierde apoyo, esa pérdida no ha sido capitalizada por lo que llamas la alternativa?
-Claro, eso es natural. En las campañas las opciones políticas tratan de traer a su lado a las mayorías.
-Efectivamente, pero en tiempos pasados las campañas no estaban planteadas en esos términos.
-No y eso era así porque predominaba tanto el peso carismático que la gestión ocupaba un lugar secundario en el juicio que hacía el elector.
-No votaba racionalmente. Había perdido la racionalidad política.
-Era la racionalidad carismática, en la lógica de Weber. El centro de gravedad era la adhesión al líder de una porción importante del pueblo. En este momento la gente puede tenerle cariño al líder, pero entiende que su forma de gobernar no sirve y por tanto no le conviene. Es una afortunada circunstancia que no estemos ante una elección presidencial porque el juicio de la gente puede ser más limpio. El presidente trata de significar la elección en términos de "van contra mí". "Esto es para quitarme y cuando me quitan a mí te quitan a ti porque yo soy el pueblo". Pretende asumir personalmente la situación. Pero resulta que no vamos contra él.
-Oswaldo Álvarez Paz dijo todo lo contrario.
-Acudía a una metáfora. Señalaba, entiendo, que vamos contra una manera de gobernar que no respeta la Constitución y contra la instrumentalización de la Asamblea Nacional. Queremos rescatar la vigencia de una Constitución que el presidente juró cumplir y hacer cumplir. En su último informe la Fiscal advierte que en Venezuela hay un 99% de impunidad. Sólo uno de cada cien delitos que se denuncian termina en condena. Eso quiere decir que ni los tribunales, ni el ministerio público, ni la policía están haciendo su trabajo. Y si eso obedece, como dicen, a la pobreza, entonces ¿por qué luego de doce años y de gastar un millón de millones de dólares, persisten esas condiciones sociales tan adversas?
-Ante un gobierno autoritario y de tendencia totalitaria, ¿es posible, desde un poder disminuido como el de la Asamblea Nacional, inducir cambios políticos tan profundos como devolverle la justicia al país o acabar con la impunidad? ¿Puede una Asamblea minusválida hacer algo ante un Ejecutivo tan poderoso?
-La Asamblea Nacional es minusválida porque la mayoría que la compone no quiere cumplir su deber constitucional y antepone su lealtad al jefe y a la revolución sobre su juramento de hacer cumplir la Constitución. Si la Asamblea hace su parte, comienza a normalizarse y equilibrarse la vida venezolana.
-¿No se crearía, más bien, un conflicto de poderes?
-La democracia tiene sus modos de resolver los conflictos de poderes. Pero aquí el conflicto es entre el poder y la sociedad entera, a la cual el primero pretende llevarse por delante, con menosprecio de sus necesidades. Siete veces se ha negado la Asamblea Nacional a discutir el tema de los alimentos descompuestos. Ha tenido que conformarse una comisión paralela de diputados y otra desde la Mesa de la Unidad Democrática para determinar las causas de lo ocurrido y por qué importamos tantos alimentos. Pero también debemos ponernos de acuerdo sobre qué podemos hacer para que Venezuela produzca la comida que haga falta y haya una cadena de comercialización eficiente. Esas son las discusiones que el país necesita y no el debate sobre las hipotéticas bondades del Socialismo de no sabemos de cuál siglo. El resultado de las elecciones del 26 de septiembre enviará una señal de lo que el elector quiere y lo que no quiere. Así el debate político comenzará a parecerse a la vida real. Cuando muere tanta gente por la violencia, ¿a quién le importa que estén jurungando los restos del Padre de la Patria? En materia de muertos lo que la gente quiere es que no haya más.
-Estas elecciones están planteados en términos dilemáticos y esto los coloca a ustedes ante una exigencia tremenda: no hay otra opción sino la de ganar porque de lo contrario el país se perdió para siempre. ¿Crees que las cosas son tan drásticas?
-Esta es la elección más importante que hayamos tenido en muchos años. De manera que puede ser la primera dirigida hacia una normalización de la vida de los venezolanos y a un reenfoque de los poderes públicos. Pero también puede convertirse en la última elección en libertad que tengamos. Y eso así porque fortalecida la concentración de poder, que no le conviene a nadie, se fortalecerá el proyecto que tiende a un modelo como el cubano. Si este proyecto avanza nos espera menos respeto a la propiedad, lo cual significa menos posibilidades de progreso. Algo que todo los venezolanos anhelan. Así que los preocupados no deben ser sólo quienes tienen grandes industrias o bancos, sino los que viven de una peluquería, alquilan teléfonos en la calle, disponen de una buseta o viven de una bodega.
-¿No sería el triunfo del chavismo la consumación de un supremo acto de masoquismo nacional?
-Iríamos en contra de nuestros propios intereses y le estaríamos diciendo al presidente que no nos importa la cantidad de muertos que hay en Venezuela. Que él puede seguir sin ponerle cuidado a eso, que puede seguir pendiente de los gallineros verticales y no atender el severo problema de la delincuencia. Si el PSUV ganara, el presidente tendría derecho a pensar que a la gente no le importa tener la inflación más alta de América Latina y una de las mayores del mundo, cuando hoy en día no es ningún misterio el cómo dominarla. El paga consultoría cubana muy cara, pero podría pedirle a Evo Morales que le dijera cómo hicieron en Bolivia para doblegar la inflación.
-¿Quiere decir eso que si se pierden las parlamentarias se pierden las presidenciales?
-Eso quiere decir que hay que ganar las parlamentarias. Esa es la única forma de recuperar el equilibrio y de que el país comience a ver las cosas de otra manera. En el 2012 la gente evaluará si el presidente puede seguir o si, por el contrario, debe haber un cambio a través de una transición pacífica y democrática. La única arma que tenemos los ciudadanos es la del voto y de la participación.
-En caso de ganarse las parlamentarias es casi seguro que serías un presidenciable.
-¿Yo? No hombre. Yo no soy candidato a nada.
-El triunfo te pondría en ese trance.
-Yo me sentiría más que satisfecho con ese triunfo.
-¿Cómo planteas la selección del candidato?
-Yo he dicho que debe ser por unas primarias. Espero que siga madurando un clima que nos permita hacer una gran elección nacional y que la gente escoja el candidato de la unidad. Hay mucha gente buena. Yo lo que quiero es terminar esta tarea y devolverme tranquilo a la universidad en un país en paz. Mi trabajo ha estado más en la cocina que en el mostrador.
Roberto Giusti
EL UNIVERSAL
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