lunes, 9 de julio de 2012

DIPLOMACIA BANANERA



TALCUAL
Los desatinos, desvaríos e irresponsabilidades morales y políticas de la diplomacia venezolana en tiempos de Chávez tendrán algún día sus antologistas y analistas que le dedicaran gruesos volúmenes. Hay para todo, para el humorismo y para el sarcasmo del anecdotario social y, más en serio, para enjuiciar las responsabilidades por las más sórdidas triquiñuelas y complicidades.
Tan sólo las peripecias del Presidente que pretendió llevar su figura de prócer autoproclamado por todo el planeta exhibiendo su ignorancia, su irresponsabilidad de hombre de Estado, su egolatría y su torpe arrogancia merecen las más acuciosas investigaciones. A las que se suma un cuerpo diplomático, y sus frondosas adherencias, que fue sacado de los más sombríos lugares del clientelismo político y militar. De la opereta bufa de Zelaya, que acabó contagiando hasta la cacareada ponderación de Itamaraty, hasta el “por qué no te callas”, pasando por una denodada pasión por cuanto déspota se encontraba en el camino, son vetas inagotables para la sagacidad de esos historiadores futuros.
Pero ahora nos toca reseñar, los recientes desafueros con el rollo paraguayo. Como siempre tuvimos que poner nuestro toque de originalidad endógena. Fuimos los únicos que castigamos económicamente al pueblo de ese país, retirándole el suministro de petróleo, contraviniendo hasta las súplicas del mismo presidente derrocado para que no se agrediera a su ya aporreado país. Estropeado por una oligarquía y unos partidos tradicionales bastante detestables y arteros y hasta, seamos sinceros, por la triste presidencia del mismo Lugo que no tuvo ni siquiera dolientes en su patio, ni a derecha ni a izquierda, contradictorio y pobre de espíritu, sin “carácter político” como el mismo se definió y que poco dejó como legado para su gente.
Esa inclemencia chavista era sólo la necesidad de buscar auditorios para su voz continental ya agotada, enferma.
Al menos entre esos zombies ideológicos de la estirpe del Foro de Sao Paulo, ayer en Caracas. Por cierto que hasta a Ramonet lo reactivaron para estas jornadas macilentas.
Lo de Maduro es de coger palco, para no creerlo. Por desvergonzado y por fallido además. Hasta el muy prudente de Insulza le puso su banderilla, “no es habitual” que un canciller hago eso en casa ajena, asomó. Y partimos pajita, los únicos también. Una caimanera muy digna de un país gobernado como hacienda de bananos. No hay demasiado que decir al respecto, qué más.
Y por último la entrada a Mercosur, otra comedia de equivocaciones, que terminó aguando el alto gobierno uruguayo, que hasta de indignidad sin precedentes la trató. Y don Pepe a su manera trató de arreglarla con palabras muy curiosas en que decía que lo jurídico es bueno, pero no siempre y que con Venezuela tenía un vínculo apasionadamente petrolero.
Además llamaba a todo cristo a entrar en el accidentado mercado a ver si los grandes no se comían a los chicos. Demasiada realpolitik, apreciado maestro. Y, dicen, que no fue la señora Rousseff la que manejó el oscuro y maloliente asunto, sino los lulistas, con la misma destreza cínica con que lo hubiese hecho el muy pillín hijo de Brasil, y que algunas cabezas grandes van a rodar. Eso dicen. Y ojalá que sea así porque misia Dilma parece mucho más decente que su antecesor en estos menesteres. Total que ni es gran cosa la que se logró en tanto socios meramente importadores, dame dos, y bastante deslucidos quedaron todos los socios del club.
Hay un pequeño epílogo, también sureño: una manada de militares venezolanos de visita en Uruguay quienes, creyéndose en casa, empezaron a dar lecos políticos, para deleite de la oposición local que ha hecho muy seriamente cuestión del aquelarre. Vergüenza.

Por: Fernando Rodríguez

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