lunes, 16 de julio de 2012

10 LIBROS CONTRA LA IDIOTEZ POLÍTICA


Carlos Alberto Montaner


¿Tiene cura la idiotez política? Puede ser. O tiene alivio, pero nunca se puede garantizar que no habrá recaída. En el 2007, junto a Álvaro Vargas Llosa y a Plinio Apuleyo Mendoza, con prólogo de Mario Vargas Llosa, escribí varios capítulos de un libro titulado El regreso del idiota. Era la continuación, una década más tarde, del Manual del perfecto idiota latinoamericano, libro que había sido un bestseller, pero en el que nos equivocamos cuando vaticinamos el fin de la insensatez política en nuestro continente.
Éramos unos ilusos. En 1999 Hugo Chávez había ganado unas elecciones en Venezuela y con ese hecho lamentable quedábamos absolutamente desmentidos: el idiota político estaba vivo, lleno de energías y dispuesto a repetir por enésima vez los mismos disparates de siempre. Tras el coronel venezolano llegaron Rafael Correa al Ecuador, Evo Morales a Bolivia y regresó Daniel Ortega a la presidencia de Nicaragua. La idiotez política se había convertido en una epidemia.
El último capítulo de El regreso del idiota recomienda 10 libros que deben servir de vacuna eficaz contra los disparates que suelen divulgar o defender en las filas de esa izquierda carnívora latinoamericana (hay otra, dulce y vegetariana, como la de la señora Bachelet, con la que se puede convivir armónicamente). A continuación los 10 libros que entonces recomendamos. Mantienen toda su vigencia:
1. Camino de servidumbre (1944). Por Friedrich A. Hayek. Premio Nobel de Economía, economista y jurista austriaco, sobre los peligros del colectivismo y cómo esa tendencia estatista conduce al autoritarismo.
2. El cero y el infinito (1940). Por Arthur Koestler. Escritor húngaro-británico. Un ex agente comunista cuenta, en forma de novela, las tribulaciones y las contradicciones de un camarada purgado por Stalin.
3. Del buen salvaje al buen revolucionario (1975). Por Carlos Rangel. Un brillante ensayista venezolano desmonta el victimismo de la izquierda latinoamericana y denuncia los disparates de la Teoría de la Dependencia.
4. La acción humana (1949). Por Ludwig von Mises. Economista austriaco. Un excelente libro de texto. Explica cómo funciona realmente la economía y desmiente que ésa disciplina sea una ciencia derivada de las matemáticas. La economía depende de las decisiones individuales y éstas son producto de la psicología y de la información.
5. La sociedad abierta y sus enemigos (1943). Por Karl Popper. Ensayista y pensador austriaco. Un análisis de las utopías y del daño que éstas le hacen al género humano. Un libro fundamental para explicar por qué el fascismo y el comunismo, dos primos hermanos, han contribuido a crear los peores mataderos de la historia.
6. El nacimiento del mundo occidental: una nueva historia económica (1973). Por Douglas North (Premio Nobel de Economía) y Robert Paul Thomas, norteamericanos. Los autores explican cómo y por qué Occidente y no China se convirtió paulatinamente en el centro del desarrollo y la prosperidad en el planeta. La respuesta estaba en las instituciones de derecho creadas en Occidente.
7. El capital humano (1975). Por Gary Becker, Premio Nobel de Economía. Norteamericano. Aporta una visión sociológica de la economía y demuestra el papel de la educación individual en el desempeño colectivo de la sociedad.
8. Libertad para elegir (1976). Por Milton (Premio Nobel de Economía) y Rose Friedman, su mujer. Norteamericanos. Es una razonada defensa del mercado y del surgimiento de un Derecho generalmente olvidado: el de elegir lo que queremos con nuestro dinero sin que el Estado o los grupos de poder nos impongan sus gustos y creencias.
9. El conocimiento inútil (1988). Por Jean-François Revel. Ensayista francés. Revela cómo las mentiras y las explicaciones absurdas continúan vigentes pese a los desmentidos de la realidad. De alguna manera esta obra sirve para entender la terquedad ideológica de muchos latinoamericanos indiferentes ante los desastres del estatismo.
10. La rebelión de Atlas (1957). Por Ayn Rand. Ensayista, narradora y filósofa ruso-americana. Defensora a ultranza del individualismo y enemiga del colectivismo en todas sus formas. Esta novela, muy didáctica y voluminosa, recoge la esencia de su pensamiento.
CARLOS ALBERTO MONTANER – Firmas Press



UN DELIRANTE, IGNORANTÍSIMO




Milagros Socorro


En el alud de generalidades barbulladas por el presidente de la República para no responder ninguna de las preguntas formuladas en la “rueda de prensa” de este lunes, 9 de julio, se refirió a Arturo Uslar Pietri (1906 – 2001) como si fueran compadres.
Según Chávez, lo visitó al salir de prisión (marzo de 1994), después de que Uslar había enviudado (cosa que ocurrió en 1996), y hablaron “largo, largo”. Tanto, que el agudo animador de las fiestas patronales de Elorza detectó que Uslar era buen conversador, muy inteligente, nacionalista y hombre que amó a Venezuela. “Porque solo quien ame un país como él lo amó”, sentenció Chávez, “pudo haber escrito ‘Cantaclaro’”… obra de Rómulo Gallegos, que, por otra parte, no evidencia más afectividad con el país de la que pueda rezumar la obra literaria de cualquier autor en cualquier latitud. De manera que esta observación sobre Cantaclaro es, con todo respeto, una babiecada.
El punto es que, según el individuo que más disparates ha aportado a la historia del bochorno nacional, él le preguntó a Uslar por qué había dejado de escribir… Un momento. Cómo pudo hacer Chávez semejante afirmación si Uslar publicó su columna Pizarrón en este diario hasta 1998. Pero, además, pocos años antes, en 1990, había aparecido su novela ‘La visita en el tiempo’; y en 1994 había salido de la imprenta su ensayo ‘Del Cerro de Plata al camino extraviado’. En suma, hasta 1998, un año después de haberse producido la reunión de marras, Uslar estuvo plenamente activo en la escritura.
Pero donde radica la mentira más flagrante es en el tono que, según Chávez, empleó Uslar para dirigirse a él. Según Chávez, Uslar lo miró y le dijo, en clave de consejo: “Yo lo vi entrar a usted con una boina roja un día, ve a ver, comandante, cómo va a salir ahora de la escena”.
La verdad es que Uslar tenía muy pobre opinión de Chávez. En 1998, antes de las elecciones, cuando ya era evidente el ascenso del héroe del Museo Militar, el escritor me dio la siguiente declaración: “Chávez es un oportunista. Es un hombre que hizo un gesto poco maduro, una tentativa de alzamiento fracasada, que en el desierto político y cultural de Venezuela le dio popularidad. No creo que tenga ninguna propuesta seria que hacerle al país ni que esté en condiciones de dirigir una transformación positiva de Venezuela. Creo que tiene otros méritos, pero esos no. ¿Cuáles? Los de ser un hombre resuelto, que corre riesgos… Tiene una formación incompleta y fragmentaria, en la cual une cosas muy difíciles de conciliar, como las figuras de Bolívar con la de Ezequiel Zamora, personajes completamente inacoplables.
Al preguntarle si no estaría actuando una especie de calco fantasioso de la imagen de Chávez sobre la de su personaje Presentación Campos (de ‘Las lanzas coloradas’), contestó: “Esa es una vieja tradición venezolana desde los orígenes de la República… de los hombres mágicos, los caudillos. Venezuela siempre ha sido un país de caudillos y el caudillo es, básicamente, el hombre que va a hacer lo que no podemos hacer. Nuestro primer caudillo no era venezolano, era Boves; y acabó con la República movilizando una masa inmensa de llaneros con quienes hubiera cambiado la historia de la Independencia si no hubiera muerto muy temprano, en el año 14”.
Un par de años después, su percepción se hizo aún peor. Esto quedó comprobado en la última entrevista de Uslar Pietri, que fue concedida a Rafael Arráiz Lucca para un libro titulado ‘Ajuste de cuentas’ (Los Libros de El Nacional, Caracas, 2001). “¿Chávez? Un delirante, ignorantísimo. […] Se le han pegado algunas frases que ha oído, como esa del liberalismo salvaje, eso lo llena de felicidad. No puede haber liberalismo salvaje, el liberalismo es la flor de la civilización, el tolerar la divergencia. El liberalismo está fundado sobre el respeto al individuo, el respeto al otro. […] Ahora hablamos de revolución. La idea de revolución desapareció del mapa. No queda ningún poder revolucionario en el mundo, menos en Venezuela, claro, y Cuba. Lo trágico es el nivel de la gente que nos gobierna. Yo oía a Chávez el domingo, qué cantidad de disparates dijo y con qué arrogancia. Este es un país muy infortunado”.
Desde luego, lo relevante en todo esto es el hecho de que Chávez está pensando con cierta serenidad cómo salir de escena.

Publicado el 15 de julio de 2012 en El Nacional



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