domingo, 22 de julio de 2012


LIBRO DEL EMBAJADOR LEANDRO AREA

 




Este no es un libro de o sobre psiquiatría a pesar de que su título pareciera así sugerirlo. Intenta más bien precisar, describir, y hasta donde se pueda exorcizar, los fantasmas de carne, hueso e ideología, vaya Usted a saber al dedillo, que pretenden, acoquinar un país fácil en donde hay tanto loco suelto. Por un lado quedan los que pretendiéndose y empinándose tal napoleones, militares gobernando civiles, imponen su sombra glotona y pistolera de dictadores; allá los que se los deliran, creen o siguen en comparsa, lactando en el mar de la felicidad; por doquier los que prefieren mirar hacia otra parte, lombrices desterradas, para eludir la cruda realidad; y otros muchos, millones, que decidieron no dejarse arrebatar la libertad y lidiamos por ella democráticamente. Pero en común, si es que dicho vocablo puede aplicarse a un país convertido en migajas y en retroceso acelerado, queda poca cosa; viruta. Ni siquiera el idioma. Ninguno más cuerdo que los otros, todos andamos desquiciados sin brújula de pertenencia; balseros del espíritu; lambucios. De allí que al menos  Freud.

 

De igual forma, no vaya Usted a creer, variopintos aparecen comediantes por aquí o desde allá con la aspiración de inocular  sus pesadillas o contaminar más aún nuestros espacios descampados con sus jeringas infectadas de virus invasivos. Intereses sobran, ¡imagínese Usted con el petróleo de por medio y a qué precio! Militares no faltan, civiles tampoco, cívico-militares menos, iluminados o profetas a veces, catedrales electroacústicas, operativos inalámbricos, cohetes de éxtasis, cables submarinos, chupones de petróleo, capitalistas o comunistas, qué más da,  o artistas asexuados que se contonean maullando por el barrio de nuestros desamparos. Hay de y para todos los gustos, razas, religiones, géneros, degenerados, ambiciosos. Andamos cada vez más arrinconados, escasos, sumideros, comprando en el mercado negro, oxígeno, tranquilidad, dizque sexo, respeto, libertad, comida, orientación, vínculo, justicia, todos con fecha de defunción caduca. ¿No es cierto?

 

Y la receta para pordioseros que nos embuten desde el gobiernote minero es de un desprecio mayúsculo pues resulta que en estos tiempos tan adelantados y tan sórdidos que  medio vivimos, necesitamos más que nunca darnos una palanca de orgullo, una red de dignidad, una columna de autoestima, cariño, ideas, ilusiones, mucho más que de un mendrugo de pan, un chequecito, o una franela y una cachucha rojas-rojitas, ya que somos más huérfanos que pobres ¿Verdad? Sería tan contundente entregar una dosis de afecto o de dignidad contra la depresión y el hastío. Dejar que la gente abonara libre su destino en vez de arrebatárselo, confiscárselo, invadírselo. Pero es más fácil y barato aproximarnos a los muertos, animales o plantas que a nuestros semejantes humanos. Además, el gobierno vive de la pobreza, del estancamiento, son su razón de ser; de la falta de hospitales, de la  inseguridad a millón, de la  inadmisible educación que recibimos, del hambre, de la falta de futuro, del desempleo, de la ineficiencia de los servicios públicos; del  sembradío de odio, de la sumisión ¿Cómo acabar con el carburante que empuja el tren de la corrupción y la mentira en la que se sostiene el regimenzote que son las causas antes señaladas? ¿O no? Es que a veces somos tan vanidosos, presumidos, malcriados, inverosímiles, pendejos, que no queremos ver que los ciudadanos de hoy en Venezuela somos tan sólo “personal civil”.





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