martes, 18 de septiembre de 2012



Churchill de Ramón Guillermo Aveledo

                                                                                                                                                                                                                            




Enrique Viloria Vera
 

Ramón Guillermo Aveledo no resiste la tentación – alimentada por él mismo, por lo demás – de acompañar, de seguir acompañando, a Winston Churchill en sus peripecias parlamentarias. Nuestro parlamentario por antonomasia nos presenta con inusitado conocimiento, a aquel otro, “el parlamentario por excelencia”, a quien no llegó a conocer personalmente, y que ahora, para nuestro beneplácito, conoce tanto.
Aveledo anda y desanda la vida pública de más de 60 años, y en especial la parlamentaria, de Winston Churchill, se sumerge en el discurso para recuperar al hombre, se adentra en la circunstancia para rescatar al ser humano, lee el momento de la política a objeto de subrayar lo permanente del parlamentario y mostrar al verdadero Churchill que no es definitivamente un retrato, un busto, una estatua, y mucho menos un medallón.
Churchill aparece en el libro de Aveledo como lo que fue, un ser polifacético, plural, pleno de sarcasmo, humorismo y cinismo, que amó la política, la pintura, la escritura, la historia, el whisky, los habanos, el café, el cognac, las mujeres y todo tipo de combate, en especial, los de la palabra. Nuestro escritor tiene la virtud de irnos revelando al político a la par que devela al hombre.
Aveledo recuerda que fue un 14 de Febrero de 1901, hace nada más que 110 años, cuando Winston Churchill inició una larga, desigual y fructífera carrera parlamentaria, siendo elegido como representante conservador a la Cámara de los Comunes por Oldham. Se enrola luego por un largo tiempo en las filas del Partido Liberal, hasta definitivamente regresar, a su manera, a un conversadurismo militante y no exento de vicisitudes; dos décadas después de su primera elección como parlamentario Churchill conoce por igual la victoria y la derrota (5 de 20 veces no pudo obtener el disputado y ansiado escaño). “Si su trayectoria pública se prolongó tanto fue, entre otras cosas, por su capacidad de asimilar a triunfos y derrotas …y seguir adelante”, afirma con toda razón Aveledo de aquel hombre que ganó y perdió tantas veces, que acertó y erró, que paladeó por igual el triunfo y el fracaso como parlamentario y también como gobernante.
Menuda paradoja es recogida por Aveledo en esta peculiar semblanza del parlamentario sinigual: “ese hombre a quien nunca le faltaron las palabras, no tenía facilidad natural de palabra”. Razón por la cual se empeñó en convertirse en orador, ya que según Churchill quien tiene el don de la oratoria “disfruta de un poder más duradero de aquel de un gran Rey”, y lo logró, llegando incluso, como bien lo reseña Aveledo, a escribir, a muy corta edad, a los 22 años, un manual de consejos prácticos para el que pretenda ser orador: El Andamiaje de la Retórica
Leer Churchill. Vida Parlamentaria es someterse a un doble gozo: el de la palabra dicha por Churchill y el de la palabra escrita por Aveledo. Ambas se complementan, nuestro parlamentario revive la de áquel para que la suya diga sin sustituir, añada sin repetir. Aveledo logra que la pasión de Churchill sea la de él, y la de los dos, la nuestra.
Recorre nuestro escritor la vida del hombre y la palabra del parlamentario, poniéndolas en contexto, trayendo a colación fechas y hechos del mundo y del Reino Unido. Biografía, política, historia británica y universal, reseña periodística, bicameralismo inglés, geografía, literatura, se suceden en el texto de Aveledo a fin de compendiar la vida de un hombre que fue de todo, sin ser un poco de todo: parlamentario, estadista, soldado, escritor, pintor, bebedor, humorista, en fin, un apasionado que amó la vida misma en cada una de sus manifestaciones.
La fina ironía, el humor agudo, el sarcasmo oportuno, el cinismo inesperado de Churchill se hacen una y otra vez presentes en la investigación de Aveledo. Sin embargo, Genio e Ingenio, una aproximación para un diccionario churchiliano, es capitulo obligado en el libro que comentamos. Ahí está presente la expresión de una inteligencia superior: la mejor defensa y el más destructivo de los ataques toman forma de frase imbatible, de comentario demoledor, de sentencia inapelable que Churchill pronunció en su momento y que Aveledo recoge para la posteridad.
Churchill. Vida Parlamentaria (Editorial Panapo, Caracas, 2000) de Ramón Guillermo Aveledo es sin duda la expresión existencial de un hombre signado por las contradicciones de su propio tiempo y de su propio ser: raciocinio y emoción, victoria y fracaso, encuentro y exilio, aceptación y rechazo, política y arte, paciencia y resolución, gobierno y oposición.
El parlamento le sirve a Churchill para que Aveledo nos legué este ensayo prolijo, minucioso, bien escrito, rico en información,  siempre oportuno por demás en estos tiempos venezolanos de un solo signo, aleccionador en estos momentos bolivarianos cuando la tolerancia se ausenta de los que gobiernan y legislan.
Aveledo con las reflexiones y enseñanzas que recoge en este valioso e imprescindible texto, le rinde perfecto homenaje a Churchill, quien afirmaba que los libros, y en particular uno tan exquisito como éste: “son el medio a través del cual la civilización puede ser triunfalmente adelantada"

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