FELIZ SEIJAS RODRIGUEZ
EL NACIONAL
Imaginen un país en el cual 90% de sus habitantes manifieste que la situación es crítica, 80% no confíe en su presidente como gerente, 70% aspire a que el mandatario abandone el cargo de inmediato, 65% esté dispuesto a votar para revocarlo y 60% considere que es el momento de salir a protestar. El panorama que pintan estos números espantaría a cualquier gobierno. Ahora bien, si el talante del gobierno es democrático, reaccionará facilitando cualquier mecanismo constitucional para atender tal tensión. Si por el contrario ese gobierno está signado por un ADN autoritario, reaccionará de manera opuesta.
El país que describimos arriba es Venezuela. Desde que electoralmente la actual administración se sabe minoría, las puertas a cualquier evento electoral han sido bloqueadas. Nos dicen que los cerrojos no están pasados, pero el hecho es que nadie se puede acercar a ellos. En el camino se han plantado obstáculos con excusas tan absurdas que las mismas se encargan de aclarar la oscura intención.
Bajo este escenario se instalan las mesas de diálogo, y la MUD se sienta en ellas. El 65% que apoya electoralmente a la Unidad de nuevo siente desconcierto. Una serie de lagunas en la estrategia comunicacional de la MUD ha contribuido a ello. La gente percibe a la coalición dubitativa y olfatea los problemas que existen para lograr acuerdos internos. Entonces se disparan diversas reacciones. Algunos deciden darle a la Unidad el beneficio de la duda, otros la atacan ferozmente, mientras que un grupo, sencillamente, no sabe qué decir. Y es que si bien la mayoría entiende el diálogo como la vía deseable para solucionar la crisis, pocos le asignan factibilidad. Y tal aprensión tiene sus bases. La enseñanza de experiencias anteriores pesa, y la actuación del gobierno durante este año parece gritar al oído de las personas que el único resultado de este nuevo intento será tiempo perdido para la causa del cambio político, el cual las personas, cada vez con mayor claridad, asocian con su deseo primario, que es el cambio económico.
La Unidad se encuentra entonces en un momento clave y complicado. Debe insistir en el diálogo, lo cual no necesariamente signifique quedarse en la mesa. Si aún las condiciones no están dadas para que aquello conduzca a un acuerdo electoral, debe parase y colocar “pausa” al asunto, mientras ejecuta acciones que generen la presión necesaria para crear tales condiciones. Indispensable es preservar el capital popular y para ello la MUD debe moverse rápido y de manera asertiva, subsanando además las fallas en comunicación para disminuir el desconcierto entre quienes hoy le apoyan.
Las personas saben que el gobierno está pasando por encima de cualquier forma legal, que viola la Constitución de manera abierta y que todo gira alrededor de su determinación de permanecer en el poder. Todos saben que esto sucede y que debe ser detenido. El asunto es que cada día que pasa sin percibirse pasos concretos en esta dirección, contribuye a mermar la fe en las acciones que se supone podrían parar aquello. El gobierno de un plumazo cerró el camino al referendo en 2016, aplazó las regionales y, días después, grita de manera abierta que no saldrá del poder ni con votos ni con nada. Si esto no le genera costo alguno a los ocupantes de Miraflores, si una vez más, ante algo de tamaña gravedad, estos logran “salirse con la suya” de manera impune, se corre el peligro de que aquellos que realmente deben decidir el destino del país, es decir, el soberano, de a poco se acostumbre a tales situaciones comenzándolas a ver como algo normal, resignándose a su “destino”, como ha ocurrido en otras sociedades.
El gobierno o quien sea puede decir misa y albergar todo tipo de deseos. El que puedan concretarlos depende de algo más que solo de ellos. Quien avanza en caminos innobles cuenta siempre con la colaboración de otros, incluyendo la de aquellos llamados a detenerle. Soy católico, y el “Yo pecador” nos enseña que las faltas pueden ser de pensamiento, palabra, obra… y omisión.
@felixseijasr
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