martes, 22 de noviembre de 2016

DE BALAS Y VOTOS

EDUARDO FERNANDEZ

El Presidente de la República dijo recientemente que la oposición no ocuparía el Palacio de Miraflores “ni con balas, ni con votos”. Frase muy desafortunada que merece un comentario.

El cuatro de febrero de 1992 se produjo un acto bárbaro, primitivo y salvaje: un grupo de oficiales de nuestra Fuerza Armada, con nocturnidad y alevosía, resolvió utilizar las armas que la república les había confiado, para asaltar el poder.

Esa madrugada, como Secretario General de Copei, me dirigí a la nación para condenar el atentado que se estaba perpetrando contra las instituciones. Entre otras cosas expresé que en una democracia “los gobiernos se cambian con los votos y no con las balas”.

Sigo convencido de que la manera civilizada y democrática de cambiar un gobierno es con los votos y no con las balas.

Si todos los que teníamos que haberlo hecho hubiéramos condenado aquel golpe, seguramente no habríamos tenido que lamentar los desvaríos que hemos sufrido desde aquella infausta madrugada.

En una democracia, los gobiernos deben cambiarse con votos. Lo grave es que en una sedicente democracia se trate de impedir que el mecanismo de los votos funcione. Más grave todavía es que el Jefe del estado diga que ni con balas ni con votos la oposición podrá acceder al ejercicio del gobierno.

El principio de la alternabilidad es uno de los pilares fundamentales de la convivencia democrática. Si algo le dio prestigio a la República Civil fue precisamente el respeto que prevaleció a lo largo de esas cuatro décadas al principio de la alternabilidad.

La primera vez en nuestra historia que un presidente electo democráticamente le entregó el poder pacíficamente al candidato de la oposición fue en 1964, cuando Raúl Leoni le entregó la banda presidencial a Rafael Caldera.

De nuevo se respetó la alternabilidad en las elecciones de 1973 y en las de 1978 y en las de 1983. Pero el episodio más significativo de respeto al principio de la alternabilidad se produjo en las elecciones de 1998 cuando un candidato que venía de haber sido jefe de un intento frustrado de golpe de estado ganó las elecciones y el gobierno democrático hizo entrega del poder a quien había obtenido la mayoría de los votos de los ciudadanos.

La oposición no solo tiene el derecho, sino que tiene la obligación de convertirse en alternativa frente a la gestión del gobierno. Y el gobierno tiene la obligación de respetar el derecho que tiene la oposición, de acceder a la responsabilidad de dirigir al país en elecciones libres y democráticas celebradas conforme a lo que establecen la Constitución y las leyes.

Seguiremos conversando.

Eduardo Fernández
@EFernandezVE

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