CARLOS RAUL HERNANDEZ
Se reunió en el Aula Magna de la UCV un grupo de personas distinguidas
para la refundación del Frente Amplio, constituido a principios de este
año, aunque sin presentar balance de lo hecho hasta ahora. Buen síntoma
que en hora terrible para la esperanza de cambio, la llama no se
extingue y haya hard core para una recuperación. Quienes estaban
ahí aunque en su mayoría no eran activistas, y no saldrán a los barrios a
crear comités de base, son ciudadanos preocupados con capacidad para
transmitir ideas a otros. La reunión toca la fibra de hacer algo, frente a la boa constrictor que nos asfixia por la debacle de tres años grises.
Sin dirigentes en los barrios, los sindicatos y las aldeas, es difícil que la mayoría social, el descontento, se convierta en mayoría política
como la que conquistó la A.N. Un pensador nada superficial del Siglo de
las Luces, Edmund Burke, dejó la conocida frase cuya deconstrucción va a
las entretelas de la dinámica política: “Lo único que se necesita para
que triunfe el mal es que los hombres buenos no hagan nada”. Pero la
frase es conceptualmente trunca sin una coletilla: “…o que lo hagan
mal”. Las derrotas y triunfos en la política y en otros espacios de la
razón práctica, están relacionadas con que unos hacen lo pertinente y
otros no.
Aunque así sea, siempre ronda el espectro maquiavélico de la Fortuna.
En el caso del documento que emergió de la reunión, después de
naturales invocaciones a la negatividad esencial del gobierno, la
corrupción, la incompetencia, el autoritarismo y demás paspartú, llegamos al noumeno,
el proyecto de acción política. Y en él la mula vuelve a dar vueltas a
la noria: repetir lo que en tres años ha conducido al desastre, como si
no hubiera ocurrido. Pero el F.A. se autoimpone la prueba ácida, el deadline para comprobar su acierto o error: el 10 de enero.
El día de la verdad
Ese día comenzará el noveno inning,
según los estrategas del F.A. Al decir de Karl Popper, ese sería el
momento de la refutación o afirmación. Si a partir de él no se produce
la anunciada ruptura hacia el cambio cualitativo, la teoría queda
refutada. Y si no se cumplen los augurios, se impone la decepción y por
eso no es indicado esparcir nuevamente ilusiones (hora cero, 350, 16 de julio).
Pero siembra mayores dudas que las acciones prácticas que se piensa
repetir y que llevarían a “la transición ordenada”, fracasaron
sistemáticamente como las movilizaciones de calle que ya enlutaron
cientos de familias.
Igual la exhortación a un coup,
la “intervención militar democrática”. En los que dieron a Erdogan en
2016 y a Chávez el 11 de abril, fracasó el esquema. Los turcos pensaron
que la violencia represiva, la “muerte por goteo” produciría una
reacción militar triunfante que derrocaría al gobierno para entregarlo a
los interesados. En este caso es volver sobre lo que ya naufragó por
desconocer un elemento básico de la razón práctica desde Tzun Tsu, que
debe preceder y suceder cualquier acción racional y que no falta hoy día
en las operaciones políticas, militares, comerciales, científicas o
productivas: la crítica de la acción.
Dos de
los más grandes fundadores del pensamiento occidental, San Agustín y
Sigmund Freud, demostraron que el equilibrio del espíritu, de la razón,
está asociado a la confesión y al sicoanálisis, y ambas disciplinas
parten de reconocer y dar cristiana sepultura a los cadáveres de la
mente. Es el balance crítico para no repetir las equivocaciones y
corregir a través de la discusión, como hacen los estados mayores en
todas las actividades sociales. La esencia del partido político moderno,
de las directivas de las empresas, de todo tipo de comandos en la
acción social, es el debate sobre estrategias, errores y resultados.
Pero
el golpeado sistema político entregó desde comienzos de este ominoso
año, las decisiones en manos de gente muy respetable pero aficionada. El
silencio sobre lo ocurrido en los tres años anteriores puede ser causal
de la contumacia en hacer lo mismo. Los dos respetables sacerdotes que
tuvieron una participación determinante en las equivocaciones de este
trienio, hoy vuelven por sus fueros con el mismo cuchillo de cartón.
Pero rápidamente echan mano a un cómodo expediente: “ordenar” a la A.N.
la papa caliente de nombrar una patética Junta de Gobierno y así
librarse ellos de la autoprueba ácida del 10 de enero.
Medio totalitario
El
recurso es nada ingenuo para surgir de quienes podrían caracterizarse
con Max Weber como cuasipolíticos, competentes en sus actividades
propias de gerencia o dirección, pero no formados en la técnica y el
arte de la política stricto sensu. En la declaración brilla la
sorprendente ausencia de los procesos electorales reales, esos que
permitieron a las organizaciones democráticas convertirse en mayorías
políticas empíricas, como ocurrió hasta diciembre de 2015.
Es
un grueso error conceptual decir que tenemos un “régimen totalitario”
(aunque tenga vocación totalitaria), tanto como el médico que trata a un
paciente contra peritonitis pero éste tiene una hernia inguinal. Si
fuera así, la reunión del Frente Amplio se hubiera realizado en una
cárcel entre cinco personas. No habría sistema de partidos, ni de medios
de comunicación, ni reuniones políticas, ni la posibilidad de decirle
burro al mandamás, ni de llamar a golpes. Jugamos despreocupados con
conceptos que definen realidades serias y que requieren estrategias
diferentes.
@CarlosRaulHer
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