Travesía de la derrota
DANIEL GASCÓN
Todas las generaciones descubren el mundo por primera vez. Las dificultades que encuentran son más fuertes que las que ninguna otra afrontó antes. Luchan con estructuras y poderes decididos a conservar su posición. Detectan intercambios de favores, ineficiencias y privilegios, abusos de poder, métodos irracionales que se adoptaron por conveniencia y se hicieron inamovibles. Creen estar más preparadas que las que vinieron antes y a veces tienen razón; a veces hacen las cosas mejor que sus predecesores. Se consideran a salvo de los errores de las generaciones anteriores; piensan que cometerán otros nuevos. Se equivocan: cometerán nuevos errores, pero también los mismos.
A pesar de los cambios y la aceleración de los ciclos políticos y mediáticos, las trayectorias son similares. Unos adoptan una estrategia de enfant terrible; otros son los buenos hijos. Muchos de los supuestos debates de ideas, de las revoluciones culturales, son la excusa para reemplazar una vieja guardia por la nueva apelando a la novedad o la pureza. Hacen operaciones generacionales conjuntas y la cohesión del grupo empieza a agrietarse cuando llega el éxito: les pasa a muchas bandas de rock y le ha sucedido a Podemos. En la conversación pública española, buena parte de una generación que pretendía traer una discusión racional sobre datos y políticas públicas, alejada del impresionismo y adhesión a unos colores, se ha visto arrastrada a la sofistería y al sectarismo. Otros llegaron para derribar al régimen del 78: acabaron defendiendo los consensos de la Transición. Ellos hicieron un país y nosotros contamos seguidores en Instagram.
Todos queremos vivir nuestra vida con nuestras propias metáforas. Nos enfada que nos digan que no somos tan especiales como creemos. Cuando nos convertimos en actores más que observadores, encontramos explicaciones, matices, razones para que las cosas funcionen como lo hacen. La voluntad política es limitada; todo el mundo es conservador sobre lo que conoce bien, explicaba Conquest. Descubrimos que lo que nos decían era cierto y nos encontramos en un lugar intermedio entre lo que queríamos ser y lo que despreciábamos. Lo habíamos visto en los libros, pero no pensábamos que fuera con nosotros. La única solución es asumir con ironía ese fracaso y seguir trabajando, mientras nos aguantamos las ganas de decir que los jóvenes llegan bien preparados pero no entienden cómo son las cosas. @gascondaniel
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