Misiles
antiaéreos contra la ayuda humanitaria
TRINO MARQUEZ
La ayuda humanitaria se convirtió en una
aspiración nacional de la que no puede librarse el régimen. De nuevo Maduro y
su gente desestimaron a la oposición y al país. Siguen creyendo que viven en el
mundo idílico en el que gobernó Hugo Chávez durante los primeros años de su
era, cuando disfrutaba de 80% de aceptación, y sobre esa base adulteraba la
realidad. Su heredero se mueve en los bajos fondos de la popularidad. Es
repudiado por un porcentaje mayor al que, en su mejor momento, respaldaba al
fallecido caudillo. Se encuentra aislado y desprestigiado. Las imágenes en el
puente Las Tienditas con los obstáculos levantados por el régimen para bloquear
el acceso de la ayuda, han recorrido el planeta. Maduro ha sido comparado con
Pol Pot y con Mao, dos verdugos que provocaron la muerte de millones de sus compatriotas.
Para negar y oponerse a la ayuda
humanitaria -gestionada con éxito por la oposición y asumida con entusiasmo por
numerosos países y organismos de la comunidad internacional-, Maduro apela a
fórmulas cínicas. Dice que se trata de
“migajas”. Que Venezuela no es un país de mendigos. La extravagancia mayor: señala
que esa ayuda pretende “envenenar” a los venezolanos porque los productos son
“tóxicos”. Estas acrobacias argumentales han servido para que periodistas bien
informados, como Orla Guerín, de la BBC de Londres, en una entrevista reciente,
lo haya descolocado hasta el punto de dejarlo en ridículo. No sabía que el salario mínimo apenas alcanza
para comprar un kilo del queso más barato. La comunicadora extranjera se lo
informó.
Negar la existencia de la emergencia
humanitaria resulta insólito por el nivel de desprecio a la realidad que
manifiesta. Las últimas encuestas Encovi reflejan, sin lugar a apelaciones, el
deterioro global de la calidad de vida de los venezolanos. Cerca de 60% de la
población come una o dos veces al día. En ese consumo no aparecen las proteínas
de origen animal. La dieta está conformada básicamente por carbohidratos.
Harinas. El nivel de desnutrición en niños menores de 2 años supera 40%. Omar
Meza, director del Cendas e incansable estudioso del comportamiento de la cesta
básica y de la cesta alimentaria, informa cada principio de mes de la brecha creciente
entre el salario mínimo y el costo de esas dos canastas. Venezuela cuenta con
el menor salario mínimo de todo el continente y, probablemente, del planeta,
aunque el precio del crudo sigue cotizándose muy por encima del precio más alto
que se obtuvo durante los cuarenta años de democracia. Migajas las que reparte
el gobierno: sueldo y pensiones miserables, misiones paupérrimas, bonos en
metálico que no alcanzan para nada. Asistencialismo con extorsión. Para eso idearon
el carnet de la patria.
La escasez de medicamentos supera 85% en
algunas medicinas de consumo masivo. Un tratamiento con antibióticos por una
semana, dependiendo del principio activo prescrito, representa dos o tres veces
el salario mínimo. La Encuesta Nacional de Hospitales, dirigida por el doctor
Julio Castro, muestra con detalles el nivel de calamidad en el cual se hallan
los centros de salud venezolanos. ¿Cómo negar, entonces, la emergencia
humanitaria? Maduro lo hace.
La acusación acerca del peligro que representan
los productos “tóxicos” que se pretende introducir, resulta aún más desconcertante.
La plantea el mismo clan que vendía comida podrida a través de Pedeval
(pudreval). Las mismas personas que han traído de Cuba millones de dólares en
medicinas vencidas y que importan de México y otros países, leche, entre otros
productos, de tercera calidad, aunque reciben dólares preferenciales para traerlos de primera. Productos tóxicos,
de pésima calidad, envenenados, los que ellos han importado a través de las redes
delictivas que construyeron para enriquecerse a costa de la precaria salud y
alimentación de los pobres del país. Esos delitos han quedado impunes. No hay ningún
preso por haber comprado comida en mal estado o medicamentos vencidos. Ningún
detenido por haberse enriquecido de
forma obscena con el hambre y la salud de la gente.
La ayuda humanitaria no ha sido politizada por los promotores de
la iniciativa, sino por el gobierno, quien convirtió el tema en un arma para
atacar a sus adversarios. La obsesión
por evitar reconocer su fracaso y por impedir que la dirigencia opositora
obtenga unos merecidos laureles, llevó a Maduro a la cumbre del delirio: decir
que la prioridad en este momento reside en comprar modernos misiles antiaéreos
para armar la población civil. ¡En qué mundo vive! Los pocos millones de
dólares que pueda invertir en esa transacción serían totalmente insuficientes
para librar un conflicto que se resolvería con la tecnología militar más
moderna del mundo, de la cual militares y civiles venezolanos no tienen ni la
menor idea.
Lo único real, prioritario y urgente es
que al país ingrese una ayuda que servirá para aliviar la situación de millones
de compatriotas que viven en la extrema miseria. Armas, no; medicinas y comida,
sí.
@trinomarquezc
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