martes, 19 de febrero de 2019

Genaro Arriagada: “En Venezuela es muy valorada la transición chilena, pero ellos tienen una experiencia anterior a la nuestra, de la que aprendimos”

 
EL LIBERO
 
El nombre del ex ministro DC es uno de los que ha barajado la Cancillería para compartir el proceso chileno con los venezolanos. Si bien se muestra dispuesto a colaborar, sostiene que debe ser “con modestia, no pretendiendo dar lecciones”. Sostiene que ningún diálogo es posible con Maduro en el poder y, en cuanto a la postura de la Alta Comisionada para los DD.HH, Michelle Bachelet, cree que “podría ser más proactiva”.
La primera vez que Genaro Arriagada llegó hasta Venezuela, en calidad de consultor para analizar la situación del gobierno, fue en 2001. En esos días, la administración de Hugo Chávez se encontraba en su primera etapa y el objetivo del dirigente DC era realizar un análisis de la gestión del gobierno como representante de un organismo internacional. Pero en su segunda visita a Caracas, el ex ministro compartió ideas y estrechó lazos con dirigentes de la oposición, momento en que percibió que él “había pasado a engrosar las filas de la oposición venezolana” y dejó atrás la consultoría.
Tras ello, fueron ocho años en los que el ex secretario de Estado se dedicó a trabajar junto a la oposición, viajando a Venezuela dos o tres veces por año. En ese camino fue que conoció a la ex diputada María Corina Machado; los ex presidentes de la Asamblea Nacional, Julio Borges y Ramos Allup, y quien fuera uno de sus grandes amigos, el dirigente recientemente fallecido Teodoro Petkoff.
Doce años antes de su primera visita como consultor a Venezuela, Arriagada fue secretario ejecutivo de la Concertación y uno de los protagonistas del periodo de transición en Chile. Es una de las razones por las que el gobierno del Presidente Sebastián Piñera se interesó en su nombre para que participe en las reuniones junto a dirigentes venezolanos para que conozcan la experiencia chilena de los 90. Si bien aún no le ha llegado una invitación formal, el ex titular de la Segpres dice estar disponible.
-Hay quienes han planteado que es necesario dialogar con el régimen de Maduro. ¿Cree que hoy es posible una negociación con él?
-Me es difícil decírselo, pues yo siempre he creído en el diálogo. Pero esta vez no. Cualesquiera sea la salida de la situación venezolana, ella pasa por la caída de Maduro. Las razones son demasiado conocidas: Maduro carece de toda legitimidad, no solo por su elección fraudulenta sino porque es la piedra angular en que se afirma una dictadura que ha reducido a escombros todo vestigio de Estado de Derecho; que ha alcanzado niveles de ineficiencia que no encuentran parangón en doscientos años de historia latinoamericana bajo gobiernos de cualquier signo, porque se afirma en niveles extremos de corrupción. Habría que agregar que aunque moralmente cuestionable es posible y, a veces necesario, el diálogo con dictadores; pero no en este caso dada la tendencia patológica de Maduro, demostrado en múltiples ocasiones, de no cumplir ningún acuerdo ni respetar ninguna palabra empeñada. La salida de Maduro es el sí o sí de toda salida a la crisis. 
-¿Qué pasa si Maduro no sale del poder?
Es la profundización y agravamiento de la actual situación que ya es horrible. Estimaciones realistas indican que si eso sucede Venezuela se encamina a una inflación de varios millones de por ciento anuales; a un éxodo de un par de millones de venezolanos que se agregan a los tres millones actuales; a una crisis humanitaria sin precedentes.
-¿Y a su juicio, si Maduro cae se soluciona la actual crisis?
-No. Pero se abre una gran oportunidad pues, para decirlo en un término que todos entiendan, se inicia una transición. Y aquí la situación y sus instrumentos son enteramente distintos. Sea que asuma Guaidó o que se cree un gobierno interino con un plazo muy breve y acotado comprometido a una rápida elección de Presidente y Asamblea Nacional, lo que viene es una negociación de la actual oposición con sectores del chavismo para reconstruir las instituciones, hacer frente a la crisis humanitaria, enfrentar la hiperinflación y la recuperación de la economía, especialmente la del petróleo. Y todo ello en un clima que restituya una dosis esencial de diálogo, evite la venganza e invite a la diáspora a volver a Venezuela.
-Pero hay sectores de la actual oposición que se negarían a cualquier acuerdo con sectores del actual gobierno.
-Sí, los hay, y poderosos. Pero están equivocados. “El chavismo sin Chávez y sin Maduro” es, ojalá me equivoque, un movimiento con raíces sociales. Extirparlo como los regímenes militares de los 60 y 70 lo intentaron en América del Sur con el “cáncer marxista”, es un camino al desastre. Una política que intente “extirpar el cáncer chavista” es un delirio de sus autores y más grave, el pueblo de Venezuela pagarían demasiado caro. Aquí lo que hay que hacer no es mirar a esas experiencias nefastas sino a un largo inventario de transiciones, donde está la transición chilena, pero también la de España después del franquismo, la de Portugal después de Oliveira Salazar, las de Europa del Este después del comunismo. Y si me exige, también los grandes acuerdos de democracia consociativa que se hicieron después de la II Guerra Mundial para la reconstrucción de Europa. Además la experiencia histórica es categórica, las políticas de “extirpación” son un fracaso y no así las transiciones. De esto no cabe duda.
-¿Usted cree que Chile debiera asesorar a Venezuela en una etapa de transición?
Siempre y cuando lo hagamos con mucha modestia, no pretendiendo dar lecciones. Personalmente, durante unos ocho años viajé a Venezuela, varias veces cada año, para asesorar pro bono, esto es sin cobrar jamás un peso, a la oposición a Chávez. No conozco a Guaidó, pues es muy joven, pero sí a casi todos los dirigentes de la oposición. Sergio Bitar es otro que conoce bien a la oposición. Pedro Felipe Ramírez, el embajador de Bachelet tiene un conocimiento y despierta una confianza, más que ningún otro chileno, de lo que se llama el “chavismo light”.
-El canciller Roberto Ampuero ofreció compartir la experiencia chilena con los venezolanos. ¿Qué se puede sacar como aprendizaje?
-Los venezolanos vienen escuchando de la experiencia chilena a lo menos los últimos 15 años, sobre esa materia he participado en infinidad de seminarios armados por el Diálogo Interamericano, por el Partido Demócrata, por la Mesa de Unidad, por la Fundación Konrad Adenauer. El problema hoy día no es un nuevo seminario, el problema es cómo, a partir de la caída de Maduro, armar un acuerdo político y en eso los que estamos afuera tenemos que ser muy prudentes.
-El ministro aseguró que ya se había comunicado con José Antonio Viera-Gallo, Alejandro Foxley y Soledad Alvear y que hace un tiempo había conversado con usted. ¿Está disponible para participar en esta iniciativa?
A mí no me han formulado aún la invitación, pero siempre voy a estar disponible si puedo ser útil. Me gustaría sí que esto fuera una política de Estado, donde todos los que hemos tenido claridad frente a la condena de Maduro pudieran estar. Eso significa por supuesto gente de derecha, gente de la Democracia Cristiana, pero también gente de izquierda.
-Juan Guaidó valoró el proceso chileno y dijo que las “transiciones no se decretan, se construyen, Chile fue un ejemplo de eso muy claramente con la Concertación y un plebiscito”. ¿Qué medida podría significar para Venezuela un aprendizaje del proceso chileno?
-Creo que en Venezuela es muy valorado la transición chilena pero ellos también tienen una experiencia muy notable, anterior a la chilena y de la cual nosotros aprendimos. Cuando cayó Pérez Jiménez los principales partidos hicieron un pacto de gobernabilidad, que eran Acción Democrática, Copei y Unión Republicana Democrática, y ellos hicieron una transición muy exitosa desde la dictadura de Pérez Jiménez hacia el gobierno de Betancourt. Los venezolanos son un país que cuando se propone, tiene habilidades políticas.
-¿Cuál es su opinión acerca de la política del gobierno frente a Venezuela?
-En parte bien, me gusta la retórica dura y sin ambages del Grupo de Lima contra Maduro. En cambio, me parece un error que Chile no se haya empleado para lograr un mayor acercamiento entre las posiciones del Grupo de Lima y los países de la Unión Europea y Uruguay. Uno de los favores que podemos hacer para contribuir a la salida de Maduro es lograr una plena unidad de la comunidad internacional en su contra. La idea de que aquí hay una voz cuyo tono lo marca Trump, Bolsonaro y Duque y, otra, más matizada que encarnan las principales naciones europeas más que fortalecernos nos debilita. Chile, con su prestigio, ganado en décadas, podría haber jugado un papel que le hubiera dado gran efectividad e influencia, pero preferimos renunciar a ello y sumarnos al coro.

“Creo que Bachelet podría ser más proactiva”

-¿Cuán importante es para Venezuela que haya unidad de la oposición de ese país?
No creo en las unidades totales, pero creo en fórmulas de convivencia, gobierno y oposiciónAhí tiene que haber un pacto de gobernabilidad, tiene que haber una tregua política, ciertos acuerdos legislativos y constitucionales, pero esas son las cosas que tienen que hacer los propios venezolanos. Uno lo más que podría hacer es decir mira nuestra experiencia, pero son los venezolanos los que tienen que manejar su situación.
-Porque en el caso chileno, la Concertación logró unirse y en Venezuela ha costado un poco más, pero ahora con el Presidente encargado Juan Guaidó se han generado más acuerdos dentro de la oposición. ¿Están alcanzando la etapa que logró Chile en 1988?
-Creo que la oposición venezolana no es cierto que sea una bolsa de gato. A mí me tocó estar muchas veces en momentos en que ellos decidían sus listas parlamentarias, lograban meterse todos en una lista de unidad. Tienen matices, por supuesto, hay gente más a la derecha como María Corina Machado, gente más a la izquierda, ex chavistas, ellos tienen que descubrir la fórmula.
-El proceso en Chile fue constitucional y hoy Juan Guaidó también está continuando por esa vía…
-Sí, pero Guaidó la tiene más fácil porque lo que la oposición venezolana había ido reclamando en los últimos 14 años es que se cumpla la Constitución de Chávez, esa fue la demanda sistemática de la mesa de unidad. Por supuesto que a toda Constitución se le puede hacer reformas, pero aquí no se trata de partir de cero, es mi impresión.
-Usted dice que Guaidó la “tiene más fácil”, pero ¿cómo se puede lograr con la presencia de Nicolás Maduro?
-Nicolás Maduro está en un estado de mayor debilidad, pero no seamos optimistas. Mientras Maduro tenga el apoyo del Ejército y tenga el apoyo de la Policía Nacional y el poder armado, que significan los colectivos Maduro, es un dictador puro y duro que no tiene voto, que tiene rechazo, que es condenado nacional e internacionalmente, pero tiene los fusiles.
-Pero, ¿usted estará de acuerdo en la crítica a la actitud de la izquierda frente a Maduro?
-Sí. Su apoyo a la dictadura cubana, el respaldo al régimen corrupto y asesino de Daniel Ortega, su represión carga ya con más de 400 muertos, y el respaldo al régimen chavista, es un estigma que debiera perseguir a esa izquierda, por décadas. Esa actitud la encuentro simplemente repugnante.
-¿Y cuál es su opinión de la actuación de Michelle Bachelet ante Venezuela, como Alta Comisionada para los DD.HH. de la ONU?
-Nunca he sido muy bacheletista, pero hay una cosa que se puede decir en su descargo. La ONU se mueve al compás de un interminable juego de vetos y contravetos, especialmente si ellos emanan de miembros permanente del Consejo de Seguridad. Al respecto hay que considerar que de esos cinco miembros, dos son pro-Maduro (China y Rusia) y tres contra-Maduro (EE.UU., Reino Unido y Francia). Con todo, creo que ella, no obstante esas limitaciones, podría ser más proactiva. Pero hacer el debate sobre Venezuela una expresión más de esta verdadera paranoia anti-bacheletista que caracteriza a sectores de la derecha, me parece lamentable.

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