MARTA DE LA VEGA
Un historiador avezado y de gran agudeza,
Héctor Acosta, pregunta entre amigos cuál fue el país que por primera vez
prestó ayuda humanitaria a Venezuela. La respuesta parece obvia: Cuba. Por
aquello de su “voluntariado” internacional. Por sus supuestos centros
hospitalarios “de excelencia” a donde han llegado figuras conspicuas del
régimen chavista, ninguna de las cuales ha vuelto viva de la isla caribeña.
Hay que decir que para fabricar propaganda
engañosa y manipulación, han sido expertos los socialismos reales, totalitarios
y despiadados a
la manera de Stalin, de Mao o de Fidel Castro. Parte de su estrategia de
dominio ha sido el “intercambio” de sus agentes o comisarios políticos, que la
dictadura cubana ha mandado a Venezuela desde hace 20 años. Ha buscado
dominar y subyugar parasitariamente el país como satélite o fuente de ingresos
seguros, a base de pagos en dólares o suministro de petróleo. Han sido
firmados contratos leoninos que constituyen en sí mismos medios probatorios de
traición a la patria y violación de la soberanía nacional.
Así aparecen numerosos cubanos en esta
Tierra de Gracia, para contribuir a la destrucción de sus instituciones
democráticas, arrasar con el aparato productivo mediante un modelo estatista de
control imperativo y centralizado de la economía, para sembrar el miedo y
pisotear derechos humanos fundamentales como el de la propiedad privada o para
violentar, con la complicidad de los militares venezolanos, el artículo 328 de
la Constitución vigente, al instalarse en los cuarteles y ocupar posiciones de
decisión en las oficinas de gobierno.
Los cubanos se encuentran en todo el
territorio convertidos en promotores deportivos, en funcionarios de organismos
públicos, asesores notariales y de registros, expertos en sistemas de
identidad, policías secretos, militares, torturadores psicópatas con discípulos
criollos de igual calaña, médicos desactualizados o presuntos profesionales de
la salud. Pues no. No fue Cuba la primera “buena samaritana” en prestar
ayuda humanitaria a la república de Venezuela.
Fue el Congreso de los Estados Unidos de
América cuando, después del terremoto de Caracas del 26 de marzo de 1812, envió
50.000 pesos en “harina y otros efectos de primera necesidad”, según el informe
de Juan Germán Roscio al presentar el Reglamento “para la segunda convocatoria
del Congreso de Venezuela” que tendría lugar el 15 de febrero de 1819 en
Angostura.
En TalCual (27/3 y 13/6/2017),
centrábamos el dilema clave de la tragedia venezolana, no en un combate entre
el Este y el Oeste, socialismo y capitalismo, izquierda y derecha, como ocurrió
en la era bipolar de la guerra fría entre Estados Unidos y la entonces Unión
Soviética, o en la farsa siniestra en que ha consistido el llamado “socialismo
bolivariano del siglo XXI”, sino en la contraposición dictadura versus democracia, que adquiere hoy alcance
planetario.
Es el nuevo contexto geopolítico en el cual
el apoyo de más de 50 países democráticos al presidente interino de Venezuela
por mandato constitucional, Juan Guaidó, se enfrenta con los que respaldan al
usurpador Maduro, entre los más execrables regímenes actuales, como el de
Erdogan en Turquía, el de Bashar Al Assad en Siria, el de Putin en Rusia, el de
Xi Jinping en China, el iraní o el norcoreano. Ninguno tiene el
carácter de los sistemas políticos democráticos, basados en el respeto a los
derechos humanos fundamentales, a los derechos civiles y a las libertades
ciudadanas.
Además, el Consejo de Seguridad de la ONU ha
puesto de relieve el caso de Venezuela como un problema regional y de
geopolítica global. Tanto
la OEA como las Naciones Unidas han establecido el principio de la
Responsabilidad de Proteger como instrumento de intervención humanitaria cuando
un gobierno corrupto y cínico viola sistemáticamente los derechos humanos más
elementales de sus ciudadanos, como en Venezuela, y se sostiene por la brutal y
sanguinaria represión de sus fuerzas de choque, formadas por los llamados
colectivos, militares y criminales.
Basta escuchar los
desgarradores testimonios y la súplica desesperada de venezolanos sin comida,
sin atención médica por carencias graves de equipos, insumos y medicinas, sin
tratamientos ni capacidad adquisitiva para obtenerlos. Si los militares
no se pliegan a la Constitución e ignoran el alcance de las calamidades
provocadas por Chávez, Maduro y sus secuaces, es necesaria una avalancha
humanitaria de voluntarios con una coalición de fuerzas de paz para que llegue
a su destino la ayuda internacional.
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