'SUITE MONTERO' PARA EL FIN DE LOS TIEMPOS
IBSEN MARTINEZ
Uno de los canales radiofónicos de la BBC transmite cada noche y desde hace años un programa de trasnocho llamado, sin sorpresa alguna, Through the night.
La emisión comienza poco después de la medianoche londinense y dura unas siete horas durante las cuales difunde lo que, para irnos entendiendo, suele llamarse “música clásica” o “música académica” o como usted prefiera llamarla. Digo yo que el programa es perfecto para acompañar el trabajo de los escritores melómanos a quienes la imaginación solo nos visita en horas nocturnas.
Fue sintonizando mi programa favorito cuando escuché por vez primera, hace ya varios años, una turbadora composición para piano y orquesta que la compositora e intérprete venezolana Gabriela Montero tituló Ex Patria.
Como los podcasts permanecen disponibles durante un mes, pude en aquel tiempo volver a Ex Patria muchas, muchísimas veces. No exagero al decir que aún lo hago con unción porque se trata de una brillante elegía sinfónica dedicada a la memoria de las decenas de miles de personas que anualmente, y desde hace décadas, mueren asesinadas por la violencia criminal y política en Venezuela.
Sin embargo, no se piense que Ex Patria es música programática: es una compleja emanación compositiva de un espíritu excepcional que, habiendo escogido el autoexilio, y dicho en sus palabras, se propuso expresar — ¡y vaya si lo logra!— “un país apenas reconocible en el de mi juventud”.
Los reseñistas coinciden en señalar la probidad y original elegancia con que Montero devuelve a Shostakovich lo que la autora venezolana pueda adeudarle. El registro original de Ex Patria, interpretado por la propia Montero, ganó el Grammy Latino en el rubro clásico en 2015.
A sus logros como concertista de sublime desempeño, Montero añade un rarísimo don improvistatorio que ella despliega con proverbial jovialidad caraqueña, interactuando sin efectismos con el público de sus recitales. Su virtuosismo logra que el auditorio, sencillamente, no pueda sustraerse al hechizo de Montero. Desde hace cosa de días, la crítica especializada celebra la première europea de su obra más reciente: Babel. En el programa, Babel estuvo acompañada de obras de Philip Glass, del arreglo que Rudolf Barshái hizo de una pieza de cámara de Shostakovich y de un fragmento del Cuarteto para el fin de los tiempos, de Olivier Messiaen. Desde Bogotá solo puedo imaginar el venero político, la singular manera en que un tal programa —Shostakovich, Messiaen, y sí, también Montero— puede interrogar la consciencia contemporánea ante la tiranía y los totalitarismos. Es lícito imaginarlo porque Gabriela Montero es también una formidable activista en pro de los derechos humanos que, naturalmente, ha hecho de la tragedia que vive su país un motivo más de su inabarcable creatividad.
Últimamente sus compatiotas tenemos, además de Babel, una razón más para hacer de Gabriela Montero y su arte el emblema musical de lo que, sin duda, parece ya el trecho final de la tiranía de Nicolás Maduro. Hablo de una suite de miniaturas para piano que Montero comparte en las redes sociales al paso que las va componiendo. Todas apostrofan satíricamente a los sátrapas del régimen.
La primera, disponible en YouTube y en el timeline de la cuenta @monterogabriela, recrea maravillosamente la jaculatoria que toda Venezuela entona —durante un partido de béisbol o durante un acto de masas de Juan Guaidó — ante la sola mención de la palabra Maduro.
El anfiteatro entero exclama, al unísono: “¡Coño e'tumadre!”, que es para los venezolanos lo que el madrazo para los mexicanos. Las piezas compuestas por Montero tienen la virtud de ser lo que los alemanes llaman un Ohrwurm: pegadizas frases musicales que no te puedes sacar de la cabeza en todo el día.
Otras frases han seguido, y Montero ha prometido más y más. Aparte las letras -—“¡Delcy la fea y su hemanito / irán la cárcel de la manito”— el cariz paródico de estas bagatelas ha sumado regocijo colectivo y talante combativo a los millones de venezolanos que viralmente las reproducen en vísperas de la confrontación final ente la marea de insurgencia civil y la barbarie armada que intentará inútilmente ahogar en sangre lo que ya es indetenible.
¡Más, Gabriela, queremos más!
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