UN POCO DE MESURA
JEAN MANINAT
Una función básica de todo político es comunicar, participar en mítines, dar conferencias, comparecer en los medios de comunicación y, hoy en día, interactuar en las redes sociales. Nuestra generación creció deslumbrada por los grandes oradores (ese sí es un tribuno no José, se decía entonces), hipnotizadas las masas por la combinación apasionada de ideas, palabras, gestos y esa maravillosa capacidad de modular la voz que hacía aguzar el oído un instante y luego explotar de emoción ante una frase relampagueante y conmovedora.
Las nuevas tecnologías cambiaron la emocionalidad de la política. Parte importante del mensaje hoy transcurre vía las redes sociales, con mayor o menor desparpajo creativo, o fineza en el tajo de la tecla incisiva. ¿A quién de los votantes de AMLO en México le importó su verbo desencajado y cansino; o el silencio casi espectral de Bolsonaro en Brasil durante la campaña?
Aun así, la palabra oral termina siendo el instrumento por excelencia de quien pretenda conducir políticamente a hombres y mujeres. Mal podríamos, entonces, pedirles a nuestros dirigentes de la oposición democrática, que tanto han hecho en estos 20 años de resistencia democrática, que callen, que no viertan sus puntos de vista, sobre todo en momentos tan determinantes como los actuales. Pero, sí se les puede rogar un poquito de discreción, de sindéresis, precisamente por lo complicado de las circunstancias actuales. Muchas veces, quien habla otorga, y no necesariamente lo mejor.
Los representantes en diversos ámbitos designados por el líder del país democrático y mayoritario, Juan Guaidó, son eso: representantes, y deberían guardar la necesaria, y debida, disciplina para no contribuir a armar la jaula de grillos que tanto anhela la nomenclatura gobernante. Ciertamente, lo que hoy sucede es producto de un esfuerzo colectivo que ya dura 20 años y ha impedido que un proyecto nefasto se imponga definitivamente en el país. Pero, en este momento, le tocó a Guaidó dirigir este nuevo y entusiasta envión de cambio y ese hecho debe ser respetado y acatado por todos los factores de la oposición democrática.
(El sector radical de la oposición ha aprovechado la ocasión para, una vez más, enlodar todo lo hecho hasta ahora y tratar de birlarle a Guaidó su condición de líder. Sus intelectuales orgánicos callan cuando su lideresa replica con un “absolutely yes” a la pregunta envenenada de si querría ser candidata presidencial -una vez que Guaidó le hiciera el mandado de lograr elecciones libres y transparentes- en la más rancia tradición de la viveza criolla).
Ahora se necesita un máximo de coherencia y mucha capacidad de explicación de hacia dónde vamos, insistir en la ruta democrática para lograrlo, tener la serenidad para no complacer a los radicales de la primera fila, siempre exigiendo a los demás lo que ellos no pueden lograr. Esa será la gran prueba de este esfuerzo que apenas comienza.
Quizás sería conveniente organizar un chat de Whatsapp para consultar antes de declarar, tomar una pausa profunda, contar hasta diez antes de responder una pregunta en público. Qué bueno sería escuchar un silencio inteligente que cobijara solidariamente a Guaidó, como prueba de madurez y entendimiento. Enviaría el potente mensaje -que todo el mundo espera- de que finalmente hay un líder y un programa común en la oposición democrática venezolana.
Lo peor que nos podría pasar en estos momentos es un desconcierto sonoro, un torneo de vanidades chocando como carritos en feria de diversión. ¿Será mucho pedir un poco de mesura?
@jeanmaninat
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