LA HOJA DE RUTA
Carlos Canache Mata
Los pasos que hay que dar para la
restitución de la libertad y la democracia en Venezuela han sido claramente
señalados por Juan Guaidó, Presidente (E) de la República: cese de la
usurpación, gobierno de transición y elecciones libres.
El cese de la usurpación significa que deje
de existir el gobierno de facto que, por la fuerza de las armas, aún encabeza
Nicolás Maduro. Nadie duda que las bayonetas, y nada más que las bayonetas, son el sostén de la dictadura que oprime a los
venezolanos. Una cúpula militar, que se beneficia de las desviaciones del
ejercicio corrupto del poder, se ha
puesto de espaldas al pueblo y al servicio de la satrapía aposentada en
Miraflores. Veinte años de cleptomanía se retratan en la información de que Venezuela
ocupa el puesto 166 de los 176 países investigados en el Índice de Percepción de Corrupción, elaborado
por Transparencia Internacional. Las botas pisotean los artículos de la
Constitución que definen a la FAN como una institución profesional que debe garantizar
la soberanía nacional expresada a través del sufragio democrático. Hay la
convicción de que la mayoría de la oficialidad y de la tropa no comulga con la
conducta de los trepados en el Alto Mando y que en cualquier momento van a
rescatar el honor mancillado de la institución castrense. Esquivando y pasando
por encima del espionaje del G2 cubano incrustado en sus filas, los herederos
del ejército libertador darán término a la usurpación de los que actualmente
disfrutan del engolosinamiento mafioso del ejercicio del poder mal habido.
Salido Maduro, se abre el espacio de la
transición hacia la democracia que vuelve. Ya se empezó a andar el camino con
la juramentación del 23 de enero, con presencia multitudinaria del pueblo, de
Juan Guaidó como Presidente (E) de la República, conforme a lo dispuesto en el
artículo 233 de la Constitución. Es cierto que, de hecho, el control del
territorio nacional y de los resortes del Estado, con excepción de la Asamblea
Nacional, lo detenta el usurpador
Nicolás Maduro, pero la titularidad de iure del Ejecutivo la tiene Juan Guaidó.
La ignominia fáctica existente no ha impedido que Guaidó haya activado
atribuciones presidenciales, como la designación de representantes diplomáticos
y la instrumentación de la ayuda humanitaria ante la grave escasez de alimentos
y medicinas y sus trágicas consecuencias. Pero, cuando se materialice la
desaparición de la usurpación, cobrará amplio despliegue la
reinstitucionalización del país, con el nombramiento por la Asamblea Nacional,
de los nuevos titulares del TSJ, de la Fiscalía, de la Contraloría, del
CNE.etc. Esta dictadura moribunda, que espera su epitafio, no se ha atrevido a
hacer preso a Guaidó porque sabe que eso terminaría de empujarla a la tumba.
Cubiertas las dos primeras fases, sonarán
las campanas para llamar a verdaderas elecciones, a elecciones libres,
transparentes, sin partidos inhabilitados, con observación internacional,
organizadas y dirigidas, no por “las alegres comadres de Windsor”, sino por
cinco rectores que no manchen sus manos con la infamia del fraude electoral.
La luz no tiene fecha, pero está por llegar
en cualquier momento.
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